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La pasión por la lectura

El narrador recibió el Premio Cervantes 2008 en la Universidad de Alcalá de Henares

Usar bien el lenguaje preservará la obra del moho del tiempo, manifestó Juan Marsé
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 24 de abril de 2009, p. 4

Madrid, 23 de abril. De memoria compartida, de un pasado esquilmado, de su niñez y juventud marcadas por la sobrevivencia más severa en un país en ruinas. De eso y de su vocación natural, instintiva, de contar buenas historias habló el escritor Juan Marsé durante la recepción del Premio Cervantes 2008.

El paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, repleta de personajes de la política y la cultura de España, escuchó de nuevo las palabras de uno de esos autores privilegiados que figura en la selecta lista de los galardonados con el premio más relevante en lengua española.

Marsé, tímido y sencillo, reconoció su enorme dificultad para hablar en público. Lejos de su barrio y de su ciudad natal, Barcelona, integrada a su literatura como un personaje más, centró buena parte de su discurso en lo que también forma parte esencial de su narrativa: su infancia y juventud en una Barcelona triste y gris, sometida a la severidad de la dictadura de Franco y reconstruyéndose de las heridas de la Guerra Civil.

El autor de Últimas tardes con Teresa nació en 1933, pero cuando todavía no dejaba la adolescencia, se tuvo que poner a trabajar. La primera ocupación de Marsé también fue con las manos: en un taller de joyería, donde alternaba sus primeras lecturas de aventuras con una dura jornada.

También, de noche y para ganar unas pesetas más, trabajaba en un tostadero de café clandestino, donde conseguía dinero extra para comprar algunos libros de Stevenson y poder ver sus primeras películas, como Fu Manchú.

“Yo podía quizás haber sido, lo digo sin un ápice de sarcasmo, el escritor obrero que al parecer faltaba en el prestigioso catálogo de la editorial (Seix Barral, que publicó sus primeros textos). Halagadora posibilidad que a su debido tiempo, la fábula de un joven charnego del Monte Carmelo, desarraigado y sin trabajo, soñador y sin medios de fortuna, pero también sin conciencia de clase, se encargaría de desbaratar”, señaló Marsé, visiblemente emocionado ante el encumbramiento de su literatura.

Marsé contestó algunas de las eternas preguntas de la literatura contemporánea, como: ¿qué es la novela? Para la famosa pregunta: ¿qué entendemos hoy por novela?, dispongo de mil famosas respuestas, que nunca, a la hora de ponerme a trabajar, me han servido de gran cosa. No me considero un intelectual, sólo un narrador. Los planteamientos peliagudos, la teoría asomando su hocico impertinente en medio de la fabulación, el relato mirándose el ombligo, la llamada metaliteratura, en fin, son vías abiertas a un tipo de especulación que me deja frío y me inhibe; bastante trabajo me da mantener en pie a los personajes, hacerlos creíbles, cercanos y veraces.

Marsé ofreció su particular formula para hilvanar una novela o un cuento: Procura tener una buena historia que contar, y procura contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porque será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oportunidad del tema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo.