Opinión
Ver día anteriorLunes 11 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Recuperarnos

D

e la estridencia a la forzosa vuelta a una realidad tan amenazante o más que cualquier barrunto de epidemia. En todo caso, recomenzar lo que ya ha empezando mal (baja educación, modestos espectáculos, pésimos deportes, peores funcionarios, creciente inseguridad, comunicadores impúdicos, contaminación generalizada). Intentos, pues, de volver a ciertos rangos de normalidad tras el aparente control de riesgos magnificados.

A los daños económicos, laborales y educativos ocasionados por el brote de influenza hay que añadir otras pérdidas no menos graves: autoestima, estabilidad emocional, buen humor, credibilidad en las instituciones y sus representantes, deliberada e impune quiebra de los servicios de salud públicos, y una programación radiotelevisiva cuyo desprecio por la inteligencia es bomba de tiempo. Paliativos que se sueñan soluciones; ilegalidad vuelta costumbre.

Tal vez en el futuro se recuerde esta enésima crisis como la sucesión de días en que muchos debieron quedarse en casa, resguardados de la multitud, solos o acompañados pero a prudente distancia de contactos y contagios, en la casi total inmovilidad, sometidos a la incertidumbre como única certeza y pendientes del parloteo como opción informativa.

Especialistas en admirar y mal imitar, comprobamos que la dizque ejemplar China no se anda con cuentos, que Haití prefiere morirse de hambre a ingerir frijoles influenzados, que naciones sudamericanas sí son capaces de juzgar y encarcelar a ex presidentes de la República y que Estados Unidos no pone ningún reparo en sus aeropuertos al ingreso de viajeros provenientes de México.

¿Cuánto costará a cada uno retornar a la tranquilidad arrebatada por mandato el jueves 24 de abril y devuelta por decreto el lunes 4 de mayo? Nación abatida, en el lapso de 11 días experimentamos la impotencia de no ser por órdenes superiores antes que por hechos reales. ¿Cuántos volveremos a ser los mismos, capaces de confiar sin que nos alarme que alguien tosa o estornude cerca?

Habrá que elaborar un nuevo duelo: la pérdida de unos mínimos de tranquilidad y de ver con ésta a nuestros semejantes. Persiste la responsabilidad, que es también habilidad para responder, de empezar a recuperarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno y reintegrarnos no a las falsas seguridades de empleo, gobiernos e iglesias, sino al azar de una existencia que a diario obliga a pensar y actuar diferente de como lo hemos venido haciendo.