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Piratas, puercos y peste surcan el mundo

Prohijadas por la globalización, ahora estas amenazas se vuelven contra ella

Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de mayo de 2009, p. 40

Washington, 12 de mayo. En pleno siglo XXI, piratas, puercos y peste son temas que continúan ocupando la atención en esta capital, y nadie sabe cuál es peor.

La influenza A/H1N1, primero bautizada como porcina, da la vuelta al mundo pero aquí ya hay menos alarma oficial, aunque los funcionarios y autoridades de salud advierten que no hay que bajar la guardia. Como siempre en el pasado, llegó la gran amenaza con sus fantasmas de la influenza de 1918, sólo para irse desvaneciendo; en unos meses, o tal vez un año, empezará todo de nuevo.

Los expertos aquí aún buscan el origen del brote, lo que el Washington Post llamó la identificación del puerco cero. Algunos indicios apuntan hacia La Gloria, en Veracruz, pero el precursor fue identificado en Carolina del Norte hace 10 años: la epidemia no tiene nacionalidad. Pero los expertos comprueban que el sistema moderno de granjas industrializadoras de cerdos en este país, México, Polonia y otros, es zona cero de estos brotes, y que esas instalaciones se han fundado conforme a los términos del libre comercio y las estrategias empresariales de globalización.

A la vez, otra amenaza continúa captando la atención de ésta, la principal potencia marítima de la historia: los piratas han regresado al escenario mundial.

Hace unos días, el capitán del Maersk Alabama, buque estadunidense que fue capturado por piratas de Somalia, visitó al presidente Barack Obama en la Casa Blanca. Unos días antes, el Congreso realizó audiencias sobre cómo enfrentar a los piratas, algo que no había sido centro de atención desde principios del siglo XIX.

“Lo nuevo y complejo es el rápido incremento de la piratería y la extorsión contra la navegación en la costa de Somalia –advirtió Richard Lugar–. Estos piratas, como todos los anteriores, son motivados por las ganancias”, las cuales son enormes, dijo, pues llegan a millones de dólares en una región donde el ingreso per cápita promedio es de menos de dos dólares al día.

Para enfrentarlos, indicó el veterano senador republicano, podrían necesitarse medios militares, pero también es importante entender las causas de este problema, que para él se resumen en la falta de un estado de derecho. Esto subraya un punto: la existencia de estados fallidos amenaza de manera directa a los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos, expresó.

El 20 de abril, agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y otros escoltaron a un joven, Abdiwalu Abdiqadir Muse, oriundo de ese Estado fallido, al llegar a Nueva York para ser enjuiciado en este país bajo cargos de piratería. Los abogados bromeaban con que será difícil encontrar un defensor con experiencia, ya que el último juicio de un pirata en Estados Unidos se dio hace aproximadamente un siglo.

El profesor Joseph Nevins, del Vassar College, escribe que la escena recordaba un cuento escrito hace unos 16 siglos por el teólogo San Agustín, sobre un pirata capturado por Alejandro Magno, quien le preguntó al prisionero cómo se atrevía a molestar al mar. El pirata le contestó: ¿cómo te atreves tú a molestar al mundo entero? Por lo que yo hago con un pequeño barco me acusan de ser asaltante; a ti, que lo haces con una gran armada, te llaman emperador.

Pero resulta que la historia de los piratas, como la de la influenza, a pesar de tener orígenes antiguos, también es muy contemporánea. La llamada globalización ha llevado a jóvenes de Somalia, como Muse, quienes tal vez antes podían dedicarse a la pesca, como sus antepasados, a buscar esa opción ilegal. Algunos medios han reportado que las flotas pesqueras industriales trasnacionales están acabando con el producto marino en las costas de ese país.

También el comercio marítimo ha cambiado con la globalización y la desregulación. Aunque los buques suelen ser propiedad de países industrializados, ahora cada vez más son registrados en naciones del tercer mundo (Panamá, Liberia, Antigua) para evadir normas e impuestos, y sus tripulantes suelen ser trabajadores también de países en desarrollo, sin garantías ni normas laborales, que trabajan en condiciones poco atractivas. Según Leon Fink, profesor de historia en la Universidad de Illinois, la mayoría de los marineros mercantiles son filipinos, seguidos por rusos, ucranianos, chinos e indios.

Éstos son los que se enfrentan con los piratas, los cuales no se concentran sólo en Somalia, sino también en el Mar de China, el cuerno de África y en las aguas entre Indonesia y Malasia. De hecho, según la Oficina Marítima Internacional, se registraron más de 2 mil 400 actos de piratería en el mundo entre 2000 y 2006. En 2008, 49 naves fueron secuestradas, 889 tripulantes fueron detenidos y otras 46 naves sufrieron atentados. En lo que va de este año, los piratas de Somalia ya han atacado a unas 70 naves.

Pero, al igual con la contaminación de las grandes granjas fabriles, el fenómeno de los piratas es asumido sólo como costo de operación para las empresas trasnacionales que se han beneficiado de estas políticas económicas.

Sin embargo, en momentos de crisis, cuando cunde el pánico ante el anuncio de una pandemia apocalíptica, o cuando un capitán estadunidense es rehén de unos piratas, o cuando la tasa de desempleo llega a 8.9 por ciento (con subempleo, supera 15 por ciento), la más alta en 25 años, de repente los costos de operación ya no son un detalle, sino un desastre, y millones de contribuyentes pagan esas cuentas.

Y en conversaciones rutinarias, en bromas de cómicos, e incluso entre intelectuales y algunos políticos, se discute si la mayor amenaza son los piratas o los puercos, o financieros como Bernard Madoff, quien se robó 65 mil millones de dólares, o Allen Stanford, o los altos ejecutivos de los bancos de Wall Street que desataron la peor crisis financiera desde la gran depresión y contagiaron al mundo entero.

De hecho, cuando uno habla de piratas, puercos y peste, no está claro si se refiere a los que están allá, o a los de aquí adentro.