Capital
Ver día anteriorDomingo 26 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

La mayoría de los capitalinos se encerró y los espacios públicos quedaron desiertos

Sábado insólito: la Ciudad de los Palacios luce desolada por temor a la influenza

Estornudar en la vía pública genera recelo; restaurantes y bares apenas tuvieron una mesa ocupada

Foto
La calle de Masaryk, habitualmente llena de paseantes, lució vacíaFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de abril de 2009, p. 35

Fue un sábado diferente. Los capitalinos se guardaron y al parecer los próximos días van a permanecer, al igual que ayer, en la memoria colectiva.

Parecía que las calles de la ciudad de México perdieron vida. Vialidades en las que era imposible transitar en fin de semana ayer lucieron semivacías.

Las plazas públicas no fueron punto de encuentro y bebederos que han cobrado fama por el número de parroquianos que congregan, apenas y llegaron a ocupar una mesa a lo largo del día.

La incertidumbre del verdadero alcance de la epidemia de influenza porcina, los mensajes gubernamentales y los cientos de cubrebocas le otorgaron a la otrora Ciudad de los Palacios un aspecto irreconocible.

Habrá que acostumbrarse a una ciudad pasmada y a vagones del Metro espaciosos. Podría celebrarse la ausencia de aglomeraciones y el no tener la necesidad de pelear “a laminazo” cada centímetro de vía rápida, pero no hay razón alguna para la complacencia.

Más de 500 actividades públicas fueron suspendidas. No hay museo abierto ni concierto que se desarrolle. Los partidos de futbol previstos para hoy serán a puerta cerrada. No hay a qué salir en esta urbe de casi 10 millones de habitantes.

El pulso citadino se encuentra aturdido y en él se escucha de todo. Algunos, los menos, se califican de incrédulos. Consideran que se trata de un fenómeno distractor. Los más están preocupados. Se encerraron en sus casas y se ocupan en cumplir con las recomendaciones.

Ya surgieron las primeras diferencias. En algunas zonas las mascarillas de color azul se reparten a manos llenas e igual la ofrece un miliciano que un empleado de la Secretaría de Salud del Gobierno del Distrito Federal (GDF). En otros rumbos los cubrebocas se convierten en objetos preciados. Ya no los hay en boticas, ni tampoco oficial que lo ofrezca.

Pero hay desencuentros más significativos, pues estornudar en un espacio público llega a provocar miradas de reproche de los transeúntes.

No se trataba de una típica mañana de año nuevo. Los habitantes de la ciudad no estaban desvelados ni crudos.

La actividad se mantiene. Hay comercios abiertos. La gente viene y va. Los hay hipocondriacos y quienes, sin exagerar, participan activamente en la alerta sanitaria.

Es una ciudad inusual. Se está atento a los mensajes oficiales. Se pregunta de las restricciones a la vida nocturna que fueron decretadas desde el Antiguo Palacio del Ayuntamiento y de la suspensión de clases tomada en Palacio Nacional.

Del virus poco se sabe pues poco se ha informado. Hay quien se cuestiona si el millón de dosis de antivirales –que aseguran las autoridades federales poseer–, realmente sirve de algo ante el microrganisno de origen porcino, producto de una mutación.

Algunos restaurantes transmiten en vivo la conferencia de prensa dada en la residencia oficial de Los Pinos: Hasta el momento hay 81 muertos, 20 de los cuales cuentan con comprobación virológica de que fueron por influenza; las clases se suspenden hasta el 6 de mayo y en San Luis Potosí también habrá restricciones a la vida cotidiana.

Las dudas permanecen. Los pocos confirman su escepticismo, los más reafirman su preocupación. Surgen de nuevo las posiciones contrapuestas. Por ahora no hay signos de alarma y este domingo se preve igual de aletargado que el primer sábado de alerta epidemiológica.