Opinión
Ver día anteriorViernes 5 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Adiós José Luis
J

osé Luis González Chagoyán, José Luis, como cariñosamente lo llamábamos sus amigos, quien fue pionero del sicoanálisis en México y líder indiscutible de la especialidad en sicoterapia de grupo, dejó de existir el martes de la semana pasada a los 93 años de fructífera vida.

Al salir de la funeraria del ISSSTE, donde fue velado, una extraña sensación me acompañaba. Captaba detalles que no suelo registrar, como la circulación automovilística que se espesaba, una fina lluvia que daba al cielo destellos azules en medio de los franeleros que estacionaban y entregaban automóviles de milagro y el olor a las fritangas de las banquetas que daban el toque citadino al adiós al maestro de generaciones que tanto amó a la ciudad.

Fue José Luis un original sicoanalista, dueño de una extraordinaria intuición y agudeza a veces inconsciente, expresadas sencillamente, que daban luz a sus analizantes y alumnos, tornándose trascendentes. Esa capacidad de colocar en un lenguaje coloquial la profundidad de un pensamiento pacientemente cultivado. Necesidad de volcar las abstracciones de la teoría sicoanalítica sobre las tensiones humanas en un habla directa, clara, desnuda en el momento preciso, ni un segundo antes ni uno después.

Ese sicoanálisis que se suele expresar en forma teórica, cerebral, desnuda de afectos, en José Luis se traducía en contacto amoroso por la intensidad y poder de intuición que penetraba a los analizados y se quedaban grabados. Su funeral fue expresión de lo que comento, un desfile permanente e interminable de pacientes, ex pacientes, colegas y alumnos abatidos por el dolor de su pérdida.

Seguramente su experiencia en los grupos de sicoanálisis atemperaron su carácter bravío y lo tornaron paciente. Cualidad en la que insistía con sus comentarios didácticos. José Luis fue mi maestro y durante los pasados 20 años compartimos conocimientos y experiencias en un grupo de estudios –los primeros sábados de mes– y a su muerte lo que me asaltaba eran sus frases relativas a la paciencia como una cualidad invaluable del sicoanalista.

Al concluir su peregrinar en la vida después de pasar por la Fa-cultad de Medicina, su formación sicoanalítica en Buenos Aires, Argentina, la creación de la Asociación Psicoanalítica Mexicana y la de grupos, las clases, confe-rencias, congresos y su consultorio, se encontró con la muerte de la que tanto habló, relativa a la pulsión de muerte. El juego espectral con la muerte. La última transformación de la angustia en la angustia de muerte.

Esa huella con la que nacemos y que en José Luis estaba marcada por la humildad y un contacto humano que lo llevaba a preocuparse y a averiguar por el otro hasta los más ínfimos detalles. Deja como herencia sus reflexiones e impresiones y quizá el origen de lo que oscuramente llamamos belleza. Este sábado José Luis ya no asistirá a nuestro grupo de estudios. El primero en llegar a las siete de la mañana tocado con su gorra gris torera, su chamarra roja a cuadros, oliendo a limpio y recargado en su mexicano bastón que le daba ese algo de gracia inconfundible que lo singularizaba.