Opinión
Ver día anteriorLunes 29 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Detrás de los números
E

n los primeros tres meses de este año la actividad productiva en México cayó a una tasa anual de menos 8.2 por ciento de acuerdo con los datos del Inegi. Las cifras registradas de la producción industrial, la petrolera y las exportaciones posteriores a ese lapso siguen siendo altamente negativas.

Si tomamos como referencia las proyecciones del crecimiento para 2009 publicadas en junio por la Unidad de Inteligencia de The Economist, de menos 7.1 por ciento, o bien, las de la OCDE (junio 24) de menos 8 por ciento, que son números tan buenos como cualquier otro, la recesión es realmente muy profunda.

Las estimaciones del comportamiento de la economía se basan en las actividades registradas en las cuentas nacionales, es decir, conforme a ciertos criterios establecidos y comparables en el tiempo y a escala internacional también.

Pero no hay un cálculo de la proporción de las actividades que no se registran, como pueden ser los movimientos de recursos del narcotráfico, la informalidad y el contrabando.

Así que la medida de la evolución del producto interno bruto es cada vez una observación más imprecisa, que no sólo reduce el conocimiento de las fuerzas que mueven a la economía, como el consumo, la inversión, el empleo, etc., sino que igualmente repercute de modo adverso en la definición e instrumentación de las políticas públicas.

En el caso de la informalidad, por ejemplo, se puede estimar que abarca a 27 millones de personas de un total de 45 millones que constituyen la población económicamente activa. ¿Cuánta de esta actividad se expresa en los registros del producto y cómo se manifiestan en la compleja red de las relaciones económicas?

En todo caso el análisis que se hace de las transacciones en los mercados, del empleo o la ocupación, del conjunto del financiamiento, de los criterios de gestión de la política monetaria para fijar los precios clave de los créditos, es decir, las tasas de interés, o del tipo de cambio del precio con el dólar e incidir en la inflación y para definir las medidas que atañen a los ingresos y los gastos del gobierno federal y del sector público en general, se hacen sobre los datos generados conforme a los criterios antes señalados.

La impresión es que se atiende a un entorno que es cada vez más nebuloso y en el que se pierden las articulaciones que conforman la determinación de los precios y las cantidades en la miríada de mercados existentes. Del mismo modo afecta las decisiones que toman constantemente los consumidores e inversionistas en una situación de alta desigualdad del ingreso y de la riqueza y, por consiguiente, de las oportunidades.

La caída reportada del gasto de consumo privado de 9 por ciento en el primer trimestre (la mayor desde el primer trimestre de 1995) se asocia con la reducción de los ingresos, y puede estar ligada también a la incertidumbre y la prevención de la gente ante un escenario adverso como el actual. Un dato al respecto es que las ventas comerciales en abril cayeron 15.7 por ciento al mayoreo (la reducción más grande desde noviembre de 1995) y 5.8 al menudeo.

El gasto en inversión también ha caído a una tasa de menos 7.6 por ciento en los tres primeros meses del año. No obstante hay quienes advierten la existencia de una demanda para comprar empresas con problemas –lo que quiere decir que hay liquidez en algunos sectores para este tipo de operaciones.

Pero de esto no se desprende que la crisis no sea grande, sino que se aplica un criterio básico de costo de oportunidad. Si los rendimientos en dólares, en bonos del Tesoro estadunidense son prácticamente cero y los que se obtienen de los Cetes están bajando cada semana y su rendimiento real es negativo (luego de descontar la inflación), quiere decir que aunque el retorno esperado de esas compras sea muy bajo en términos nominales es, en cambio, muy alto en términos reales.

La interpretación sobre las condiciones económicas del país hoy, y de la evolución esperada en los años siguientes, no puede confundirse con las oportunidades de negocio que hay en ciertos sectores y para algunos inversionistas.

Las observaciones parciales no pueden generalizarse. Los efectos más amplios de esta crisis sobre la sociedad son ya y serán muy grandes. Los mismo ocurre en cuanto al desgaste de la estructura productiva y la capacidad competitiva del sistema económico. Ese es el entorno sobre el cual no se está actuando ni desde la política pública ni desde el sector financiero ni del empresarial a gran escala en el país. La historia la repetimos y cada vez es menos tragedia y más farsa, sin admitir que este es ya otro escenario económico y social aquí y en todas partes.