Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de mayo de 2009 Num: 741

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marcianos
ARNOLDO KRAUS

Plinio: un precursor
LEANDRO ARELLANO

El pájaro mayor
HERMANN BELLINGHAUSEN

Noventa años de la revolución proletaria en Hungría
MAURICIO SCHOIJET

Radicalmente Rosa
ESTHER ANDRADI

Cézanne y Munch: divergencias y convergencias
HÉCTOR CEBALLOS GARIBAY

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Plinio: un precursor

Leandro Arellano

Por lo que de él recoge la historia, era un hombre de extraordinaria laboriosidad. Como otros autores de la Antigüedad que compartían su tiempo en el ejercicio de las armas y las letras, leía, tomaba notas y dictaba mientras marchaba, comía o despachaba. Si durante el día se afanaba en los deberes administrativos, de noche escribía, hurtando horas al sueño. Vivió en el siglo i de nuestra era –años 23 a 79–, cuando el helenismo tocaba a su fin y se imponía la civilización grecorromana, época en la que los escritores romanos competían y en ocasiones opacaban a sus contemporáneos griegos.

Ejerció la abogacía durante un período de su vida, sirvió en la milicia, fue consejero del príncipe y ocupó varios cargos ejecutivos –que cumplía eficaz y escrupulosamente, a decir de Suetonio– en la administración del imperio, lo que le permitió viajar a regiones y pueblos alejados de Roma: la Galia , África y la actual España. Entre sus amigos contaba a Marcial, a quien amparaba en sus recurrentes penurias. Escribió libros de historia, de gramática y de preceptiva militar, pero el trabajo por el que principalmente lo recuerda la humanidad es su Historia natural.

La enorme Historia natural es una obra en treinta y siete tomos que aspira a describir el universo, la naturaleza en sus manifestaciones animal, vegetal y mineral, e incursiona en las artes y en la vida social. Más que una obra científica, es una acumulación de datos científicos, un inventario, la compilación de una cantidad considerable de libros, que el autor adereza con sus comentarios. Su afán totalizador –heredero, al fin y al cabo, del esplendor del helenismo– lo hizo concebir la unión de todos los datos científicos asequibles de su tiempo y de sus lecturas.

No es imposible que la Historia natural sea el más ávido entre los primeros tanteos enciclopédicos, si bien Thomas de Quincey atribuye a Heródoto ese privilegio y, en su libro Enciclopedias y diccionarios (Breviario del Fondo de Cultura Económica), Alain Rey no atina a quién asignar, entre Posidonio y Varrón, tan magna distinción. Al mismo tiempo destaca a otros ilustres antecesores: Catón y Aristóteles.

Sea como fuere, la Historia natural, que en una de sus Cartas un sobrino suyo del mismo nombre –a quien también honra la humanidad– llama Investigación sobre el mundo natural, fue uno de los mayores intentos, si no el primero, por esquematizar el estudio del universo. En otra de sus Cartas, el mismo sobrino informa que la principal tarea de su tío fue anotar y extractar.

Durante la Edad Media la Historia natural gozó de extraordinaria reputación y fue referencia indispensable de sabios y estudiosos. Todo ensayo enciclopédico posterior debió tener presente aquel trabajo, y no fue sino hasta el siglo xviii cuando se estableció la enciclopedia moderna. Si en los días que corren Google y Wikipedia hacen aparecer como anticuada a la Enciclopedia Británica, nada veda que antes de un siglo se les se recuerde también a esos fenómenos de la informática como piezas de museo.

En la actualidad, historiadores y naturalistas reconocen el enorme volumen de datos que aportó al universo del conocimiento y de la ciencia, el que haya conservado una fuente inagotable de noticias que de otro modo se hubiese perdido; los especialistas le agradecen la fijación de una miríada de palabras de lenguaje técnico sobre los pájaros, los peces, los minerales, las plantas, etcétera, y los aficionados lo leemos con devoción y lealtad, a pesar de la aridez de su materia y de las falsas limitaciones de estilo que le achacan ciertos críticos. Es exagerada la fama de su estilo descuidado y su sintaxis caótica o atropellada.

El autor de La historia natural intuyó que establecía un nuevo género. En el célebre Prefacio de la Historia –que es al mismo tiempo una dedicatoria al futuro emperador Tito–, destaca que su obra es una empresa novedosa y anota las fuentes donde abrevó, igual que los índices de las materias que aborda, para que “cada uno consulte la parte que le plazca, sin tener que recorrer toda la obra”. Con humildad y sencillez –virtudes que entrañan el misterio del propio valer– anotó que aportaba más de veinte mil datos luego de haber consultado no menos de dos mil libros y de haber leído a más de cien autores, materia en la que el Oxford Companion to Classical Literature afirma que se quedó corto.

Pero no se anticipó únicamente a la creación del género enciclopédico. Es previsible que también le corresponda la paternidad de la noción de “crímenes contra la humanidad”, al reprobar el más de un millón de muertos que produjeron las conquistas de Julio César, como lo anota en la Historia. Y , por si fuera poco, quizás es también el primer ambientalista.

En el Libro ii de su Historia hace un elogio encendido de la naturaleza, llamando a la tierra madre amorosa: “Ella es de los hombres, igual que el cielo es de Dios: la que nos recoge al nacer, nos alimenta desde que nacemos... y al final nos abraza en su regazo, cuando ya somos un desecho de la naturaleza.” Al enumerar los beneficios y provechos que aporta la naturaleza, establece que la tierra nos proporciona el remedio de los males, nosotros lo convertimos en el veneno de la vida.

El hombre como el centro del universo es el núcleo de su pensamiento. “La naturaleza, esto es la vida, es mi materia”, aclara. Reprueba y condena la violencia y el abuso que el hombre ejerce sobre la naturaleza, creación providencial al servicio de la especie humana. Sabía que la naturaleza no admite contravenciones; pugnaba así porque las flores crecieran conforme a su ritmo natural y no según las leyes del mercado. Todo abuso, todo extremo, toda violencia es inaceptable.

La Historia natural no es, con todo, una obra contestataria, en su época no había escasez de recursos. Su censura se encaminaba contra quienes violentan la naturaleza y reprobaba los patrones de consumo de la Roma de su tiempo, cuyo lujo y extravagancia mostraban ya signos de descomposición. Buena parte de los conocimientos científicos que contiene hoy están superados, pero no así su propósito, sus descripciones, el valor de sus opiniones y propuestas –cuyo influjo se derramó en la Europa medieval–, así como una vasta elegancia de su exposición.

Por sus descripciones deducimos que era un agudísimo observador, que amaba los colores, los sonidos, las formas. Si es o no a él a quien se refiere Quintiliano en su exégesis sobre autores latinos, como a “uno que es el decoro y gloria de nuestra edad”, ya bastante es que se piense que de él se trata.

Su influencia en los siglos posteriores fue inmensa y no es improbable que los bestiarios, tan populares en los tiempos oscuros, y que a la fecha se siguen imprimiendo, se hayan inspirado en su zoología. Acaso por compartir con él admiración similar por sucesos maravillosos y hechos extraordinarios o monumentales, o por simple curiosidad intelectual, Borges –confeso lector de enciclopedias– lo cita a menudo. Seguramente el Manual de zoología fantástica se iluminó en la lectura de aquél.

Para un hombre que identificaba la naturaleza con la vida, el episodio de su muerte se ha transformado en leyenda. Contaba entonces con sólo cincuenta y seis años y era comandante de la flota imperial asentada en Miseno. En una más de sus Cartas, el sobrino relata cómo murió su tío, asfixiado por inhalaciones de azufre mientras observaba la erupción del Vesubio. Aquel hombrón a quien espoleó toda su vida la curiosidad, es precursor de Google y Wikipedia, de la Corte Penal Internacional, de Friends of the Earth, de Greenpeace, Sierra Club y otras instituciones. Es previsible que su Historia sobreviva a todas ellas.