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Rabia Balkhi fue exhibida recientemente en muestra realizada en Londres

Joya de la cinematografía afgana, salvada de ataque de talibanes

Fastuosa epopeya, narra la historia de la única reina de ese país; fue resguardada junto con 6 mil rollos por miembros del Archivo Fílmico Nacional de Kabul, en 1996

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En la historia del filme, Rabia escribe poesía sufí inflamada de alegorías eróticas, se enamora apasionadamente de un esclavo de la corte y es asesinada por su hermano en un arranque de celos. La imagen, en una población cercana a la colina donde fueron destruidos los BudasFoto Reuters
The Independent
Periódico La Jornada
Martes 2 de junio de 2009, p. 8

Londres. Menos de 24 horas después de que dos antiguos Budas tallados en una colina de Afganistán fueron volados con dinamita, en marzo de 1996, un jeep cargado de guardias del talibán, fuertemente armados, traspasó las puertas del Archivo Fílmico Nacional de Kabul con la intención de destruir lo que había dentro.

Habían acudido al llamado del mullah Omar –Los musulmanes deben estar orgullosos de destruir ídolos– y ésta era la siguiente parada de su misión de borrar hasta el último vestigio de la depravada historia cultural del país. Su objetivo: quemar miles de empolvados rollos de película del archivo.

A los nueve archivistas que estaban dentro les advirtieron que tirarían a matar para cumplir su propósito. Cuando entraron, un gran cartel islámico les dio la bienvenida y nueve plácidos archivistas les entregaron miles de rollos de película sin oponer resistencia.

Su comandante hurgó entre los archivos y quemó todas las impresiones que encontró, sin imaginar que le habían tomado el pelo. Casi 6 mil rollos de las películas afganas más preciadas estaban escondidos detrás de un muro falso levantado a toda prisa, al cual se había adosado el cartel.

Visita sorpresa

Se suponía que era una visita sorpresa del talibán, pero lo ocurrido con los Budas de Bamyan les había servido de advertencia a los archivistas, que durante la noche se apresuraron a construir el muro para preservar una pequeña parte de la historia cinematográfica de la nación. De no ser por su ingenio, todo el catálogo fílmico habría sido destruido.

Entre los rollos estaba la primera película narrativa del país, Rabia Balkhi, que relata la historia verdadera de la primera y única reina de Afganistán, quien escribió poesía sufí inflamada de alegorías eróticas, se enamoró apasionadamente de un esclavo de la corte y fue asesinada por su hermano en un arranque de celos.

Rabia Balkhi causó sensación en su estreno, en 1965, y tuvo incontables exhibiciones en cines y en televisión. Pero en 1996 ejemplificaba todo lo que el talibán temía y detestaba: una fastuosa epopeya, con una encantadora figura real que podía ser vista como la encarnación de la mujer sexualmente liberada y políticamente enardecida. Para mayor ira del talibán, su papel era representado por la pasional actriz afgana Seema, quien lucía lujosos y ceñidos atuendos, al lado de Abdullah Shadaan, también director del filme. La pareja se enamoró en el set y contrajo matrimonio poco después. (Ahora trabajan en la sección Pushto del Servicio Mundial de la BBC, en Londres.)

Durante la ocupación soviética, los mujahidines del país desaprobaron la película y en 1990 dejó de exhibirse. Tras la derrota del talibán, en 2001, persistía en el aire cierta inquietud acerca de la moralidad de la reina y, pese a que los rollos ocultos salieron a la luz en 2002, la cinta no se ha vuelto a exhibir en Afganistán, tal vez por temor a que su combinación de poesía erótica, romance y liderazgo femenino incite la reflexión sobre las reivindicaciones no resueltas de la mujer afgana actual.

Dos décadas después de su última exhibición en cine, la cinta fue proyectada recientemente en el teatro Trycicle de Londres, como parte del Festival Fílmico de Afganistán, que tiene gran significación para los cineastas de esa nación devastada por la guerra.

Siddiq Barmak, director afgano de Osama, que ganó un Globo de Oro en 2004, señaló que los archivistas también salvaron sus películas cortas en 2001. “Por desgracia el talibán capturó otras copias y quemó unos 2 mil títulos, pero eran sobre todo cintas rusas e indias. Una de las ventajas que tuvieron es que en ese tiempo el archivo no tenía energía eléctrica, así que estaba a oscuras, lo cual les permitió esconder rollos en los techos, bajo el piso y detrás del muro.

Los guardias del talibán habían advertido que matarían a los nueve colegas si encontraban una película escondida, así que esas personas arriesgaron la vida para salvar el archivo, añadió.

La tumba de Rabia se ha vuelto lugar de peregrinación. Muchas mujeres viajan a Balkh, en el norte de Afganistán, donde se encuentra su capilla. Zahra Qadir, directora del festival fílmico, relató haber visitado la capilla y charlado con mujeres inspiradas por la historia de la reina. “Muchas van allá para recordar a una mujer que fue una figura poderosa –señaló–. Su historia les recuerda que tienen derecho a llevar la vida que elijan; así se dan valor. Es un símbolo tan importante de la historia afgana, que ninguno de los extremistas se atrevió a destruir la capilla.”

El símbolo de Rabia no sólo recuerda un Afganistán ya ido, sino da doloroso testimonio de las libertades que las mujeres afganas disfrutaron alguna vez y que no han recuperado.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya