Opinión
Ver día anteriorJueves 30 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Proyecciones
L

as proyecciones sobre la evolución de la crisis empiezan a ser divergentes. Por un lado, los jefes de gobierno del G- 20 plantearon que desde su reunión anterior la crisis se había profundizado y que podía empeorar. En poco menos de cinco meses la economía estadunidense, que representa la cuarta parte del producto bruto mundial, acumuló una disminución de su producción de 5.1 por ciento; la japonesa, que aporta 8 por ciento del producto del mundo, está cayendo a una tasa anual de 12.1 por ciento; y la alemana, que contribuye con 6 por ciento a la producción mundial, se encuentra en un estado de estancamiento.

En esta misma línea, unos días después, el FMI publicó los posibles escenarios económicos para finales de año y para 2010. En sus Perspectivas de la economía mundial se presenta un análisis de las crisis anteriores y se concluye que cuando las recesiones son sincronizadas mundialmente los tiempos recesivos se alargan y las recuperaciones son lentas. En términos gráficos, se ilustra esta posibilidad con un comportamiento económico parecido a la letra L, es decir, que las economías caen, y cuando se toca fondo se mantienen un tiempo aletargadas, como le ocurrió a Japón en los años 90.

Por otro lado, funcionarios del gobierno de Estados Unidos han encontrado signos alentadores en el panorama que pudieran hacer pensar que no está lejano el momento en que se toque fondo y que la recuperación arranque. Para la economía mexicana, y particularmente para el gobierno de Calderón, la posibilidad de que la recesión concluya rápido es crucial. Nadie discute ya que hemos entrado en una recesión importante y que durará mientras la economía estadunidense no se recupere. Se considera hasta ahora que en 2009 el PIB caerá 3.7 por ciento, aunque el dato del IGAE de febrero anticipa una contracción anual mayor.

Sin embargo, las cosas pueden ser peores: el nivel de precios del crudo nos golpeará drásticamente cuando termine la cobertura que compró Hacienda y que garantiza un precio de 70 dólares el barril. El gobierno apostó desde el principio de la crisis a que la recesión terminaría pronto. Primero creyó que existía la posibilidad de que hubiera un desacoplamiento del ciclo económico, pero la profundización de la crisis lo hizo abandonar esa hipótesis. Cuando se convenció de que la recesión era inevitable, formuló un tímido paquete de estímulos a la economía familiar y al empleo, que no ha tenido ningún impacto relevante.

Aunque el gobierno parece alarmado por la evolución de la crisis, no ha acertado a intensificar las acciones anticíclicas y se aferra a la idea de que la recesión está cerca de tocar fondo. Sabe que si se juntan la recesión mundial, el impacto de un precio del crudo aproximadamente 40 por ciento menor que la cobertura y una reducción del volumen exportado, la disminución de las remesas y el impacto económico de la contingencia sanitaria que estamos viviendo, el resultado será desastroso.

En el mundo se acepta que las condiciones económicas no mejorarán en los próximos meses. En realidad empeorarán. El gobierno estadunidense parece aceptar con cautela, pero claramente, que pudieran verse luces al final del túnel, Pero esa opinión es poco compartida. Krugman, por ejemplo, ha llamado a la prudencia advirtiendo que las cosas siguen empeorando, que las buenas noticias no son convincentes, que la historia de las crisis muestra que no todo fue siempre cuesta abajo, y que, incluso cuando la recesión ha terminado, el desempleo puede seguir creciendo.

La conclusión de Krugman es que el optimismo prematuro es un grave peligro. En nuestro caso, difícilmente podríamos decir que el gobierno ha hecho lo que tenía que hacer para enfrentar la crisis. Su propuesta anticíclica fue barrida por la dureza de la recesión. No ha atendido los reclamos urgentes de las familias que han dejado de percibir las remesas que les permitían mantenerse a flote. No ha atacado la reducción de puestos de trabajo, derivados tanto de la disminución de las jornadas de trabajo como de cierres de empresa. Su optimismo sobre el fin de la recesión confirma su irresponsabilidad.