Opinión
Ver día anteriorMartes 2 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

No votar, otra campaña de miedo

Y el beneficiario es...

P

or más que se pretenda, en política no existen las casualidades. Así, mientras más se mientan las bondades de la democracia neoliberal, menos gente está decidida a ir a las urnas.

Y no se trata del éxito de los llamados a no votar o votar en blanco, se trata más bien del fracaso de un sistema que no responde en su operación a todas las bondades que la publicidad que le acompaña, prometieron.

Hay, por decirlo de alguna manera, una desilusión construida con base en el fraude y el terror. Baste recordar las elecciones de 1988, 1994 y de 2006, y aunado a ello el nivel de compromiso casi nulo de quienes se postulan a los puestos de representación popular para con la gente.

Ahora vivimos una temporada más de elecciones, y cuando menos en la ciudad de México parece un asunto totalmente alejado de la gente. ¿Votar por quién?, ¿para qué? En esta elección no se ve, por ningún lado, que quienes resulten electos puedan preparar, cuando menos, el terreno que rectifique los renglones torcidos de la política.

El proceso que viene se entiende más bien como una suerte de acomodo entre los grupos de poder que buscarán pavimentar la pista de aterrizaje para quienes dentro de un par de años estén en la pelea por la Presidencia de la República, cuando mucho, y eso no calienta los ánimos de nadie.

Es decir, se está en el entendido de que quienes lleguen a los congresos, federal o locales, no estarán en el ánimo de servir a los electores, es decir, al país, sino más bien a los grupos o a los partidos que les permiten llegar a las jugosas nóminas de las instancias legislativas.

Todo ello, sin duda, forma parte de la idea que ha venido permeando, desde hace algunos meses, la voluntad del elector. No ir a votar o votar en blanco, como forma de protesta, tal vez sea la decisión más peligrosa, quizá la que lleve a la total ruina política al país entero.

Todo lo que se sabe acerca de quienes ejercen la política es cierto, hay muchas formas de probarlo, pero por lo pronto la única manera que se tiene para cambiar el curso de lo que tanto ha dañado al país es ir a las urnas con la idea de que surgirá alguna forma de obligar a los electos a caminar por el rumbo que marque el interés general.

La propuesta de que es mejor no votar o anular el voto es la idea de quienes están en el poder. El voto que se compra será el aval de quienes intentan seguir manipulando la política para su propio beneficio. Para derrotar esa forma la única salida, la alternativa, es ir a las urnas. La sorpresa que podría dar al traste con la intención perversa es una votación fuerte y copiosa que torciera los destinos que ellos han prohijado.

Nadie podría decir que los candidatos que juegan por los colores de Andrés Manuel López Obrador o Marcelo Ebrard sean los mejores de las inmensas listas que están en suerte, pero sí podríamos señalar que de una o de muchas maneras ellos son el aval de las responsabilidades que deben cumplir esos candidatos.

No votar es, aunque parezca otro sinsentido, un sufragio por la derecha. De ese grupo provendrán los dineros que compren voluntades. Si la elección sólo se da por el voto del hambre, los próximos en sufrir el desempleo, la falta de seguridad social, la escuela mediocre y la violencia, serán los que siguieron el consejo de anular el voto o de no ir a las urnas. ¡Ya veremos!

De pasadita

Por cierto, sería muy interesante que algunos representantes de los órganos electorales, que hasta ahora para poco han servido, se dieran una vuelta por Iztapalapa, donde, se dice, hay una verdadera explosión de despensas listas a calmar la necesidad de miles de habitantes de aquella delegación, lo que no está mal. Lo grave, nos aseguran, es que esas despensas provienen de la Secretaría de Desarrollo Social federal, y su fecha de caducidad es un poco después del 5 de julio. Qué tal.