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Tanto de Verón dio el 3-3 global; los auriazules avanzan por mejor ubicación en la tabla

Resucitó Pumas en el último instante para acceder a la final

Con dos goles en la primera parte, el Puebla había logrado remontar

Marco A. Rodríguez señaló polémico penal favorable a los Camoteros

La muralla albiceleste cayó al minuto 89

Foto
Dante López fue bien custodiado por Garrita Ortiz y Cherokee PérezFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de mayo de 2009, p. a16

La fórmula de Pumas es sufrir al límite para al final gozar. De nueva cuenta el equipo de la UNAM caminó al borde del precipicio, perdía 0-2 ante el increíble Puebla, y justo en la agonía del partido el defensa Darío Verón marcó el anhelado gol, para el 3-3 global, que dejó en Ciudad Universitaria el boleto a la gran final del torneo Clausura 2009.

Puebla rompió el guión y en 29 minutos puso a los Pumas entre la espada y la pared, y silenció al pletórico estadio México 68, pues los aficionados auriazules no daban crédito a lo sucedido.

La pesadilla comenzó al minuto uno, cuando Dante López falló, solo frente al portero Jorge Villalpando, y de manera desastrosa echó el tiro a un lado.

Para colmo, al siguiente minuto, en una dudosa jugada, el silbante Marco Antonio Rodríguez señaló la pena máxima por supuesta falta de Jehu Chiapas sobre Sergio Pérez; el mismo Cherokee se encargó de cobrar bien con disparo que entró a la izquierda del guardameta Sergio Bernal.

El empate global todavía daba el pase a los auriazules; sin embargo, el equipo del Pedregal quedó aturdido y los Camoteros tuvieron más el esférico, lo cual generó hasta cuatro tiros de esquina consecutivos para los visitantes.

Pumas realizó acciones sorpresivas, como la del minuto 19, cuando el Cachas Íñiguez recibió un largo y preciso servicio, pero se precipitó y definió pésimo. El tiro resultó muy elevado y arrancó alaridos de decepción de la cada vez más nerviosa afición local.

Los dirigidos por el hiperquinético José Luis Sánchez Solá llegaron de nuevo como empujados por la fortuna, pues el capitán Luis Miguel Noriega centró hacia segundo poste, donde Santiago Fernández dejó el balón de frente a Daniel Osorno, quien definió el 2-0 con un potente disparo, tan fuerte que hasta dobló la mano de Bernal: un golazo.

Cerca de la cabecera azul se ubicó parte de la directiva poblana, cuyos festejos encendieron la ira de varios seguidores locales, quienes intentaron agredirlos, pero intervino la policía para resguardar a los visitantes.

La última oportunidad para los de casa en ese primer periodo fue desperdiciada por Martín Bravo en remate que desvió bien Villalpando.

Para el complemento, el equipo universitario salió del vestidor convertido en una avalancha y a un primer arribo de Efraín Velarde siguió el disparo de Pablo Barrera, con oportuna intervención de Villalpando.

El Chelís apostó por defenderse; sacó a Santiago Fernández e ingresó a Manuel López; en sentido opuesto actuó Ricardo Tuca Ferretti, y ante la necesidad de un gol que le devolviera el alma al cuerpo, ingresó a Paco Palencia en lugar de Íñiguez.

Aun así, Puebla estuvo más cerca de clavar el tercer tanto al minuto 63, con un inesperado disparo frente a segundo poste de Duilio Davino, tras un tiro de esquina por la derecha; el remate fue tapado por Sergio Bernal.

Al minuto 65 Davino salió del campo lesionado en la ingle derecha y su lugar lo ocupó Orlando Rincón, quien se sumó a la muralla defensiva visitante.

Bravo no pudo desbordar por la izquierda ni Palencia encontró huecos en el costado derecho, en lo que parecía un desesperado intento de Ferretti, quien nunca los había puesto a jugar juntos.

Tuca quemó todos sus cartuchos: sacó a Chiapas y a Barrera e ingresó a David Toledo y a David Cabrera, pero los Camoteros se mantuvieron a pie firme en la defensa, con esporádicos ataques. Se jugó al filo de la navaja y el público hizo su parte: presionó al árbitro con mentadas e insultos, pero el Chiquimarco no concedió nada. La tensión se respiraba en las gradas, donde de pronto surgía el ¡sí se puede, sí se puede!, y sólo un grupo de unos 500 seguidores poblanos agitaban jubilosos sus playeras.

Justo cuando el ataque Puma se volvía la viva imagen de la impotencia y no se vislumbraban variantes que allanaran el camino, al minuto 89 emergió la figura heroica de Darío Verón.

Un centro inesperado de Toledo a segundo palo sirvió para que el defensa paraguayo apareciera como catapulta sin ningún hombre a la marca, y con un violento testarazo clavó el balón en el fondo de la cabaña.

El estadio se convirtió en un manicomio, todos de pie entonando el ¡cómo no te voy a querer!, y tras el silbatazo final, mientras los poblanos se encaminaban llorando hacia su vestidor, los Pumas fueron a aplaudir ante las porras ubicadas junto al pebetero.