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A los seguidores auriazules les asignaron una esquina sin butacas en el estadio Hidalgo

Aficionados de Pumas se quejaron de ser manoseados y tratados como delincuentes

Integrantes de La Rebel pasaron sin problemas el reten policiaco ubicado a la entrada de Pachuca

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Exhaustiva revisión a los aficionados de Pumas antes del encuentro en la capital hidalguenseFoto Notimex
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 1º de junio de 2009, p. 3

Pachuca, Hgo., 31 de mayo. A los aficionados de Pumas que asistieron a la final contra los Tuzos les reservaron una esquina sin butacas en el engalanado estadio Hidalgo, debido a los hechos ocurridos en dos partidos anteriores, cuando arrancaron y destruyeron el mobiliario.

Además, los seguidores de la UNAM se quejaron de haber sido tratados como delincuentes y de que manosearon a las mujeres al ingresar al inmueble.

Desde muy temprano las huestes auriazules iniciaron su traslado hormiga, discreto, en parejas o grupos muy reducidos rumbo a esta ciudad.

Muchos evitaron conducir automóvil y la Central Camionera del Norte, de la capital del país, se comenzó a poblar de playeras azul y oro. Una vez acá, las horas de espera se hicieron largas.

Varios aficionados llegaron a la Plaza Independencia, donde se ubica El Reloj, símbolo y orgullo hidalguense, y se recostaron en los prados para matar el tiempo.

En glorietas, restaurantes y centros comerciales se mezclaron pacíficamente los seguidores de los clubes finalistas, cada cual portando sus playeras, mientras en las avenidas principales se desplegó un ejército de vendedores de souvenirs, casacas y banderas de todos tamaños del Pachuca y de Pumas.

Las calles eran patrulladas por caravanas de hasta cuatro o cinco jeeps y camionetas con decenas de uniformados que portaban armas largas en las manos.

Unas cuatro horas antes del partido se ubicó un cerco de uniformados aproximadamente un kilómetro a la redonda del estadio, cuyo estacionamiento estaba lleno, y ya no hubo paso. Pero no sólo afuera era notoria la presencia policiaca, pues en el graderío, antes de dar acceso al público, se acomodó a más de 500 elementos de seguridad, y de plano, para evitar daños, fueron retiradas las butacas en la cabecera destinada para albergar a La Rebel, donde también se colocó un mayor número de vigilantes.

En el último partido del torneo regular, cuando los auriazules visitaron a los Tuzos, los descontrolados seguidores de Pumas arrancaron butacas, como lo hicieron un año atrás.

Algunos jóvenes con playeras de La Rebel que no se trasladaron en los siete autobuses utilizados por los grupos de animación comentaron que pasaron sin problemas el retén policial, ubicado a la entrada de la ciudad. Mostramos nuestros boletos y no hubo bronca, manifestó uno de ellos.

Antes del juego muchos pasaron a abastecerse de bebidas embriagantes en un expendio de vinos y licores, donde hicieron fila para comprar. Luego vaciaban el contenido en bolsas de plástico. En tanto, a un lado, un grupo de uniformados, indiferente, recibía instrucciones de su mando.

La molestia llegó a la hora de ingresar al estadio, pues hombres y mujeres fueron cateados, puestos de frente a la pared y palpados en tronco y extremidades.

Hubo manoseo, tocaron a las mujeres, nos tratan como si fuéramos delincuentes, expresó enojado un anónimo porrista.

Empero, a pesar de estar prohibido el ingreso de trapos, en la cabecera visitante lucieron grandes banderas con la cara del puma y debajo dos huesos largos formando una equis, el virtual escudo de la barra auriazul.

Las hostilidades verbales entre porras surgieron tras la primera goya, cuya respuesta era otra con mentada de madre, y los conatos de bronca no tardaron.

Los seguidores tuzos apenas veían cerca a alguien con los colores universitarios y estallaban con el grito de ¡fuera, fuera!. Hasta ahí se aproximaban los uniformados para invitar al acorralado espectador a cambiar de asiento.