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El cineasta firmó ejemplares de Nocturna en una de las librerías más importantes de NY

En México, más que desmemoria, se vive un Alzheimer cultural: Del Toro

Es primordial que se rescaten los referentes artísticos del país, afirmó en entrevista

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Guillermo del Toro y Chuck Hogan, autores de Nocturna, firmaron libros durante dos horas, en Brooklyn. En todo momento, el jalisciense demostró su buen humor y a cada seguidor le dedicó una anécdota, un comentario o una bromaFoto Elizabeth Coll
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 5 de junio de 2009, p. a10

Nueva York, 4 de junio. Guillermo del Toro firma con un autorretrato y hace una pausa para platicar con cada seguidor que hace fila bajo la lluviosa noche, antes de entrar a la librería Barnes & Noble, en Park Slope, Brooklyn, donde el cineasta mexicano dedica su primera novela, Nocturna (The Strain).

Es la noche justa para celebrar una obra de horror, pero uno con sentido y raíces muy antiguas, no esa cosa gris que nos asalta todos los días, dice el director de Cronos.

En persona, Del Toro le quita el susto a la gente, por su trato de suma generosidad, interés genuino, amabilidad y humor sin aires de superioridad, mucho menos arrogancia… y eso que pasa ya de la medianoche y que ocurre en una librería ubicada en un vecindario de gente que sí asusta: los yuppies.

Pero estos ya se durmieron, y aquí llega otro mundo: jóvenes, estudiantes, trabajadores, aspirantes a creadores, artistas que buscan inspiración y admiradores del autor y cineasta. La sesión se prolonga por más de dos horas y el diálogo con cada uno es una invitación a jugar que ofrece asilo de la noche lluviosa.

Del Toro goza plenamente del intercambio breve, pero enfocado, y sus seguidores se llevan la imagen de un cuate que admiran, más que de alguien que ha sido reconocido como uno de los principales directores de cine y creadores artísticos de la era contemporánea.

Imaginar contra la realidad

En entrevista con La Jornada, Del Toro afirma que cada quien participa desde donde está para enfrentar la oscuridad que rodea la realidad. “No he perdido el sentido del humor… gozo, en las personas o en la calle”, abunda.

Sobre la manifestación cultural que considera más dinámica hoy día, comenta: todo lo que está vivo, donde uno halla belleza: eso puede incluir hasta los videojuegos y, aunque es muy repetido, los cómics; aunque también los cortometrajes, y todo aquello que dicen que no se debe hacer. En cuanto a música, sonríe y comenta que en su auto lleva cedes de los Beatles y José Alfredo Jiménez.

–Con todo el horror que vivimos y vemos cotidianamente, ¿por qué nos invita a ver más?

–El horror diario se supera con el imaginario, es una manera espiritual de lidiar con él. Lo trágico del horror cotidiano es que nunca llega a ser absoluto. Más bien es algo gris.

La mitología sirve para parafrasear un horror que tiene que ver con la realidad, una espiritualidad ante ese conflicto, dice.

Agrega que la narrativa (del horror) permite que cuentes lo que quieras, en lugar de algo que te cuentan por motivos que no necesariamente sabes, o sea, por otros intereses.

Para Del Toro, algo cada vez más preocupante es la desmemoria de la cultura en México, en su sentido más amplio, y con gran deleite hace un recuento de artistas gráficos, escritores y otros creadores que parecen desvanecerse en el pasado. No sólo es desmemoria, es más como Alzeheimer cultural, comenta.

Recuerda las publicaciones Duda y Los agachados, Fantomas y más, e insiste en que la labor de recuperación es tarea prioritaria en México, ya que el futuro está en jaque sin esos referentes.

La fila espera con paciencia mientras Del Toro hace su autorretrato y platica con cada seguidor que se le presenta.

Hace lo mismo menos de 24 horas después en otra de las sucursales –ésta en Union Square– de la principal cadena de librerías del país, y entre los dos actos da un sinnúmero de entrevistas para radio, televisión y demás medios.

Acaba de llegar de Los Ángeles, donde hizo sus primeras presentaciones, pero estar en Nueva York tiene significado especial, ya que la novela que ofrece se sitúa en esta ciudad.

Vampiros o no, fascinados

No se sabe cuántos vampiros disfrazados compraron una copia de Nocturna y esperaron para conversar con Del Toro y su coautor Chuck Hogan.

Para Sebastián, por favor, pide un lector. ¿Sebastián?, ése es nombre de vampiro, bromea el autor.

Una pareja con su bebé de un año se toma la foto con él. Otro le cuenta que es escritor y rapero.

Del Toro agradece a cada uno por esperar en la lluvia. Un hombre, de baja estatura, barriga y barba, medio bromea: “¿No necesitan extras en la película? (Del Toro se encuentra trabajando en El Hobbit, en Nueva Zelanda, donde vivirá durante los próximos tres años)”, a lo que el director responde: pues, sí te puedo ver como enano. Si logras llegar a Nueva Zelanda, te disfrazas como paisano de allá y órale.

Otro admirador le regala un dibujo, y le explica que trabaja en DC Comics, una de las principales editoriales de historietas del país.

Del Toro la revisa y exclama: ¡Eres un artista!. Una y otra vez le expresan agradecimiento por sus películas, y cada quien le dice cuáles son sus favoritas: El laberinto del fauno, Hellboy, El espinazo del diablo o Cronos; él les ofrece una o dos anécdotas sobre la filmación de esas cintas.

Alguien más lo felicita por el subtitulaje en inglés de El laberinto del fauno; explica que él hizo el texto en inglés y, por otro lado, que se desesperó con la traducción de El espinazo del diablo, para cuya segunda versión él también redactó los subtítulos en inglés.

A la mesa de autógrafos llega temblorosa, pero con entusiasmo, una seguidora mexicana: No sé qué decir, y, en efecto, se queda muda. Para tranquilizarla, Del Toro le dice: A ver, empecemos con tu nombre. ¿Cómo te llamas? Violeta, responde la fan. El cineasta firma el libro y dice: Ya ves, no estuvo tan mal; ni lágrimas ni sangre.

Dos mujeres le cuentan que están haciendo una película en Brooklyn, pero que no encuentran suficientes actores latinos. Del Toro afirma que hay enorme talento en México, y propone que abran la frontera: Hay que traer más actores mexicanos para acá.

A la librería llegan guatemaltecos, panameños, mexicanos y estadunidenses; todos expresan su fascinación por las obras del jalisciense.

Él le pregunta a un peruano dónde están los mejores restaurantes de su país aquí, en Nueva York. El joven le comenta sobre uno, y el director advierte: A ver si está bueno, voy a ir. Si no, te mando la cuenta, cabrón.

Unos jóvenes dicen que son guionistas, y que piensan mudarse a Los Ángeles, ya que aquí no encuentran trabajo. Del Toro les advierte que Los Ángeles no es necesariamente la mejor opción. Ir a Los Ángeles como guionista es como ir a una discoteca y no ligar.

Las bromas y juegos sorprenden a algunos, pero todos se protegen con el libro de la oscura madrugada neoyorquina, en la que cualquier cosa puede suceder. Tal vez es uno de los regalos de Del Toro a sus admiradores: la valentía frente al horror gris.