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Recopilación biográfica de Norma Inés Rivera, que se presenta hoy en Bellas Artes

Pata de perro, narración viva del incesante trajín de Héctor García

Incluye 350 imágenes célebres e inéditas de su archivo personal

Puede ser un gato frente a una construcción solitaria o un indígena en las gradas de la pirámide, dice Monsiváis en el prólogo

 
Periódico La Jornada
Domingo 19 de abril de 2009, p. 2

Ni el destino, ni la suerte tienen cabida en las creencias de Héctor García. A sus casi 86 años, que cumplirá el próximo 23 de agosto, mantiene la convicción de que es la vida la que te va llevando.

Y en ese trajín que le ha tocado encarar en su longeva existencia, antes de consolidarse y ser reconocido como uno de los fotorreporteros y fotógrafos mexicanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, debió sortear pasajes y situaciones muy duros y crudos, incluso algunos inimaginables.

El recuento comienza desde su prematura salida del hogar familiar y convertirse prácticamente en un niño de la calle, hasta su reclusión en la correccional, amén de tener que buscar diversas maneras y oficios para subsistir.

Fue vendedor de chicles, voceador, barrendero y mensajero, además de que no pudo resistirse a la promesa del sueño americano y emprendió el viaje allende el Río Bravo, como bracero.

Esa es la historia a la que nos adentra el libro Pata de perro. Biografía de Héctor García, de la periodista Norma Inés Rivera, amiga del fotógrafo desde hace un cuarto de siglo, y quien se dedicó cuatro años a recabar vivencias, recuerdos y anécdotas de este personaje nacido en la ciudad de México, en el populoso y céntrico barrio de La Candelaria de los Patos, en 1923.

Constante de su obra, la soledad

Editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), el volumen será presentado hoy en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, a las 12 horas, con la participación de la autora, así como de los fotógrafos Marco Antonio Cruz y Héctor García Sánchez, este último hijo del maestro.

En el prólogo, Carlos Monsiváis, además de situar la importancia del trabajo de Héctor García en el panorama del periodismo gráfico y la fotografía en México, destaca que el común denominador de parte notable de su obra está constituido por el encuentro y el rencuentro con la soledad.

No en balde perteneciente al linaje de Manuel Álvarez Bravo, Héctor García también se aboca a la soledad, a los señalamientos de la luz o la fortuna de la mirada (a lo que se entrena para gozar de los enriquecimientos súbitos). Puede ser un gato frente a una construcción solitaria, o un indígena en las gradas de la pirámide ..., apunta el escritor y periodista.

“García, habitante del relajo, cómplice de las masas, seguidor de fiestas móviles y marchas desacralizadoras, es el mismo que no renuncia a estar allí, el solitario frente a la soledad, en la alborada o la noche ‘de la indecible poesía’.”

Desde una perspectiva más biográfica, Monsiváis nos remonta al punto donde el maestro forjaría su futuro como fotógrafo, al tomar sendos cursos técnicos en las academias de Artes Fotográficas de Nueva York y la de Arte Cinematográfico, en 1944 y 1946, respectivamente.

Foto
Héctor García en La Candelaria de los Patos, el barrio de su niñez, en una imagen de 2004, que se incluye en el volumen editado por el CNCA

“De modo más serio y profundo, él se considera discípulo de Manuel Álvarez Bravo, quien a través de su obra lo enseña a extraer ‘revelaciones’ (sinónimo de imágenes únicas) de lo que le rodea, a situar la autonomía de las formas más variadas, a reconocer la belleza como un objetivo primordial, quizá desde una perspectiva romántica”, escribe.

“También más seriamente, García recibe la otra formación fotográfica, la ofrecida por el conocimiento de la época. En 1946 inicia su carrera de fotorreportero en Celuloide, semanario de promoción de ‘estrellas’ (...) A García ningún trabajo reporteril le parece humillante o difícil, asiste a los actos más esotéricos (el cine tiene también su carta astrológica), revela e imprime las fotos de sus colegas, y retrata la pasarela de las vanidades, de los convocados al éxito que el año siguiente o dos años más tarde se ubicarán en la cima del anonimato.”

¿A quién no ha fotografiado?

Además de su excepcional e invaluable trabajo como cronista gráfico de la realidad política y social de nuestro país, ¿a quién ha fotografiado Héctor García desde entonces? Decir que prácticamente a todos los personajes de la política, la cultura, el arte, la ciencia y el espectáculo de la segunda mitad del siglo XX mexicano no resultaría una exageración, de acuerdo con la somera lista que hace el escritor.

En ella hay personajes tanto nacionales como provenientes de otros países. Desde Diego Rivera, Frida Kahlo, André Malraux, Pablo Neruda, Luis Buñuel, Fidel Castro, El Che Guevara, Salvador Allende, Pedro Infante y Tin Tan, hasta los palestinos, los mayas, los huicholes, los migrantes en California y los héroes del trabajo (naturalmente anónimos).

Escrito en primera persona, en las 465 páginas de Pata de perro se incluyen 350 imágenes del archivo personal de Héctor y María García, algunas célebres o emblemáticas, y otras inéditas.

Entre los aspectos que revela don Héctor a través de Norma Inés Rivera en este libro, está el sufrimiento que desde muy temprana edad provocó en su madre ante su naturaleza indómita.

“Tal vez porque como dicen, ‘la cabra siempre tira al monte’ y yo llevaba en la sangre la vagancia y el espíritu de aventura de mi padre, así como su obsesión por la libertad”, cuenta.

Se convirtió en habitante de la calle desde los siete años, cumpliendo un fatal augurio de su madre, quien lo había bautizado pata de perro, y se fue a vivir a las aceras de Bucareli, donde vendía periódicos.

Ocasionalmente regresaba a casa, ansioso de calor y cariño; pero también anhelaba la libertad, según recuerda. Uno se escapa de su casa porque tiene la necesidad de estar lejos de tutelas, de ser independiente.