Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de abril de 2009 Num: 738

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Afganistán: una balada de Theodor Fontane
RICARDO BADA

Dos poemas
NIKIS KARIDIS

Italo Svevo y La conciencia de Zeno
ANNUNZIATA ROSSI

Martin Buber: ética y política
SILVANA RABINOVICH

Israel-Palestina: una tierra para dos pueblos (fragmento)
MARTIN BUBER

Un poco de color y buenas actuaciones
RAÚL OLVERA MIJARES

La Iglesia y el muralismo en Cuautla: cincuenta y siete años de censura
YENDI RAMOS

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Naief Yehya
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Pornotortura: desencanto y entretenimiento de una sociedad en guerra (I DE II)

CANÍBALES VISIONARIOS

En 1979 el cineasta italiano Ruggero Deodato filmó Holocausto caníbal una cinta de horror gore que se pretendía documental y empleaba un arsenal de ingeniosos efectos para mostrar desmembramiento, tortura y antropofagia. El filme, que además mostraba escenas de tortura y carnicería de animales, desató una agitada controversia y fue prohibido en varios países. Deodato perdió su licencia y tuvo que demostrar que no había matado a nadie frente a sus cámaras para volver a trabajar. Lo que hacía diferentes a los filmes de Deodato era una peculiar obsesión sádica con la tortura, una compulsión por la vivisección. Holocausto se convirtió en objeto de culto entre marginales, entusiastas del horror grotesco y adolescentes desesperados por emociones extremas. Hoy Deodato podría ser considerado un visionario, ya que parte del cine de horror contemporáneo ha adoptado la fascinación por la tortura y se ha insertado en el consumo popular entre las comedias, dramas y cintas más populares.

TORTURA PRODUCTIVA

Franquicias como Saw (que entre las cinco secuelas ha generado ganancias de más de 300 millones de dólares), Hostel (la primera fue producida por cinco millones y recaudó más de 80 millones en todo el planeta), y sus imitadoras, han encontrado un jugoso mercado nacional e internacional. El éxito de este tipo de filmes es tal que muchos cineastas, aun en otros géneros, han comenzado a insertar libremente en su trabajo escenas de tortura gráfica, como el suplicio que padece James Bond al recibir latigazos en los testículos en Casino Royal, las amputaciones instantáneas en Watchmen y, por supuesto, el calvario de Cristo convertido en torturapalooza, en La Pasión de Cristo, de Mel Gibson. En el cine de horror siempre ha estado presente la atrocidad corporal, así como los sicópatas que gozan con el dolor ajeno. Durante décadas la corriente principal dentro del horror eran las cintas del estilo Viernes 13, Halloween, Nightmare on Elm Street, las cuales fueron hechas seriales interminables en los que invariablemente el deseo sexual de los adolescentes era castigado con muertes monstruosas. En las nuevas elegías al horror corporal no hay poderes sobrenaturales ni fuerzas inexplicables del mal, y el ingenio no se aplica a la narrativa, sino a crear formas de tormento, sufrimiento y mutilación sin precedentes.

INFLUENCIAS

Otros elementos que debemos considerar para entender el éxito de estos filmes son que, por una parte, el cine de horror había entrado en un período repetitivo, demasiado estilizado, derivativo y recargado de efectos especiales computarizados. Por la otra, el cine de horror se apropió de la influencia reflexiva e irónica de filmes como Scream, de Wes Craven. Lamentablemente, este tipo de parodias y referencias intelectuales también se van gastando y no producen el efecto de adrenalina que se espera de este género. Y ante la enorme mediocridad del cine de horror de los noventa, Hollywood buscó su salvación en las películas asiáticas de miedo, por lo que imitaron, plagiaron, hicieron remakes e importaron talento nipón.

¿CÓMO LLEGAMOS A ESTA “DEPURADA” FORMA DE LA ATROCIDAD?

Es cierto que tuvimos un largo romance con los asesinos seriales, pero esos criminales solían ser figuras aterradoras de poder, personajes dignos de atención que merecían ser desarrollarlos de manera creíble para explicar su compulsión sociópata y la inusual urgencia por cazar humanos. Se establecía ahí un duelo de inteligencias y un debate moral entre el perseguidor y el perseguido. En los filmes de tortura sólo hay dos tipos de personajes: víctimas y victimarios, y todo mundo es un asesino serial en potencia. Pero lo que más impacta de este subgénero es que se ha convertido a la tortura en pornografía, en el sentido de que los actos de martirio funcionan como escenas sexuales, interacciones intensas en las que los chorros de sangre vienen a reemplazar las descargas externas seminales. Esta analogía le ha dado al género el nombre de pornotortura. El nombre es engañoso, y así como estigmatiza también se ha convertido en un poderoso gancho. En esencia se le denomina así por su inmenso esfuerzo para mostrar de manera obscena (ob caenum: en la suciedad), es decir de forma ofensiva a los sentidos y el gusto, expresiones extremas y novedosas de sadismo, además de imprimir un enfoque obsesivo y súper explícito a los actos de tortura. El dilema que se ha discutido hasta la nausea es: ¿cuál es la perspectiva o punto de vista del espectador?, ¿la del torturado o la del torturador? ¿Sentimos empatía por la víctima o su sufrimiento nos invita a despojarnos de cualquier moral y asumir una especie de complicidad? Estas no son preguntas fáciles de responder.

(Continuará)