Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de abril de 2009 Num: 738

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Afganistán: una balada de Theodor Fontane
RICARDO BADA

Dos poemas
NIKIS KARIDIS

Italo Svevo y La conciencia de Zeno
ANNUNZIATA ROSSI

Martin Buber: ética y política
SILVANA RABINOVICH

Israel-Palestina: una tierra para dos pueblos (fragmento)
MARTIN BUBER

Un poco de color y buenas actuaciones
RAÚL OLVERA MIJARES

La Iglesia y el muralismo en Cuautla: cincuenta y siete años de censura
YENDI RAMOS

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Vanessa Redgrave

Un poco de color y buenas actuaciones

Raúl Olvera Mijares

Sin lugar a dudas, la cinematografía magiar debe mucho a István Szabo, hechura suya es precisamente Lajos Koltai (Budapest, 1946), quien tomó parte como asistente en trabajos como Mephisto (1981), El coronel Redl (1985) y Hanussen, el adivino (1988). La migración de Szabo del mundo germano, con una marcada fijación en la historia de Alemania, al mundo anglosajón, en pocas palabras Hollywood y sus capitales, se operó con cintas como Réquiem por un imperio (2001), donde la recreación histórica del mundo alemán deja mucho que desear (la cinta a diferencia de las anteriores se giró en inglés) y Conociendo a Julia (2005), hecha con estrellas que son garantía para los productores. Su discípulo Koltai, con Campos de esperanza (2005), pretendió darle voz a esa parte de la historia nazi, no expresamente abordada por Szabo, sobre la tragedia judía, arriesgando una adaptación de una novela autobiográfica del Premio Nobel de Literatura, Imre Kertész, publicada originalmente en 1976. El resultado, que pretendió ser fiel al texto de partida y a la tradición de las cintas sobre el Holocausto como La lista de Schindler (Spielberg, 1993), por mencionar sólo una, es un tanto ambiguo: aceptable para algunos y para otros dudoso.

Con Pasión al atardecer (Estados Unidos , 2007) tres palabras en español para traducir una en inglés, Evening, Koltai arriesga de nuevo siempre las reconstrucciones históricas recrear las mocedades de una vieja que agoniza, con tintes color de rosa, apoyado en un reparto que quiere ser impresionante. La historia de la cinematografía anglosajona, de este y del otro lado del Atlántico, parece estar representada, sobre todo, en los papeles femeninos. Desde la legendaria Vanessa Redgrave y Natasha Richardson (que hace de noble rusa en La condesa blanca, James Ivory, 2006), ambas virtuosas británicas del acento yanqui hasta las ésas sí castizas cuáqueras, Glenn Close y Meryl Streep; como quien dice la gran señora del cine de culto y la última parvenue, universalmente adaptable ahora consagrada.

El resultado, indeciso, como en esta última parte de la tradición fílmica húngara, realizada ya no desde el otrora valeroso exilio, sino a la sombra del éxito en taquilla y la venia de los productores. Desde luego, se trata de hacer las cosas con clase, dignamente, como corresponde a directores oriundos del mismo corazón de Europa y no caer en el adocenamiento de las cintas comerciales. Los números en butacas, que son los que finalmente cuentan, siguen flojos; fuera de unos cuantos exigentes, cultos, siempre dispuestos a salvar lo salvable del cine de Hollywood, con tantos filmes producidos al año, Conociendo a Julia y Pasión al atardecer sin llegar a mucho, alcanzan esa aurea mediocritas que debe exigírsele a una inversión en la industria del cine en Estados Unidos.

Desde el punto de vista del guión, ese moverse hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, especialmente al comienzo de la película, produce una sensación de mareo. El tono del filme es siempre el mismo, de colores brillantes y un tanto retocados. Más que por la escenografía, es por el atuendo de los personajes que el espectador va haciéndose consciente de la convención, hasta que ya no le brinca. Una grata sorpresa depara la joven actriz americana, Claire Danes, quien encarna la dama de la futura novia, una cantante amateur, liberal, progresista, liada sentimentalmente con el hermano de la novia, uno de estos eternos estudiantes, alcohólicos precoces, que se sienten promesas en las letras, Buddy (Hugh Dancy).

Todas, o más bien todos, pues hasta el hermanito novelista acaba sucumbiendo a su encanto, parecen girar, o más bien bramar, alrededor de Harris (Patrick Wilson), el galán, émulo de Vaquero de medianoche (John Schlesinger, 1969), un médico, hijo del cuidador de la residencia veraniega de la familia. Melodramática hasta los tuétanos, Pasión al atardecer reserva, con todo, algunas entrées y exquisiteces para conocedores, como la deliciosa actuación de la Redgrave, cuajada de cambios de tono y hasta de acrobacias físicas, y su alternar con la todo terreno Meryl Streep. Un papel secundario pero clave desempeña la enfermera y cuidadora de la senil agonizante, Eileen Atkins, quien hace un acento irlandés encantador.

Cinta no del todo desdeñable, a pesar de los clichés y de cierta torpeza narrativa, llena de color, nada de desolación como en el trabajo anterior sobre el exterminio de los judíos. Se añoran, de cualquier forma, los tiempos donde los magiares filmaban más cerca de su casa, en Germania, un mundo quizá más profundo, de tonalidades más oscuras, más apto para el drama, el enfrentamiento sin más con el absurdo de la existencia, la verdadera sacudida y con ella la catarsis o trasformación interna del espectador.