Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de abril de 2009 Num: 738

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Afganistán: una balada de Theodor Fontane
RICARDO BADA

Dos poemas
NIKIS KARIDIS

Italo Svevo y La conciencia de Zeno
ANNUNZIATA ROSSI

Martin Buber: ética y política
SILVANA RABINOVICH

Israel-Palestina: una tierra para dos pueblos (fragmento)
MARTIN BUBER

Un poco de color y buenas actuaciones
RAÚL OLVERA MIJARES

La Iglesia y el muralismo en Cuautla: cincuenta y siete años de censura
YENDI RAMOS

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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La Iglesia y el muralismo en Cuautla:
cincuenta y siete años de censura

Yendi Ramos

Todo estaba listo. El cine Narciso Mendoza sería inaugurado el 6 de enero de 1952. El propietario, el señor Manuel Gual Vidal, contrató a Arturo Estrada para que pintara la historia de Cuautla en un muro de aproximadamente cincuenta y siete metros cuadrados. Un día antes de abrir al público, este recinto fue bendecido por el sacerdote del pueblo. Pero hubo una condición. El cura Lorenzo Vergara solicitó al arquitecto Leopoldo Portillo que se modificaran los rostros de los sacerdotes, por tener “caras de asesinos”.

Estrada, discípulo del muralismo mexicano, había representado una escena de la Santa Inquisición. “Era yo muy joven, si no, los hubiera pintado con rostros más duros” , afirma tajante el artista a sus ochenta y tres años. Lleva en la mirada el orgullo de haber sido uno de los cuatro jóvenes que recibieron las últimas clases de pintura que impartió Frida Kahlo en La Casa Azul de Coyoacán.

No hubo tiempo de modificar el mural, ni siquiera de avisarle al pintor. Con la premura y la exigencia de la autoridad religiosa de aquella época, colocaron unos cartones para cubrir casi catorce metros cuadrados.

El cine, que a finales del siglo XIX fue el principal centro de recreación morelense con el nombre de Teatro Carlos Pacheco , fue inaugurado.

“Los periódicos de aquella época callaron –refiere el cronista de la ciudad, Sergio Hernández– El polígrafo, el Qué y Cuarto Poder, diarios con tendencia burguesa aludieron el evento con magnificencia: regia inauguración.”

Pero los grupos católicos de la región no quedaron conformes. Así es que, pasado el día de la apertura, los aludidos rasparon una parte del mural. “Quizá se cansaron” dice Hernández, porque optaron por cubrir con pintura blanca lo que se les hacía ofensivo.

Así, durante cincuenta y seis años, el pasaje titulado El Santo Oficio en un acto de fe para escarmiento de los herejes quedó oculto bajo seis capas de pintura.

El recinto, cuenta Hernández, fue un centro cultural importante de la época. Aquí narra el historiador: “Vendí tortas junto con los hijos de Zapata. Vi desfilar a Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas, Pedro Armendáriz, Antonio Aguilar, porque seguido se filmaban películas y en las tardes, cuando no tenían a dónde ir, venían al cine.”

Hoy este mismo lugar lleva el nombre de Teatro de la Ciudad Narciso Mendoza . Luce descuidado. En muy pocos de sus espacios se insinúa el esplendor que tuvo en el siglo pasado.

Arturo Estrada no había regresado al lugar desde aquella vez en la que su trabajo fue mutilado. En 1993 solicitó hablar con los descendientes del señor Gual para que desistieran de vender el cine al consorcio internacional Wal-Mart para su demolición.

Hace diez años las autoridades de Cuautla adquirieron el inmueble por casi 4 millones de pesos.

Una vez abierto el teatro surge otra inquietud: ¿Qué hay detrás de la pintura blanca? Después de cinco décadas, las autoridades municipales contratan a una fundación especializada para su restauración, con una inversión de 330 mil pesos.

Marco Certo, restaurador y director del Instituto Botticelli con sede en Cuernavaca, explica que fueron dos franjas de aproximadamente 60 centímetros las que se reconstruyeron. Se tenían sólo dos elementos: un boceto en que se respetaba en noventa por ciento la pintura; y una fotografía en blanco y negro donde aparecen Arturo Estrada y Lorenzo Guerrero Ponce, su colaborador.

El mural se reveló con base en la aplicación de sustancias químicas. P ara el retoque aplicaron una técnica llamada rigattino. Esta es una forma de abstracción cromática basada en la aplicación de color en forma de rayitas cruzadas. “El efecto provoca que el ojo, al ver a distancia las figuras, no se vean planas”, refiere el especialista.

El reencuentro y otras formas de censura

¿Qué sintió al ver el mural completo?, se le pregunta al Güero Estrada, nombre con el que Kahlo bautizó a uno de los cuatro alumnos que conformaron el grupo de Los Fridos . El también alumno de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros no se inmuta, tampoco se conmueve. Con resignación recuerda esa primera experiencia de pintura mural como su primer trabajo pagado. Y en seguida refiere otra anécdota en Panindícuaro, Michoacán. A finales de 1980 regresa a su tierra natal y se entera que retiraron una imagen de San Juan Bautista que él pintó. La causa: porque tenía cuerpo de cargador. “Pues cargar la cruz no era tan fácil” , responde, pero ya era demasiado tarde, el mural transportable de casi dos metros cuadrados había desaparecido. “Estuvo como quince años. Pusieron una antigua pintura colonial muy vieja y deteriorada” , refiere alzando los hombros y recuerda otro incidente. En Acebuche, Guanajuato, un cura lo contrató para que pintara la procesión de la Semana Santa. “Lo hice, pero cuando cambiaron al sacerdote de iglesia, se llevó los murales. Aún sigo buscando al padre Andrés”, afirma sin hacer esfuerzos por recordar los apellidos.

Esta, entre otras experiencias, cuenta con amabilidad Arturo Estrada en el espacio donde aún conserva fotos, dibujos y cartas de los iconos de la pintura mexicana del siglo XX.

De esos tragos amargos con autoridades del clero mexicano sólo uno tuvo eco. El mural del cine Narciso Mendoza titulado Tríptico de la Independencia fue incluido en una “lista de obras de arte destruidas por el fanatismo”. El documento se firmó al concluir un mitin que reunió a Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, entre otros, en el teatro Abreu de Ciudad de México, en 1952. El motivo: las autoridades del inba no permitieron que se expusiera el mural Pesadilla de guerra, sueño de paz, de Rivera. Y ante la desaparición del lienzo, los artistas redactaron una carta de inconformidad donde se agregó el acto de censura a la obra de Estrada, un artista aún fiel al muralismo mexicano y sus estragos.