El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro Robles, sostuvo ayer que José Emilio Pacheco es una indiscutible muestra de porqué la máxima casa de estudios, porqué nuestro sistema público de educación superior, porqué las instituciones públicas son tan grandes y tan maravillosas.

En la figura de este escritor se sintetiza la argumentación y no hay forma de escapar de ella, subrayó el funcionario, en lo que para muchos fue un mensaje político en respuesta a la petición de la Secretaría de Hacienda para que las instituciones públicas de educación superior recorten de forma voluntaria su presupuesto.

Esas palabras sirvieron de igual forma para que Narro Robles clausurara el homenaje que la UNAM y la Universidad Autónoma Metropolitana rindieron a José Emilio Pacheco con motivo de su cumpleaños 70 y por la obtención del Premio Reina Sofía de Poesía.

El acto tuvo lugar en el Instituto de Investigaciones Filológicas, y en su transcurso el homenajeado lo mismo se dio tiempo para ser bromista que para revelar secretos, hacer públicas algunas de sus frustraciones y refrendar su gratitud a su esposa, la periodista Cristina Pacheco.

Antes leer un breve discurso, el escritor aclaró que le gustaría despejar dos inquietudes lanzadas al aire durante la ceremonia protocolaria.

Una tuvo que ver con uno de los tantos mitos en torno de su persona: la supuesta autoría de un famoso bolero, aspecto que fue puesto sobre la mesa por la escritora Rosa Beltrán, titular de Literatura de la UNAM.

Esa es una de mis frustraciones: me gustaría mucho haber escrito letras de canciones, libretos de ópera o comedia musical, pero no tengo ese talento.

Aclaró que esa canción es en realidad de un músico de principios de siglo, Emilio Pacheco: “No sé en qué momento la gente me achacó esa pieza. Ya en muchas estaciones dicen, ‘y ahora la hermosísima canción Presentimiento, del inspirado compositor y poeta José Emilio Pacheco’. Eso ha servido para que muchos me digan que no me han leído, pero que les gustan mucho mis canciones”.

En su discurso, el autor explicó porqué rechaza ser llamado maestro: Lo que soy, y lo demuestro, es un perpetuo estudiante. Para no recibir el título del fósil mas fósil de todos los fósiles, mi medio siglo de relación con la UNAM podría resumirse en dos palabras que Goya puso al pie de uno de sus grabados: sigo aprendiendo.

José Emilio decidió concluir sus palabras y leyó una serie de poemas de sus dos libros más recientes. El acto concluyó como comenzó: con una cálida, estremecedora, estridente y prolongada ovación, de pie, al autor.