Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La joyita de Manzanares
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ace cerca de una década escribimos una crónica en estás páginas sobre una auténtica joya arquitectónica que se encuentra en el castizo barrio de La Merced: la capillita de Manzanares, aclarando que en este caso el diminutivo no es sólo por cariño, sino que corresponde fielmente a las dimensiones del inmueble. De origen oscuro, lo único que se sabe con certeza es que data del siglo XVIII, que su estilo es el llamado churriguera-mexicano y que su diseño corresponde al de un gran templo, con sus dos torrecitas con sendas campanas, detalle extrañísimo, tratándose de capillas que no tienen esa concesión, ya que Manzanares (es el nombre de la calle) no tiene advocación conocida; en el altar principal se venera un antiguo Cristo crucificado, acompañado de dos imágenes estofadas de muy buena calidad. Con cupo para sólo tres filas de bancas, para cuatro personas cada una, tiene, sin embargo, su coro alto, marcos de cantera bien labrada y todos los ornamentos propios de un gran templo

A imagen de las iglesias de importancia, tiene su cúpula con tambor. Su pequeña fachada es primorosa, con sus elegantes columnas estípites, y un par de exquisitos ángeles custodiando una cruz, todo ello además de otros hermosos adornos, finamente labrados en cantera plateada.

Esta belleza se encuentra en lo que se podría considerar la parte más brava del barrio; está rodeada de fondillas con rocolas, en donde bailan, con los posibles clientes, las gallas, apelativo con el que se denominaba en el siglo XVI a las ahora llamadas sexoservidoras. A unos pasos se encuentra el célebre callejón de Manzanares, donde se pasean un buen número de gallas, rodeadas de muchos varones, viendo el espectáculo con gran parsimonia. Esto sucede a todas horas del día y la noche.

Curiosamente la capillita de Manzanares –también conocida como de los ladrones– está abierta a todas horas, nadie la cuida y nunca le ha faltado nada, está impecable de limpia y es sin duda uno de los templos más bien atendidos de la ciudad. Siempre tiene flores y la pintura interior y exterior está impecable.

Hasta hace unos meses la zona estaba muy deteriorada en todos los sentidos: urbano, arquitectónico y humano. Ahora ha llegado hasta aquí la remodelación que desde hace ya varios años está llevando a cabo el gobierno capitalino y el rumbo presume pavimento y aceras nuevas, mobiliario urbano, fachadas restauradas y anuncios renovados. Sin perder su añeja vocación como zona en la que se ejerce el que se dice el oficio más viejo del mundo, se siente otro ambiente e invita el paseo. Hay mucho que visitar además de la soberbia capilla: el impresionante claustro del antiguo convento de La Merced, que bautizó el barrio, la Casa de la Alhóndiga que también alojó a la del Diezmo, la Plaza del Aguilita, en donde muchos afirman que se encontró el águila posada sobre el nopal y, por supuesto, el templo de la Santísima, otra joya única del barroco mexicano, obra del notable arquitecto del siglo XVIII, Lorenzo Rodríguez, autor también del Sagrario de la Catedral.

Ya en el rumbo, en la calle de Regina 160, se encuentra el Restaurante-Bar Chon, en donde el famoso Fortino Rojas sigue preparando exquisiteces prehispánicas: tortas de ahuautle (hueva de mosco acuático), los jumiles (chinches de monte), acociles (camaroncitos de agua dulce), flores de crisantemo, gusanos de maguey, huitlacoche, ancas de rana, venado y muchas más, además de platillos mexicanos mestizos como unos ricos sopes o una sopa de migas. De postre: capirotada, flan de chicozapote o pastel de amaranto.

Por cierto que Faustino vive enfrente de la capilla de Manzanares y los ingredientes para las viandas que ofrece en Chon los compra fresquísimos cruzando la avenida Circunvalación, en el impresionante mercado de La Merced, en donde encuentra todo, de todos lados del país y uno que otro producto del extranjero.