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El abanderado del PT a delegado de Iztapalapa dice que fue consultado sobre la propuesta

Por el bienestar de la gente cederé la jefatura a Brugada si gano: Juanito

Confía en dos factores para triunfar el 5 de julio: la Virgen de Guadalupe y su lucha en la zona

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Rafael Acosta, conocido en el barrio como Juanito, es el candidato del Partido del Trabajo a jefe delagacional de Iztapalapa. Aquí, durante la entrevista con La JornadaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Jueves 18 de junio de 2009, p. 36

Más claro que muchos de sus compañeros de partido, Juanito, como se conoce más a Rafael Acosta, y quien podría llegar a ser jefe delegacional de Iztapalapa, no considera como un infortunio ceder su lugar a la perredista Clara Brugada, sino como un aporte al movimiento lopezobradorista y al bienestar de los habitantes de esa demarcación.

Surgido del barrio y del esfuerzo, Juanito ha llegado a ser entrenador de futbol, actor fugaz de películas de ficheras, gestor, mesero, líder de comerciantes, Barrabás y Gestas en el vía crucis de Iztapalapa, y luchador social metido metido hoy en la política, donde a lo largo de los 15 años anteriores ha enfrentado persecuciones, golpizas y hasta un atentado con armas de fuego, en el que perdió a uno de sus hijos, Andrés Ricardo, de 23 años.

No sé si fue porque estuve denunciando a los hijos de Marta Sahagún, a los Bibriesca... no lo sé... No sé si fue por ahí, pero mi hijo la pagó, detalla el candidato del PT a jefe delegacional de Iztapalapa.

En entrevista con La Jornada, Juanito no suelta su pequeña banda elástica tricolor –la misma que portaba en la cabeza en el mitin del martes pasado, mientras estaba junto a Andrés Manuel López Obrador–, la juega entre los dedos y, apenas ve la cámara fotográfica, se la lleva a su cabeza, pues simboliza la lucha contra el espurio Calderón, y continúa narrando el actual capítulo de su vida que lo catapultó a una insospechada popularidad.

Último de 20 hermanos, Juanito precisa el origen de su sobrenombre: “así me conocen desde hace 30 años, y fue porque de más joven, cuando mis hijos tenían siete u ocho años, formé un equipo de futbol; de 15 niños que llegué a reunir, 11 llevaban, como coincidencia, el nombre de Juan. A ese equipo le iba a poner Cruz Azul, pero mejor le puse Los Juanitos. De ahí empiezan todos a conocerme como Juanito. La casa de usted la bautizan como la casa de Los Juanitos, y ahí empieza la historia de Juanito, explica.

Sin las tablas de los políticos experimentados, repite cada pregunta que se le hace antes de contestar. “¿Que cuánto llevo en la política? 15 años. Empecé con la Nueva Izquierda, empecé a trabajar con el grupo de René Arce, Víctor Hugo Círigo, Silvia Oliva, Horacio Martínez y Chucho Ortega, entre ellos, y hago mucho trabajo social en Iztapalapa”.

Detalla que su salida no sólo de esta corriente, sino también del PRD, se dio a finales del año pasado, “por la traición que se comete contra el compañero Alejandro Encinas, cuando le roban la candidatura y se la entregan a Ortega. Renuncié para no estar con los traidores de Chucho Ortega y todos los que han apoyado al espurio Felipe Calderón, y me voy al PT, donde me abren las puertas”.

Su celular suena insistentemente, y ya cansado del ruido opta por contestarlo. Al sentir el flash de la cámara alza el dedo pulgar en señal de triunfo.

Juanito se define lopezobradorista hasta el tuétano y asegura que ha ido a todas las movilizaciones, marchas y protestas a las que el perredista ha convocado, por eso asegura que una vez que triunfe en Iztapalapa cederá su lugar a Brugada, porque es parte de la lucha que ese movimiento impulsa. Asegura que fue un opción que previamente se le consultó.

Confía en que buena parte de su triunfo será gracias a dos factores: a la Virgen de Guadalupe, a quien ya se encomendó, y a su lucha por la gente, aun cuando pueda sufrir las mismas consecuencias de aquel marzo de 2007, cuando, luego de burlar la vigilancia, se metió a Palacio Nacional, donde gritó a Felipe Calderón: estás matando al pueblo de México de hambre, seguido de adjetivos subidos de tono. “Eso –dijo– me valió una golpiza que me tuvo una semana en el hospital Rubén Leñero. Pero ahí seguimos.”