Campamento de desamparados

en Sacramento

David Bacon, Sacramento, California, 19 de marzo. En una de las márgenes del río Americano en el centro de Sacramento, tienen confortables oficinas con vista a las aguas algunas fundaciones y organizaciones de medios de comunicación. En la otra orilla, se asienta junto a las vías del ferrocarril un campamento de desamparados justo al lado de una enorme planta de procesamiento de almendras de la empresa Blue Diamond. Un sendero de bicicletas y ejercicio matinal serpentea por detrás del campamento, y trepa por el puente cruzando el río. Los corredores y los ciclistas en spandex y shorts van pasando, casi sin notar a los cientos de personas que viven en tiendas de campaña y toldos de lona improvisados o que simplemente duermen en el suelo. Esta comunidad surgió como los hongos en los últimos meses conforme la crisis económica saca a la gente de sus casas y de sus empleos y los echa a la calle o, en este caso, a los campos.

Salvador Orozco, un migrante mexicano de Michoacán, duerme sobre un pedazo de cartón bajo un arbusto aledaño a las vías. Él viene de Los Ángeles, donde dice que la policía ya evacuó otro campamento de toldos con bastante gente. “En algunas áreas están cerrando los refugios de hombres solos, porque ya no hay espacio suficiente para las familias”, dice. “Más y más gente vive en sus automóviles con sus niños, y a la gente sola le están quitando su seguro de desempleo. Ser desamparados es estar en el frente de batalla”, dice Orozco.

Hombre religioso, pasa mucho del día leyendo la Biblia y algunas revistas cristianas evangelistas. “Ayer mientras leía, la policía del ferrocarril vino y me dio un boleto de tren y me dijo que me fuera. Pero adónde. Todo esto sucede por la furia que el mundo le tiene a gente como no­sotros”.

Muy cerca, la figura de un esqueleto de mujer monta guardia en la cocina, a la entrada de otro asentamiento dentro del campo de estas personas sin techo. Los residentes de esta pequeña comunidad le llaman el Rancho Encasalotengo (un comentario sarcástico). El esqueleto, es una calavera típica de la cultura popular mexicana propia del Día de Muertos. La figura que adorna el campamento la hizo el artista Francisco Bernal, que duerme en una tienda ahí mismo.

En un gran campo abierto cerca del río, una mujer habla por celular. Dos amigos, Eric Williams y Kieth Keele, viven en esta sección del campamento. También Robert Burgins, un obrero discapacitado. Burgins dice que se ha lastimado varias veces, pero aún tiene suficientes beneficios de desempleo como para mantenerse unas cuantas semanas más. Sin embargo, ya no le alcanzaba para pagar la renta así que tuvo que venirse a vivir en el campamento. En su larga vida, Burgins fue albañil, mecánico automotriz y maquinista.

 

Tijuana 1972. Foto: José Luis Venegas

 

regresa a portada