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Golpe de Estado en Honduras

Micheletti rechaza el plazo de la OEA: somos un pueblo soberano y pido se nos respete

Zelaya, dispuesto a morir, ser encarcelado o volver a gobernar

Marchan miles en apoyo al presidente por calles de la capital y varias ciudades del país

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Partidarios del presidente Manuel Zelaya exigieron ayer la restitución de éste en el gobierno durante una marcha en TegucigalpaFoto Reuters
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Periódico La Jornada
Jueves 2 de julio de 2009, p. 22

Tegucigalpa, 1º de julio. Apenas se conoce el ultimátum de la Organización de Estados Americanos (OEA), que da 72 horas a Honduras para restituirlo en su cargo, el depuesto presidente Manuel Zelaya llama a los líderes de las organizaciones que apoyan su regreso en las calles de todo el país. El dirigente que recibe la llamada pone el altavoz de su teléfono para que todos escuchen: Estoy dispuesto a tres cosas, dice Zelaya. Primera, a ofrendar la vida, si a ese extremo quieren llegar los golpistas; segunda, si soy capturado, iré a la cárcel, y tercera, estoy dispuesto a volver a la casa presidencial si el pueblo me lleva de vuelta.

Las frases de Zelaya las repite de memoria uno de los líderes presentes durante la llamada, quien añade que, para ellos, el plazo de la OEA se cumple este sábado a las cuatro de la mañana. El presidente sólo nos dijo que volverá el fin de semana, sin precisar día u hora, confirma Rafael Alegría, dirigente de Vía Campesina.

Mientras miles de hondureños marchan por las calles de esta ciudad, en la manifestación más grande de las convocadas por quienes demandan el regreso de Zelaya, el presidente nombrado por el Congreso, Roberto Micheletti, rechaza el plazo de la OEA frente a un grupo de periodistas: Somos un pueblo soberano y pido que se nos respete, dice.

Respaldo en provincias

Los apoyan con manifestaciones en Choluteca, El Progreso, La Ceiba y Puerto Cortés, pero sólo en el frente interno tiene algo de respaldo.

Condenado el golpe por la comunidad internacional, enfrentado a sanciones económicas y con la amenaza de recorte en la ayuda militar estadunidense (cosa que afectaría a los militares formados en la Escuela de las Américas), el nuevo gobierno se apaña de otras fuerzas: Somos cristianos los hondureños y tenemos fe en que Dios no nos va a desamparar, dice Micheletti.

El diputado liberal Wenceslao Lara comparte la idea y va más allá. Citado por la prensa local, asegura que haber echado al traidor de la presidencia de la República traerá muchas más bendiciones a este país: Hasta vamos a clasificar al mundial de Sudáfrica (si se piensa que es chiste, recuérdese la Guerra del Futbol, que enfrentó a Honduras con su vecino El Salvador).

El rudo del equipo es, sin embargo, Enrique Ortez, un veterano diplomático nombrado canciller por Micheletti, quien ha llamado chusma a quienes apoyan a Zelaya, y también el encargado de atajar el último intento de negociación de la OEA antes de utilizar, por vez primera, la llamada Carta Democrática para excluir a Honduras del organismo: La soberanía no se negocia, nosotros no estamos negociando absolutamente nada.

El gobierno instalado por los militares insiste también en que presidentes y funcionarios de organismos internacionales que acompañen a Zelaya podrán entrar al país, pero que él irá derechito a la cárcel.

Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador

Los zelayistas se reúnen en las inmediaciones de la casa presidencial y luego van a la oficina de la OEA y al Congreso. Es la marcha más grande desde el golpe, y una respuesta a la concentración del martes, donde los partidarios del golpe mostraron un músculo más fuerte.

Derrotado en los medios del mundo con las imágenes de soldados y policías enfrentando a los manifestantes, el nuevo gobierno deja que la marcha transcurra sin vigilancia policiaca.

Los mirones, en las aceras y los edificios, son prueba de la división del país. Algunos hacen señas obscenas, unos más cierran sus comercios. Pero la otra mitad les lanza gritos de aliento y les aplaude.

Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas, dice el cartel que se pasea por toda la marcha, no otra cosa sino el artículo tercero de la Constitución de la República de Honduras.

Al llegar a la oficina local de la OEA la marcha se hace fiesta. ¡O-E-A!, gritan miles de voces. Los más jóvenes tocan tambores y bailan agarrados de las manos. ¡O-E-A! La paradoja hondureña, porque ¿cuándo se había visto una marcha de izquierdas con la OEA de heroína?

La marcha de los zelayistas se suma a bloqueos de carreteras y protestas en otras ciudades del país que, con excepciones, no existen en los medios locales, para los cuales, por supuesto, no hubo golpe de Estado sino, cuando mucho, un relevo obligado del presidente de la República.

La propuesta de plebiscito

“Que se someta a consideración del pueblo hondureño, mediante el plebiscito convocado, organizado y dirigido por el Tribunal Supremo Electoral y supervisado por los organismos internacionales y regionales y observadores independientes, la restitución de su cargo al ciudadano José Manuel Zelaya Rosales, mediante la simple pregunta de o No”.

La propuesta es de Ramón Custodio, un médico que documentó a fondo asesinatos y torturas perpetrados por las fuerzas armadas hondureñas, con el apoyo de la CIA, en los años 70 y 80.

Hoy, Custodio va en su segundo periodo como Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (con un estatus similar al de la CNDH) y fundamenta su propuesta en la ley especial sobre referéndum y plebiscito recién aprobada por el Congreso.

Se trata de la primera propuesta que se escucha entre los hondureños para una salida negociada, pero vista la dureza del gobierno de Micheletti frente a la presión internacional, se ve difícil que prospere.

Custodio, uno de los adversarios de Zelaya en los últimos meses, dice que su interés es contestarle a los pueblos del mundo, que sepan aquellos que nos condenan que aquí se vivía con alguien intransigente que no atendía razones jurídicas, ni éticas, ni políticas, por lo que el diálogo se volvió imposible.

En una frase, que el mundo no entiende lo que pasa en Honduras, porque no ha vivido todo el proceso.

–¿Nadie puede opinar sobre una matanza en África porque no ha estado ahí?

–Usted como mexicano conoce la doctrina Estrada, el principio de no intervención.

Custodio insiste en que su propuesta es una salida posible, que es una respuesta a los pueblos del mundo y un vehículo legítimo para anular a los violentos.

Acusado por organismos no gubernamentales de no hacer nada, frente a las restricciones a las libertades de tránsito y los ataques a la libertad de expresión, Custodio se defiende: Si mando a mis procuradores a las marchas los agreden, los golpean.

Desde que estalló la crisis, sin embargo, le pidieron que interviniera, por ejemplo, para localizar a la canciller Patricia Rodas, a quien daban por desaparecida. Resultó que estaba en México, dice.

Custodio no tiene ninguna duda de que Zelaya pretendía instalar un congreso constituyente al día siguiente de su encuesta sobre la cuarta urna, sin más pretensión que relegirse. En esta Constitución tenemos el principio de la no relección, que tomamos de ustedes los mexicanos, dice, sin soltar el librito.

Ahora que le reprochan haber abandonado sus posturas de antaño, Custodio replica: Yo no he cambiado, soy enemigo del autoritarismo, sea de derecha o de izquierda.

Es difícil saber si hace 30 años hubiera definido el toque de queda como lo hace ahora: Es una leve limitación del tránsito público.

No aguantan la semana que viene

A partir del sábado podría regresar Zelaya. Es el punto de quiebre del conflicto, el tema que mantiene la tensión en una ciudad que, durante el día, mantiene la normalidad. Los soldados ya volvieron a los cuarteles, dicen en el gobierno, afanados en vender la idea de que sólo salieron para echar al presidente Zelaya. Pero ayer, el mitin de los adversarios tuvo como estrella al general que echó al presidente en ropa de cama, y los militares siguen presentes aquí y allá, en la custodia de todas las instalaciones oficiales consideradas estratégicas: los ministerios, el Congreso, la casa presidencial, la empresa eléctrica.

Mientras se aprietan las últimas tuercas de una negociación que aquí en Honduras parece imposible, los dos bandos preparan sus baterías para el eventual regreso de Zelaya. El Frente de Resistencia dice estar listo para acompañar al presidente desde el aeropuerto mismo. El gobierno engorda el expediente judicial de 18 cargos, más lo que se acumulen. Dirigentes de Vía Campesina y populares se aprestan a acompañar a Zelaya en su retorno. Un avión traerá desde Managua a líderes de El Salvador, Costa Rica, Colombia, Brasil, Guatemala y Nicaragua. Los organizadores quieren que la aeronave sincronice su aterrizaje con la llegada de Zelaya.

La llegada de Zelaya mantiene en vilo al país, pero no es un hecho que ocurra necesariamente el fin de semana. Ellos pueden aguantar las 72 horas, dice Rafael Alegría, uno de los principales dirigentes de la resistencia. Pero sin duda no aguantan toda la semana que viene.