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El conflicto cobró unas 100 mil vidas; hace tres años los rebeldes controlaban 15 mil km2

Los Tigres Tamiles deponen las armas; esta batalla llegó a su amargo final

Fin a 26 años de guerra

Versión de que el líder separatista se suicidó; independentistas lo niegan

Autoridades cercan a civiles desplazados mientras buscan a más combatientes en la región

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El gobierno de Sri Lanka ha ordenado a civiles trasladarse a campos de internamiento rodeados de alambre mientras inspecciona la costa noreste en busca de posibles rebeldes tamiles en el área; algunos grupos de socorro creen que los refugiados permanecerán ahí por lo menos un añoFoto Reuters
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Cingaleses celebran en las calles de Colombo la derrota de los separatistas. Las autoridades pidieron a la población ondear la bandera nacionalFoto Ap
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 18 de mayo de 2009, p. 24

Durante meses se habló de ello; se fue acercando con inexorable lentitud, contra el más salvaje de los trasfondos. Y la noche de este domingo, en la arena empapada de sangre de la costa noreste de Sri Lanka, parece que finalmente ocurrió.

Veintiséis años después de que los Tigres de la Liberación de Tamil Eelam –alguna vez el grupo insurgente más temido del mundo– emprendieron una guerra brutal en pos de una patria separada para los tamiles, reconocieron su derrota. Luego de que se informó que habían lanzado olas de ataques suicidas para repeler el ataque final de las tropas del gobierno, los alguna vez poderosos rebeldes depusieron las armas.

Tras examinar uno de los varios cadáveres recuperados del campo de batalla, el gobierno informó tentativamente que pertenecía al líder de los rebeldes, Velupillai Prabhakaran, quien al parecer se suicidó junto con varios de sus principales comandantes cuando se vieron cercados por los soldados.

“Esta batalla ha llegado a su amargo final –expresó Selvarajah Pathmanathan, uno de los principales voceros rebeldes, en el sitio web TamilNet, favorable a los Tigres–. Es nuestro pueblo el que perece por las bombas, los proyectiles, la enfermedad y el hambre. No podemos permitir que sufra más daño. No nos queda más que una última opción: quitar la última débil excusa que tiene el enemigo para asesinar a nuestro pueblo. Hemos decidido silenciar nuestras armas.”

Más tarde Pathmanathan negó la muerte de Prabhakaran y afirmó que el líder rebelde había estado detrás de la decisión de poner fin a la guerra.

El cese del fuego unilateral fue rechazado por el gobierno, cuyas fuerzas continuaron su ataque. La tarde del domingo se decía que los combates habían amenguado, aunque, como los periodistas y casi todos los trabajadores de socorro han sido excluidos de la zona de combate, resulta imposible confirmar detalles. El gobierno afirmó que los últimos Tigres estaban acorralados en una zona de 400 por 600 metros.

Las autoridades aseguraron que los últimos civiles atrapados en la zona de guerra –la ONU calculó el sábado que había unos 80 mil– habían escapado hacia el mediodía del domingo. Lo que parece seguro es que un número considerable ha huido.

“Aún están trapeando la zona, como ellos dicen –indicó Gordon Weiss, vocero de la ONU en Colombo, la capital–. Lo que sabemos es que un número sustancial de personas han logrado escapar. El gobierno dice que son 72 mil. No sabemos si han sacado a todos y probablemente pasarán varios días para que lo sepamos.”

Lo que no queda claro es la cantidad de víctimas civiles de la operación. La ONU ha estimado que murieron 7 mil y que hay unos 16 mil 700 heridos desde principios de año. Si se permite la entrada de observadores independientes a la zona, esas cifras podrían elevarse o disminuir.

Observadores apuntaron que, aun cuando la victoria militar parece segura, el gobierno tendrá el importante desafío de atender a las entre 250 mil y 300 mil personas que han sido desplazadas de sus hogares. El gobierno los está ubicando en campos de internamiento rodeados de alambre de púas para que no escapen, mientras lleva a cabo inspecciones de seguridad para encontrar posibles combatientes Tigres escondidos entre ellos y barre zonas del norte que estaban en poder de los rebeldes, en busca de minas. La mayoría de las organizaciones de socorro creen que los refugiados permanecerán en los campos por lo menos un año.

“Si uno observa los números de muertos y de personas obligadas a salir de sus casas, el precio es terrible –señaló Sarah Crowe, vocera del Unicef en la región–. Se invirtió mucho esfuerzo en ganar la guerra, pero se ha puesto muy poco en ganar la paz.”

La desbandada final de los Tigres, luego de una guerra civil que se remonta en su encarnación actual a 1983, y que probablemente costó la vida de 100 mil personas, fue aclamada este domingo por gran parte de la mayoría budista cingalesa de Sri Lanka, que celebró con fuegos artificiales en las calles de Colombo. El gobierno pidió a la gente ondear la bandera nacional.

Hace tres años, las fuerzas rebeldes controlaban 15 mil kilómetros cuadrados en el norte y el este de Sri Lanka. Todavía hace menos de 18 meses, cuando finalmente se rompió un explosivo cese del fuego entre el gobierno y los rebeldes, los Tigres mantenían una gran franja de territorio en el norte.

Sin embargo, el presidente Mahinda Rajapaksa juró destruir a los rebeldes en un año y dedicó enormes recursos a ese fin. En noviembre el ejército afirmaba estar en control de toda la costa oeste, luego de capturar la zona estratégica de Pooneryn. Poco después, en enero, el gobierno capturó la capital de facto de los rebeldes, Kilinochchi, en el norte.

Uno de los mayores desafíos para Rajapaksa será ahora llegar a un acuerdo político que integre a la minoría tamil del país. Durante años, los tamiles se quejaron de marginación a manos de los sucesivos gobiernos en manos de la mayoría cingalesa, la cual se adueñó del poder en 1948 y arrebató a los tamiles las posiciones favorecidas de las que habían disfrutado durante el imperio colonial británico.

Rajapaksa se ha dicho dispuesto a trabajar hacia ese acuerdo, pero sólo después de completar la operación militar para aplastar a los rebeldes. Al parecer, ese momento ha llegado.

Otro tema será el de cuántos Tigres permanezcan prófugos y si, como algunos analistas han sugerido, serán capaces de asestar golpes guerrilleros. Los Tigres habían advertido que, en caso de una derrota convencional, esos cabecillas se enfocarían en recursos de valor económico de Sri Lanka, amenaza indirecta a un sector turístico que el gobierno tiene esperanzas de impulsar después de la guerra.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya