Opinión
Ver día anteriorMartes 19 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Comunicación virulenta
D

esde el inicio de la infausta crisis sanitaria, magnificada en su alcance y gravedad por el gobierno debido a la ignorancia de las autoridades de Salud sobre la naturaleza y comportamiento del virus A/N1H1, criticamos en este espacio la muy mala condición del secretario de Salud como comunicador.

No se trataba sólo de esa ignorancia, que ampliaba la efectiva peligrosidad del nuevo virus, sino del desastre en el manejo de las cifras: cada reportero entendía lo que podía y la visión en conjunto de los medios era un caos.

Puede alegarse que, ante lo desconocido, era mejor pecar por exceso que por defecto. Pero es claro que no fueron calibradas en ningún momento las consecuencias –el alcance y el impacto– que fueron creadas, sobre todo hacia el exterior, con las medidas y con la forma de su comunicación. El gobierno creó un monstruo que no lo era tanto para quienes vivimos aquí, por cuanto, sin más, se nos informaba que un simple antivirus curaba la enfermedad en tres días.

Pero la imagen hacia el exterior fue la de un engendro que el gobierno mexicano no imaginó. No había, en sentido estricto, una política de comunicación que tuviera en cuenta todos los frentes y los impactos que provocaría en cada uno de ellos.

Recientemente tuve una reunión con un grupo de académicos latinoamericanos. Un argentino me explicó: venir a México, en el momento de la crisis, no era problema pese a las prohibiciones del gobierno argentino; cuestión de volar a Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, en Brasil, y ahí tomar un vuelo hacia la ciudad de México. Lo mismo podía hacerse vía Santiago de Chile, donde fueron los chilenos y no su gobierno quienes prácticamente cancelaron sus vuelos a México (unos 40 mil chilenos vuelan anualmente a distintos puntos del país).

Pero en lo que coincidía este grupo de académicos era en la imagen que recogían de sus propios entornos, lo mismo en Argentina que en Brasil o Chile, y principalmente: una imagen apocalíptica de lo que en México ocurría. Cuando Calderón pidió a la ciudadanía que permaneciera encerrada en sus casas, la lectura en el exterior fue esa: en México, para el ciudadano sudamericano de a pie, ocurría algo así como la peste bubónica del siglo XIV en Europa que diezmó alrededor de un tercio de la población. El profesor argentino, conocedor del tema, fue al grano: me explicó claramente la decisión del gobierno argentino; si México estaba en tal grado de ignorancia sobre el virus ni contaba con la infraestructura médica para examinar rápidamente a los enfermos, Argentina estaba aún en peores condiciones médicas. No tenía ni los medios para tomar la temperatura a quienes arribaban al aeropuerto internacional de Ezeiza y menos aún en otros aeropuertos. Vino el arremolino neoliberal y los alevantó. Si el gobierno argentino no hubiera suspendido vuelos hacia y desde México, la sociedad argentina –acaso una de las mejor informadas de Sudamérica, en una era de comunicación mundial en tiempo real–, habría colgado del asta bandera a la presidenta Cristina Fernández.

Estados Unidos conocía el tema y tenía información sobre el virus –que actualizó rápidamente–, debido a que, aparentemente, el bicho nació allí. De modo que sólo tomó medidas precautorias y sus medios no sólo no difundieron el monstruo que crearon las autoridades de salud de México, sino que lanzó loas y fanfarrias al gobierno mexicano. Entretanto, el gobierno no se daba cuenta del daño económico que su comunicación estaba produciendo.

Sobre la decisión política de China, continuamos sin conocer sus intríngulis: nunca suspendió sus vuelos a Estados Unidos, donde la tasa de contagio avanzaba a mayor velocidad que en México.

La decisión política de Cuba parece más clara. El gobierno de la isla tiene necesidad de hacer política interna en México. Fidel sabe la amplia simpatía de que goza entre los mexicanos. De modo que un golpe a Calderón en vísperas de elecciones, juega contra el PAN. Elementary, my dear Watson.

El pasado viernes, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos redujo el nivel de alerta para viajar a México, del estatus de Travel Warning al de Travel Precaution, lo que significa que ha eliminado la recomendación anterior de evitar viajar a México.

Según el anuncio del CDC, el monitoreo permanente sobre el virus en México, con el auxilio de las autoridades de salud mexicanas –nosotros no podemos hacerlo solos–, le ha permitido obtener una perspectiva más amplia sobre el mismo. Dice que existe evidencia de que el brote en México ha estado disminuyendo en muchas ciudades, aunque no en todas. Además, agrega, Estados Unidos y otros países están registrando un crecimiento en el número de casos que no están asociados con viajes a México. Concluye que el riesgo de enfermedad severa por el virus A/H1N1 ahora aparenta ser menor que lo que se pensaba originalmente. El Departamento de Estado, seguidamente, actualizó su recomendación a los mismos términos.

Hay aquí, creo, algunos elementos para diseñar una política de comunicación directa y en medios del exterior, para comenzar a resarcir los graves daños colaterales económicos que produjo la imprudente e impensada comunicación del gobierno.