Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Epidemia y sociedad
E

l mismo anuncio de la emergencia decretada por el gobierno federal contra la influenza provocó ya un estado de alerta entre la población. Se reconoció a altas horas de la noche del jueves 23 la gravedad del mal que tiene la forma de epidemia, es decir, este mal que se propaga entre la población de manera rápida y afecta a gran número de personas. No fue la mejor manera de anunciar el problema y empezar a ejecutar las medidas de contención requeridas.

Provoca un efecto muy extraño esta situación de fragilidad colectiva e incertidumbre. Los expertos dicen que la enfermedad se puede controlar si se atiende a tiempo y no tiene, pues, que ser mortal. La nueva variedad del virus de la influenza, en este caso una mutación de tipo porcina, es capaz de contagiarse entre los humanos. De ahí su gravedad y los problemas de contención que exige. Además, afecta a grupos de la población que en otras variedades de la enfermedad no eran los más vulnerables, es decir, los jóvenes (y no primordialmente los niños y los más viejos).

Este nuevo brote de gripe sigue los fuertes casos de tipo aviar que se presentaron no hace mucho tiempo, principalmente en Asia y África. Las autoridades sanitarias y los organismos internacionales del campo de la salud pública deben haber adquirido alguna experiencia técnica y de gestión para enfrentar las modalidades de este nuevo brote.

Se habla de la posibilidad de una pandemia, una enfermedad epidémica que se extiende ampliamente, atacando a muchos individuos en distintas regiones. Hay, sin duda, una gran preocupación entre los responsables de controlar este nuevo mal en el país y a escala mundial.

La primera responsabilidad es con la población. Las medidas de prevención parecen a primera vista demasiado sencillas para enfrentar un mal que, de no ser atendido oportunamente, puede ser mortal. Pero eso es lo que hay y tienen que exponerse de modo amplio y persistente entre todos.

Las formas de atención tienen que ser eficaces en los centros de salud y los hospitales públicos y privados, sin que se generen diferencias extremas entre quienes pueden acceder a uno u otro servicio. Hay aquí una fuerte responsabilidad del gobierno central y de los estados para garantizar el acceso a quienes tienen menos recursos para poder atenderse. Está ahora a prueba el sistema de control sanitario en conjunto y la capacidad de gestión del gobierno.

El aislamiento se ha propuesto como una manera privilegiada de prevención. Las clases se han cancelado varios días en todas las escuelas y se han cerrado centros de reunión pública. No es una situación médica ni social conocida por muchas generaciones de mexicanos.

Sería bueno una mayor explicación oficial de cómo se trata técnicamente un caso de epidemia como el que enfrentamos, es decir, cómo se aísla y controla su propagación. Igualmente, tienen que ser claras las medidas para organizar la respuesta social para contribuir al control de la misma.

No será nunca excesiva la información veraz, bien transmitida y a tiempo sobre la evolución de las condiciones médicas y de las acciones públicas que se emprendan. Los medios de comunicación tienen un papel esencial que cumplir, sin minimizar las condiciones según vayan cambiando y sin crear pánicos. Ambas cosas sólo harán más problemática la acción pública y la reacción social.

Hasta ahora el gobierno ha decidido no afectar la actividad productiva del país. En ese terreno la situación es ya suficientemente frágil y debe esperarse que la epidemia no afecte de modo más grave a las empresas y se puedan mantener los puestos de trabajo y los ingresos de las familias. La influenza aparece ahora, como dice el dicho: lloviendo sobre mojado.

Se abrió un nuevo frente en el panorama nacional que claramente complica las cosas para el gobierno y para la población en general. Además de la difícil situación económica, que tiende incluso a deteriorase, aparte de la gravedad de la confrontación con las fuerzas del narcotráfico y la inseguridad pública que se manifiesta a lo largo del país, ahora hay que atender de modo urgente la epidemia de influenza. Todo esto repercute de modo severo sobre la debilidad de las estructuras y las formas de la débil cohesión social en el país.

De la misma forma, la extensión de este mal va a requerir la acción conjunta con los gobiernos de otros países, especialmente el de Estados Unidos, de donde parece que proviene el virus en cuestión, y con el que se tiene un enorme número de corrientes diarias de la población de uno al otro lado. También la cooperación internacional se pondrá a prueba, pues nadie está exento de contagio.

No debe perderse de vista que el caso de la gripe aviar no se convirtió finalmente en una pandemia, a pesar de que se podía transmitir a grandes distancias por las aves silvestres migratorias. Ahí se puso en evidencia que había virus gripales compartidos entre aves y humanos. En el tipo de mutación de la gripe porcina que define la situación actual, puede ocurrir el mismo modo de control. En todo caso la sociedad en todas partes debe presionar a las autoridades a combatir esta epidemia.