Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de abril de 2009 Num: 737

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Humor negro
EDITH VILLANUEVA SILES

La presencia de La Otra
ANA FRANCO ORTUÑO entrevista con JOSÉ ÁNGEL LEYVA

El sitio desde donde habla Sabines
DIEGO JOSÉ

El infinito Galeano
JAIME AVILÉS

Galeano y el oficio de narrar
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON Entrevista con EDUARDO GALEANO

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Rogelio Guedea
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Los otros somos nosotros

Fui a comer a las fondas del mercado de abajo. Pedí una pepena en salsa verde y un agua de arroz. Mientras me daban un vaso con hielo, se sentó al lado mío un hombre acompañado de su mujer y su pequeño hijo. El hombre pidió un guisado de puerco y la mujer una carne con papas. Para el niño, que estaba en medio de ambos mirando el mundo con ojos impávidos, ordenaron un plato vacío. Cuando trajeron su orden, la mujer, presta, puso en el plato del niño un trozo de carne y un pedazo de papa, y el hombre haría con las costillas de puerco lo mismo. La figura de la pequeña familia me empezó a entristecer irremediablemente. Al terminar, cuando el hombre pidió la cuenta y le dijeron que eran sesenta pesos, el hombre no supo qué hacer con su solo billete de cincuenta. Entonces hice un guiño imperceptible a la despachante, que supo entenderlo muy bien. La mujer cogió el billete del hombre diciendo “así está bien, no se preocupe” mientras el hombre limpiaba con una servilleta la boquita del niño que, lo delataban sus ojos, se había quedado con hambre. Luego, antes de encaminarse con su mujer y su hijo, el hombre se acercó a mi oído y murmuró: “que Dios se lo pague, amigo”. Obviamente, yo no supe qué decirle ni ahora ni nunca, ni tampoco supe qué hacer con esa mano suya que, al despedirse, tantas cosas sabias a la mía le dijo.