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Poeta en ebullición
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Periódico La Jornada
Sábado 2 de mayo de 2009, p. a20

Blues, blús, bluuuussss.

Verso inicial: I love you. A partir de ese enunciado, tan simple como contundente, absoluto y categórico, Robert Zimmerman enlaza 10 poemas para construir su nueva obra maestra: Juntos a través de la vida (Together through life), hace cuatro días yacente en los estanteros de novedades discográficas.

El blues es su signo.

Beyond here lies nothin’ es la pieza inicial. El estrépito gozoso del poema nos ubica de súbito en un ambiente blusero. Lo mismo un local con mesas que sin mesas, pero en un lugar de la habitación una banda de músicos desclava los anhelos de las duelas y hace volátiles los sentimientos y las emociones.

Ha iniciado el blues.

El propio título es rico en posibilidades semánticas.

Como todo poema de Dylan y como toda estrofa de blues, la traducción literal palidece frente a las versiones. En este caso hay varias: Más allá del aquí yace la nada (Beyond here lies nothin’; Más allá de aquí no hay nada; y si nos vamos a un extremo, es decir, si trocamos el verbo yacer (lie) por mentir (lie), hacemos patafísica: más allá del aquí miente la nada (jejé).

Hay distintas variantes en el nuevo disco de Bob Dylan. La primera de ellas ha parado de pestañas a los sabrosos y ha hecho respingar la nariz a los exquisitos: su majestad Robert Zimmerman comparte crédito en las letras con su tocayo Robert Hunter, noble cazador (hunter) de palabras y sus significados desde hace muchos ayeres (de hecho está por cumplir, al igual que Dylan, 68 años), conocido por sus lides con el líder de ese grupazo de blues y rock agradecido con la muerte, Grateful Dead, Jerry García, y desintegrado en 1995 y aunque no se trata de la primera colaboración entre los Betos (Zimmerman y Hunter), pues ya en la década de los 80 habían palabreado sus palabrerías y las volcaron en poesía, ahora escribieron al alimón agridulce nueve de los 10 poemas que pueblan de historias, emociones, leyendas, sentimientos, Together through life.

La voz de rocas mojadas en ríos turbulentos del poeta mayor encamina las estrofas cada una de las cuales culmina con un hilo conductor que estructura la pieza entera. Beyond here lies nothin’/ nothin’ we can call our own y sucesivamente: nothin’ but the moon and stars; nothin’ but the mountains of the past; nothin’ done and nothin’said.

Otra novedad: el acordeón del maestro David Hidalgo, quien aúlla con Los Lobos, es decir, forma parte decisiva de esa banda chicana magistral, habilita una miríada de miradas, recovecos, rebotes, atmósferas que no se limitan al tex-mex, como muchos se han apresurado a dictaminar, sino que vierten arcoiris de sonidos que van del bluegrass al mariachi al saloon al vals al, siguiendo la lógica letrística de Dylan, beyond here, donde hay mucho.

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Los integrantes de la Academia Sueca lo pondrían en estos términos: estamos ante un disco pocamadre.

Hay blues, blucesitos, blusesasos, bluses blusérrimos como My wife’s home town, una suerte de homenaje al gigantesco en todos sentidos Willie Dixon, a quien tuvimos el privilegio de conocer merced a los afanes de El Caballero de la Rosa, don Raúl de la Rosa, quien trajo a todos los dioses del Olimpo del blues en sus sucesivos festivales.

Dylan agasaja y se agasaja con el blues de hamaca que escribió Dixon (¿habrá utilizado un lápiz Dixon Ticonderoga?) con un tema egregio: I just wanna make / love to you, versos que cambia Dylan hacia ironías aciduladas: no me veas/ con esa mirada/ enconada/ que encarna el mal.

Y a propósito de miradas, Dylan se asume cronista de su entorno social y humano cuando en I feel a change comin’on entona: Some people tell me/ I got the blood of the land in my voice. Vocero, juglar. Cronista.

No en balde la portada luce una fotografía de otro cronista, el maestro Bruce Davidson, integrante del grupo Magnum Photos, que muestra a una pareja amorosa en Brooklyn, una de la célebre serie-reportaje que publicó en 1959 y que se puede disfrutar en un video que circula en YouTube con la flamante y flameante canción de Dylan.

Flameante: Life is hard dibuja el dolor que canta Dylan al final del segundo verso: la vida sin ti. Flameante: en la pieza final, It’s all good, destila ironía: Dreams never did work for me anyway, even if they did come true” (aunque se hayan vuelto realidad, eso de los sueños no es lo mío). Sardónico: “estoy escuchando a Billy Joe Shaver y leyendo a James Joyce. Cáustico: “Big politicians telling lies,/ restaurant kitchen all full of flies,/ don’t make a bit of difference,/ don’t see why it should.../ it’s all good”.

Voz de bufido, el búfalo de Minnesota está de vuelta. Señoras y señores, con ustedes el poeta en plena ebullición.

Bob Dylan. Master of peace.

Master of love.