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Regina Orozco actuó en el renovado laboratorio de teatro del barrio

De nuevo fluyen la magia, el gozo y la sacralidad por las calles de Santo Domingo
Foto
Alborotada y alborotadora se presentó La MegabizcochoFoto Yazmín Ortega
 
Periódico La Jornada
Domingo 31 de mayo de 2009, p. 4

Un público del barrio feliz y tumultuoso porque reabrieron su teatro: el remodelado Laboratorio de Teatro de Santo Domingo, y una artista en escena que se entregó a la gente, y viceversa: Regina Orozco, La Megabizcocho, la soprano, la actriz, la humorista, la diva en un diván amarillo, flanqueada por flores, frutas y el pianista Baldomero Jiménez.

Una Regina Orozco vestida como princesa o como hada madrina o como quinceañera, pero que se transformó en una vulgar e hilarante muñeca fea, o en un ratón también cábula que la quería junto con la escoba y el recogedor (con y sin albur), una muñeca amiga del mismísimo y fresísima Mickey Mouse, con quien, sin embargo, suele echarse unos toquecitos para alivianarse de las broncas.

Una Regina cuyo vestuario también se asemejaba al de una novia de rancho: vestida y alborotada, y alborotadora de un público que le aplaudió, le chifló, le gritó, le aulló e incluso la boicoteó, al modo exacto en que lo hizo un pinchi chamaco travieso, cuya impertinencia no pudo ser sometida por nadie, como sucedía en las legendarias carpas y cabarets.

Todo ello una noche, la del viernes pasado, en el Laboratorio de Teatro de Santo Domingo, un teatro que, luego de 14 años de fundado y cuatro de cerrado, ha dejado de ser casi un galerón para convertirse, también casi, en un espacio ideal y acondicionado para las artes escénicas con mucho más que decoro.

Un barrio cuyas casi laberínticas calles vieron fluir de nuevo la magia y la sacralidad y el gozo y el gentío de tener un teatro ahí mismo, a la vuelta de la casa, con funciones gratis, auspiciado por el Centro de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata, joya de la Unión de Colonos de Santo Domingo, surgida tras una de las invasiones urbanas más grandes de América Latina, en 1971, en el también conocido como Coyoacán Negro.

Una Escuelita, como le llaman con familiaridad, que tras colocar a la cultura como factor fundamental del cambio social, ha generado varios proyectos sorprendentes en ese barrio, ubicado a un costado de la estación CU del Metro: un mural de Daniel Manrique, la Biblioteca Elena Poniatowska, una imprenta, un periódico, una revista, 10 libros, un café-galería, la librería El Quijote, programas continuos de actos culturosos.

Entre esos logros, el Laboratorio de Teatro de Santo Domingo, derivado hace tres lustros del esfuerzo conjunto entre el barrio y el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, dirigido por María Alicia Martínez Medrano.

Poco después vendría la creación, por parte de la Escuelita, de la compañía de teatro La Chinga, esta vez de la mano de la actriz y directora Jesusa Rodríguez, con quien pusieron varias obras y se presentaron en diversos espacios de esta ciudad y del país.

Pero esa noche de viernes, las calles de Xochiapan, Canacuate y Canahutli, ésta última donde se ubica el Laboratorio, eran una fiesta, primero afuera del teatro, después adentro, y de nuevo afuera, a la salida de las más de 350 personas que abarrotaron el lugar, la mayoría, colonos de todas las edades, entre ellas el canijo escuincle que casi rebasó los límites de la interacción con una Regina esplendorosa, que interpretó y recreó más allá de los límites rolas como Bonita, Virgen de media noche, Quinto patio, La muñeca fea, Piensa en mí, Arráncame la vida y Protoplasma (Te voy a arrancar el alma con mucha calma...)

Gajes del oficio, parecía asumir en el camerino ante algunos periodistas, la generosa de carnes y espíritu –y de histrionismo y de voz– Regina Orozco, quien se mostró feliz de presentarse en ese barrio del que es vecina y que no le es ajeno, pues con ella trabaja el coordinador de esta tercera etapa del Laboratorio, el actor Roberto Cabral.

Mientras Roberto compartía la felicidad de Regina y de todos, e invitaba a los viernes de cabaret en el renovado teatro, la actriz Irma Cabral hacía lo propio y planteaba que la singularidad de este espacio es que el público vive en el barrio, lo cual es fundamental para el proyecto social y cultural de la Escuelita.

Antes, durante las tres llamadas y al final, el escritor y promotor cultural Fernando Díaz Enciso, coordinador general de la Escuelita, compartió que faltaban algunos detalles, pero que el Laboratorio de Teatro de Santo Domingo ya quería reabrir y reiniciar actividades, lo que se atestiguó ese viernes de fiesta.