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Abrieron retrospectiva con óleos, acrílicos y esculturas en bronce del artista

El arte de José Hernández Delgadillo colma el Salón de la Plástica Mexicana

Desparramó más de 160 creaciones muralísticas como señales de lucha por todo el país, dijo Alberto Híjar

Muchas de sus obras requieren de urgente restauración y otras se han perdido

 
Periódico La Jornada
Sábado 18 de abril de 2009, p. 4

Decenas de obras del artista y luchador social José Hernández Delgadillo, entre óleos, acrílicos, mixtas, grabados, carteles, algunas esculturas en bronce y hasta un textil colman por estos días el Salón de la Plástica Mexicana.

Delgadillo, 1928-2000: exposición retrospectiva 1961-2000 fue inaugurada la noche del jueves con la participación del crítico de arte Alberto Híjar Serrano y el poeta Leopoldo Ayala, así como la presencia de la esposa del artista, la también creadora Beatriz Zamora, y sus hijos Beatriz y Francisco, este último curador de la muestra.

Alberto Híjar indicó que Hernández Delgadillo pudo ser un oportuno y exitoso pintor de eso que llaman la ruptura, luego de ganar en 1961 un reconocimiento de la segunda Bienal de Jóvenes en París, pero decidió otro camino. No podía ser de otra manera, ante la escalada represiva que después de ese año ha vivido México.

Y mencionó como ejemplo el asesinato en 1962 del luchador social Rubén Jaramillo, de su esposa embarazada y tres de sus hijos, en plena visita del presidente Kennedy. Hernández Delgadillo no podía hacer otra cosa que desparramar sus murales como señales de lucha por todo el país.

Por cierto, el artista y luchador social pintó más de 160 murales, muchos de ellos necesitados de urgente rescate y restauración, y otros ya perdidos ante la infame escalada antipopular de los gobiernos de México.

Expresionismo denunciante

En otro momento, Híjar ha dicho que Hernández Delgadillo “optó por el humanismo de nueva presencia empeñado en organizar un expresionismo denunciante de diversos actos de violencia. De ahí su relación con poetas, actores y actrices, bailarinas y juglares diversos con los que recorrió tomas de tierras, huelgas y plantones para construir una poética con voz e imágenes solidarias del pueblo en lucha”.

Con ello, abundó el crítico durante la inauguración de la muestra, se hizo experto en fauces enfurecidas, puños alzados, garras, cabezas que a veces son calavera y a veces guerrillero furioso, pero sobre todo, en lo estrictamente pictórico, es decir, en la textura, el color sutilmente desparramado por toda la obra, en los trazos gestuales, la concepción de las figuras para que no resultaran panfletarias, sino eso, una construcción que diera lugar a pensar en la humanidad que tenemos que construir todos y que tiene que estar representada.

Hernández Delgadillo, dijo Híjar, es un pintor necesario, sobre todo en oposición a lo que llamó el comunismo tosco en el arte:

“Una manera de reducir las luchas populares a una propaganda infame que repite hasta la náusea puños cerrados, banderas rojinegras, todos los lugares comunes que han perdido vigencia. Un comunismo tosco que renuncia a apropiarse de toda la riqueza de la cultura malamente calificada de burguesa.

Y Hernández Delgadillo sí se apropió de lo mejor de la pintura. Tras su pintura figurativa está un saber abstracto, constructivo, un manejo de cualidades estrictamente pictóricas: textura, línea, transparencia, gesto.

Leopoldo Ayala, poeta con quien Hernández Delgadillo creó puentes entre la palabra y la imagen en varios trabajos, comentó que la exposición retrospectiva es verdaderamente impactante en todos los sentidos.

Tlacuilo mesoamericano

Hernández Delgadillo, prosiguió Ayala, encontró, en el hecho mismo de luchar, participar y vivir, la esencia de una poesía escrita de la manera en que antes se escribía la poesía, y más adelante lo definió como un tlacuilo a la manera mesoamericana, es decir, como un escritor-pintor, porque era pictográfico.

Al final se proyectó un video sobre la vida y obra del artista, tlacuilo y luchador social.

La muestra Delgadillo, 1928-2000: exposición retrospectiva 1961-2000 permanecerá en el Salón de la Plástica Mexicana (Colima 196, colonia Roma) hasta el 12 de mayo.