‘La Marcha de los Zapotecas’

según los gringos  del grupo Beirut

A los 21 años Zack Condon ya era una figura de culto dentro esa difusa corriente llamada indie. Con el disco Gulag Orkestar (2006), una joya en la oleada de música estadunidense de inspiración balcánica, nos había apantallado a varios. Después recogió los sonidos de la bohemia francesa para producir The Flying Club Cup (2007). ¿Hacia dónde saltaría Condon para su siguiente proyecto? A dónde más: a Teotitlán del Valle, poblado zapoteco de los Valles Centrales oaxaqueños, famoso por sus tapetes.

Sin mucho ensayar y con el apoyo de un traductor trilingüe, Condon y los integrantes de su grupo Beirut, grabaron con la Banda Jiménez material para el ep March of the Zapotec (Dig, 2009), que acaba de ver la luz el pasado febrero. El director Cary Fukunaga había contactado a Condon para musicalizar su película Sin nombre, sobre las tribulaciones de los migrantes centroamericanos en México, y le había mostrado una gran variedad de músicas mexicanas. La colaboración no se concretó, pero dejó sembrado el gusanito en Zack de la música de banda oaxaqueña. Guiados por la mamá de un integrante del grupo que da clases en la ciudad de Oaxaca, se acercaron a la Banda Jiménez y llegaron con una parafernalia de grabación que incluía una planta de luz solar, en previsión de la cambiante fuerza de la corriente eléctrica.

Sorprendidos por la cantidad de perros callejeros, el tamaño de los alacranes y la mansedumbre de los burros (a uno de ellos está dedicado el corte “My wife”) recogieron el material que mezclarían lejos de Oaxaca en un estudio de Nueva York.

A unas semanas de publicado el disco ya cuenta con una avalancha de críticas favorables. La melancolía habitual en Condon encontró eco en los tonos menores y la solemne grandiosidad de las despectivamente llamadas bandas de pueblo. El joven trompetista de Albuquerque supo montarse en esas maquinarias de música y aprovechar su carácter y sonido. “Estoy enamorado del sonido de los metales, y oír uno de estos ensambles de 19 instrumentos es impresionante. Además, es música imperfecta. A veces torpe y rara” declaró a Fernando Hernández Urías (Día Siete, El Universal).

Después del portentoso experimento del legendario rock­ero serbio-croata Goran Bregovic con las bandas de metales gitanas imaginé las posibilidades de que las bandas oaxaqueñas colaboraran con músicos de otras tendencias. Recuerdo haber regalado discos de Bregovic a gente cercana a la Banda Mixe de Tlahuitoltepec. Sólo tuve respuestas educadas: las bandas son para la fiesta, ¿para qué otra cosa? Luego vino el mismo Bregovic a México y tocó en la Plaza de Santo Domingo de la ciudad de México con una banda apoyada por el programa Instrumenta Oaxaca. Se acercaba el encuentro.

Las cosas pocas veces se dan como uno las sueña. Hoy resulta que viene un gringo, yupi de Nuevo México, que a pesar de los sustos y emociones que significa un viaje al tercer mundo, se monta en las locomotoras musicales de las comunidades oaxaqueñas y logra colocar la melancolía de los metales zapotecos en la escena indie internacional.

Dos semanas de rápidos ensayos dio March of the Zapotec. ¿Qué pasaría si los solemnes maestros oaxaqueños se soltaran el pelo y algún músico urbano decidiera salirse de sus caminos trillados y lograran establecer una colaboración duradera y guiada por gustos musicales lejanos al exotismo? (Eugenio Bermejillo)

 

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