Opinión
Ver día anteriorMartes 16 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

El Trife, más allá de las cifras

En Iztapalapa, tinglado de intereses

E

l asunto de Iztapalapa tiene una lectura de advertencia, un mensaje desalentador para el votante, y una sentencia en contra de Andrés Manuel López Obrador o Marcelo Ebrard, cualquiera que sea el candidato a la Presidencia de la República por la izquierda: las elecciones no importan, sólo podrá ganar aquel que sirva al poder neoliberal. Para eso existe el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

No es fácil entender por qué desde una gran cantidad de grupos políticos de la izquierda, y no, la lectura de la decisión de lo que antes conocíamos como Trife, parece tan catastrófica, pero a la luz de los datos las tesis parecen confirmarse.

Desde luego, primero debería recordarse que el triunfo en la elección interna del PRD para la candidata Clara Brugada era casi un hecho aun antes de la elección, primero porque Iztapalapa está convertida en un cacicazgo que heredó el poder delegacional casi sin la intervención de la gente o incluso del mismo PRD, lo que se convirtió en un hartazgo para los habitantes de aquella pobre delegación.

Los signos de la derrota caciquil ya se habían expresado. En la otra contienda interna perredista, la de Alejandro Encinas contra Jesús Ortega, los votos en Iztapalapa fueron a favor del primero, aunque Ortega sea la cabeza de la tribu que ejerce el cacicazgo. Habrá que tener en cuenta que para que Ortega se hiciera del poder perredista también tuvo que operar un organismo ajeno al partido.

Por eso se auguraba, desde varios ámbitos partidistas, la derrota del cacicazgo. El recuento de los votos sólo confirmó aquella percepción. Tanto el PRD como el Instituto Electoral del Distrito Federal, donde operan varios simpatizantes de Nueva Izquierda, aceptaron el triunfo de Clara Brugada. Al final tuvo que ser el Trife el que la despojó.

El uso del calificativo proviene de la descripción de lo sucedido en ese tribunal. Se sabe ya que las formas, es decir, la sentencia tardía y la decisión inusual a altas horas de la madrugada, ponían en el terreno de lo irregular la actuación del organismo.

Sin embargo, fue el cómputo de la votación lo que obligó al calificativo. Nueva Izquierda había pedido que se anularan 26 casillas en las que acusaba una serie de anomalías que podrían determinar su anulación. Así fue. Los votos de esas casillas, numeradas, desaparecieron del cómputo general, pero ni así se podía dar el triunfo a la candidata de Nueva Izquierda.

Los votos a favor de Clara Brugada seguían siendo muchos más que los que obtenía Silvia Oliva. Entonces, sin que nadie lo pidiera, por sus pistolas, digámoslo así, los miembros del tribunal decidieron anular otras casillas, tantas como fueran suficientes para arrebatarle el triunfo a Brugada.

Y entonces, en uso de sus facultades o no –ese análisis ya se hace en otros ámbitos–, decidieron anular otras 21 casillas, es decir, de la elección se borraron los sufragios de 47 centros de votación. Los números dijeron entonces que el cacicazgo había triunfado por un poco más de 700 votos, nada más.

Pareciera que los miembros del tribunal no tendrían otro objetivo que corregir, sin mayor interés, los renglones torcidos de una elección, pero todo el mundo sabe que ahora, en la política, se juega con dados cargados, y en esta elección las sospechas de parcialidad se alimentan de todo un tinglado de intereses que se juegan en Iztapalapa.

En el PRD se advierte en todos los lugares que René Arce, el compañero sentimental de la candidata impuesta por el Trife, y cabeza de los chuchos chicos, ha cerrado acuerdo con Acción Nacional, principalmente, para favorecer con sus fuerzas a los candidatos azules en delegaciones de mayor importancia como Coyoacán, Cuajimalpa, Miguel Hidalgo y Benito Juárez, cuando menos, siempre que se respalde la candidatura de Silvia Oliva.

De ser así, la decisión del tribunal, más allá de lo técnico tramposo, tendría la explicación de la intervención clara del poder, y a ese tribunal sólo lo mueve, dicen algunos, un poder, ¿adivinen cuál? Por eso Iztapalapa significa algo más que la elección interna de un partido político. Se juega también el color del vestido con el que caminará el DF hacia 2012. Ni hablar.

De pasadita

Será el sereno, pero no hace falta tanta publicidad para invitar a los ciudadanos a sufragar el próximo 5 de julio. Las decisiones de los organismos electorales parecen decir en el hecho que el voto es un mero trámite, y que los ganadores ya están decididos. Ojalá y no sea así.