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BRIC se escribe sin M
C

on este título, de ahí las comillas, Alejandro Nadal publicó en La Jornada el 31 de enero último un cuidadoso análisis de este cuarteto de economías emergentes y explicó por qué no era factible añadirle la quinta inicial. A mediados de junio, en una cumbre que no ha recibido la atención que merece, los jefes de Estado o de gobierno de los cuatro países se reunieron en Yekaterinburgo, formalizando de este modo la existencia de un nuevo grupo, surgido a principios de siglo de la imaginación de un analista de prospectiva de una entidad financiera privada: Goldman Sachs, algo maltratada por la crisis.

No es el BRIC la única agrupación internacional a la que pertenecen sus cuatro integrantes. Rusia forma parte del Grupo de los Ocho, que, antes de incorporarla, se autodesignó y actuó de hecho como consejo de administración de la economía mundial y la sumó finalmente más por su poderío nuclear que por su ponderación económica. Como se sabe, consciente de su influencia declinante en la economía global y de la consecuente menor eficacia y legitimidad de sus decisiones, el G-8 invitó a los líderes de cinco economías emergentes a estar presentes en los márgenes de sus cumbres anuales, a emitir algunas opiniones y asumir ciertos compromisos que le interesaban, en materia de apertura de mercados y de cambio climático, por ejemplo. Los otros tres BRIC –Brasil, China e India– forman parte de este G-5. ¿Y los otros dos? Ni México ni Sudáfrica fueron invitados a Yekaterinburgo. En diversas ocasiones, el gobierno de México proclamó que se le incluiría y, al respecto, Calderón ha persistido en formular previsiones bastante risibles respecto del rango que, según él, México ocupará entre las economías del mundo. Ahora que el nuevo grupo se institucionaliza, se confirma que BRIC se escribe sin M.

La emisión, con plenas formalidades, de una declaración conjunta de los cuatro líderes no permite dudas acerca de la institucionalización del BRIC. Ésta se manifiesta también en la intención expresada de fortalecer su colaboración al amparo de ese formato y en el anuncio de que en 2010 volverán a congregarse, esta vez en Brasil. De mayor importancia es el hecho de que el BRIC haya decidido encuadrar sus acciones en el ámbito del G-20, que desde finales del año pasado ha asumido el papel de organización multilateral coordinadora de las respuestas globales a la crisis, por cierto aún pendientes de formular en lo esencial. Para completar su filiación en el mundo multilateral, el BRIC reconoce la importancia de la sesión especial de la Asamblea General sobre la crisis, celebrada la semana pasada en Nueva York. Habida cuenta de estas dos referencias, es en extremo significativo que el Comunicado de Yekaterinburgo no aluda, en ningún momento, al G-8. Quizá pueda decirse que el BRIC concibe que las respuestas globales a la crisis deben adquirir legitimidad política universal en las Naciones Unidas y especificidad funcional y operativa en el G-20. Con todo, sería prematuro escribir el obituario del G-8 y de su adlátere, el G-5.

En cuestiones de sustancia, debe advertirse la importancia que el BRIC atribuye a la reconstrucción institucional de las finanzas mundiales. En el comunicado, se enumeran cuatro principios que, a su juicio, deben caracterizar a una arquitectura económica y financiera global ya reformada: a) un proceso de adopción e implementación de decisiones democrático y transparente en las organizaciones financieras internacionales; b) bases legales sólidas; c) compatibilidad de las actividades de las instituciones nacionales de regulación financiera y las de los órganos internacionales normativos, y d) prácticas fortalecidas de gestión de riesgo y de supervisión. No es necesario ir más allá de la lectura de estos principios para hallar una de las razones de por qué México no fue invitado a Yekaterinburgo. Hace casi tres años apoyó y se benefició de un tímido intento ad hoc de corregir el desalineamiento de las cuotas del FMI, que fue objetado por, al menos, dos de los cuatro BRIC: Brasil e India. Esta operación, que se concentró en sólo cuatro países, fue denunciada por su insuficiencia, su selectividad y la escasa transparencia con la que fue manejada. En ese momento, en lugar de defender la representatividad y transparencia de las decisiones y presionar por una revisión amplia y significativa del sistema de cuotas, México decidió aceptar el plato de lentejas de un incremento casi infinitesimal de la que le corresponde. Hay otra diferencia, que basta mencionar con brevedad: tras las decisiones del G-20 en abril en Londres respecto de los recursos del FMI, hay en este momento dos tipos de miembros: los que ponen a disposición del Fondo recursos para ampliar el rango y alcance de sus operaciones y los que reciben recursos del Fondo para aliviar sus insuficiencias financieras. ¿Será necesario explicitar a cuál de estos tipos pertenece Brasil y a cuál México?

En su comunicado, al reconocer que los mayormente afectados por la crisis son los países más pobres, el BRIC reitera su compromiso con los objetivos del Milenio y, en especial, llama a los países avanzados a cumplir su compromiso de dedicar siete décimas del uno por ciento de su ingreso nacional bruto a la asistencia oficial al desarrollo. No recuerdo con precisión desde cuándo estas demandas dejaron de formar parte del lenguaje de la diplomacia económica mexicana. ¿Desde que ingresamos a la OCDE para tener el honor de ocupar el último lugar en prácticamente todos los ranking que la organización divulga? Parece que queda bastante claro por qué BRIC se escribe sin M.