Opinión
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Manuel Arroyo: rebelarse contra la violencia
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Menny Arroyo no pudieron protegerlo los 10 mil efectivos militares que dice el gobierno de Calderón hay en Juárez. Tampoco pudieron salvar la vida de Alejandro Irigoyen y Gerardo González sus compañeros universitarios. Ni pudieron evitar la desaparición de las también alumnas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Lidia Ramos y Mónica Janeth Alanís. Antes, las ejecuciones en esta frontera parecían no tener ni rostros ni nombres, hasta trataron de vendernos la idea de que se estaban matando entre ellos. Ahora, cuando la muerte llega a quien fue nuestro alumno, o maestro, o compañero o compañera es más claro que nunca que el Estado mexicano falla todos los días en su obligación de resguardar la vida de sus gobernados.

Manuel Arroyo Galván, investigador, facilitador del aprendizaje, como le gustaba que le llamaran, fue acribillado la tarde del 29 de mayo en un concurrido crucero de Juárez. De auto a auto, con armas largas y cortas por un comando que huyó de inmediato. Ejecución típica del crimen organizado. Como las otras 11 que ocurrieron ese día y las 91 de todo mayo. A pesar de los miles de policías y soldados con capuchas, ametralladoras y tanquetas que pululan en este Juárez aterrado.

Licenciado en sociología por la UACJ, maestro en desarrollo regional por el Colegio de la Frontera Norte, doctor en sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana, Menny era una excelente muestra de la calidad de la militancia cristiana de liberación y de la universidad pública. Esas dos, tan combatidas ahora por los partidarios de la religión uncida al poder y de la ciencia sin compromiso.

De familia proveniente de Durango, como muchas de Juárez, Menny vivió en una colonia popular de la periferia. Ingresó desde muy temprano a la Juventud Obrera Cristiana. Ahí abrevó la disciplina en el análisis crítico de la realidad y la urgencia del compromiso con los pobres. Militó también en las comunidades eclesiales de base que en Juárez, como en otras partes del país, han sido semillero de cuadros bien formados para el movimiento popular.

Todo eso lo enfocó a la carrera de sociología de la UACJ, de la que fue alumno fundador. Lúcido, crítico, alegador, sin perder nunca la referencia a su pueblo, Manuel fue madurando como investigador y como docente.

Ni la maestría en Tijuana ni el doctorado en la UAM lo alejaron de su querida frontera. Siempre volvía a su realidad de pobreza, de maquila, de violencia, más armado para analizarlas mejor, para intervenir en ellas y transformarlas. Demostró que el rigor y la excelencia académica que lo llevaron al segundo nivel del Sistema Nacional de Investigadores no están reñidos con la causa de emancipación de los trabajadores y los pobres urbanos.

Ciudad Juárez es explotación maquilera, desorden urbano, anomia, violencia del crimen organizado, violencia doméstica. Pero también es comunidad viva que genera sus propios anticuerpos para sanarse. Menny era una muestra de ello. Contra la carencia de servicios y atomización social en las colonias, surgen organizaciones como la popular independiente. Hay pandillerismo y drogadicción entre los jóvenes, pero hay iniciativas, como CASA, que les brinda alternativas de socialización y esparcimiento. Existe el terrible feminicidio, pero hay grupos de mujeres que lo denuncian, atienden a las víctimas e inciden en las políticas para prevenirlo. Hay invasión o pobreza cultural, pero también hay grupos de intelectuales y artistas que promueven un pacto por la cultura para producir y difundir cultura desde la frontera. Menny algo tuvo que ver en todos estos esfuerzos.

Por eso Juárez no se conformó con las demandas, así fueran enérgicas, de justicia para los universitarios asesinados y las universitarias desaparecidas, que emitió la UACJ. Por eso Juárez manifestó su despertar el miércoles 3 de junio cuando universitarios, luchadores sociales, intelectuales, artistas, gente de colonias populares y hasta dos que tres empresarios se manifestaron en una nutrida marcha silenciosa por el esclarecimiento de los asesinatos de universitarios, por la desmilitarización y contra la violencia. Denuncian un operativo conjunto, que ni opera ni es conjunto. Denuncian la inutilidad de la presencia de soldados en las calles, así como los atropellos que cometen. Como universitarios, con datos y análisis demuestran lo idiota que es una estrategia que quiere hacer presente al Estado sólo con militares, cuando no se hace presente con desarrollo social, cultura, educación y salud.

Manuel Arroyo, luchador social, académico comprometido. Produjo ciencia y lucha desde los trabajadores, desde los pobres, desde el sur. Con su pensar, su investigar, su enseñar y su actuar se rebeló al lado de muchos como él contra la anomia de la modernización salvaje. Con su labor aportó a construir sociedad, densidad social, iglesia de los pobres, organización de los trabajadores, mundo de diversidad. Los balazos que segaron su vida no podrán apagar la creciente rebeldía social contra la violencia.