Opinión
Ver día anteriorSábado 4 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
De caníbales y ladrones
C

omo todo mundo sabe, los oscuros caníbales se comen a los blancos, desde siempre. Esa trama de película barata y racista pretende vender la idea contraria. A esos aborígenes infrahumanos, los humanos pueden comérselos, pueden despojarlos, esclavizarlos, matarlos. La resistencia colonial a reconocer como humanos a los invadidos pretendió eso: justificar cualquier crimen en nombre de la civilización.

Hasta llegamos a pensar que ese truco era cosa del pasado, pero la realidad nos dice que esa burda trama siempre ha estado viva, aunque disfrazada, disimulada, clandestina. No son tan antiguas las películas de ese corte, desde las del viejo oeste hasta las de las guerras actuales heredaron tal genoma. Y la vida es peor, ningún indio puede pensar por sí mismo, siempre van azuzados por perversos extranjeros, por insanos mentales, por intereses oscuros, por terrorismos destructores de la civilización. Es lo mismo que decir que no son gente de verdad. Se les puede expropiar su territorio porque no lo explotan como blancos, se les pueden sembrar delitos, tomarlos como chivos expiatorios, se les puede torturar hasta la muerte, al cabo son caníbales.

Está sucediendo lo mismo ahora, no hay que salir de casa para constatarlo, ni hay que pensar en Palestina o Guantánamo. Durante este año de 2009, lo sabemos, lo sufren los mapuches en Chile, los awá en Colombia, los naso en Panamá, aguarunas y huambisas en Perú... y en México múltiples pueblos indios en Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Michoacán, estado de México, Jalisco... y Chihuahua. Las masacres, las intimidaciones, las parcialidades de la justicia, son abominables. Se justifican con el mismo derecho de explotar recursos y devastan del mismo modo al planeta. Los pueblos indios que se conciben como cuidadores de su mundo protestan y reclaman lo suyo, por tanto, no hay duda, son terroristas, son caníbales.

El día 18 de junio El Heraldo local publicó una nota De la Redacción que inicia así: Años de discriminación han sufrido los habitantes mestizos del ejido de San José Baqueachi en el municipio de Carichí por parte de la comunidad indígena, tras la intromisión de una abogada que dice pertenecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Detallar los hechos reales sería muy largo. Baste decir que el caso no es nuevo, que desde finales del siglo pasado se ha buscado enmendar fallas de origen, que sólo los indígenas eran ejidatarios y que es un caso en tribunales desde hace años, que se ha llamado dos veces a negociar para conformar el censo básico incluyendo a los mestizos, pero algunos no han aceptado tal diálogo. Da la impresión de que se trata de ver quién es dueño y manda, y que no debieran estar ahí los indios. La invasión y la discriminación históricas han sido en todo caso las contrarias y no es del EZLN la abogada.

El día 22, en la sección Sociedad y cultura, también firmado De la Redacción, a plana completa, apareció otro artículo titulado: Tarahumaras eran caníbales. El texto es atroz, sin respaldo crítico alguno resulta macabro y ramplón.

Recuerdo un relato que escuché cuando llegué a la Tarahumara hace 45 años, en el que los malvados indios robaban a los niños blancos y los mataban para comérselos. No se sabía de algún caso concreto para probar aquello, simplemente eran así los indios. Aquello justificaba lazar indígenas para violarlas, la usura de préstamos en especie, comprar una tierra por un kilo de sal y tantos otros abusos que aún se usaban. La intención de los autores de tales notas no importa, lo que impresiona son las coincidencias en el decir, en las causas y los despojos, en el anonimato práctico de lo dicho, simplemente así son los indios, eso se dice.

Y regresando a lo de los caníbales, hay que preguntarnos quiénes resultan serlo hoy, el turismo o los invadidos, las mineras o los envenenados, las represas o los desalojados, las guarderías o los niños, los partidos o los ciudadanos, el narco o sus cautivos, las policías o los contestatarios, el ejército o los muertos, los gobiernos o los de abajo... y en fin, la avaricia o los depauperados.

En todos los casos se trata de entidades abstractas, anónimas a las que se acogen algunos avaros para comerse a la gente real, legalmente, disimuladamente, anónimamente.

Esto, que va sucediendo por todo el país, y más allá de él, tiene visos de ser una velada campaña mediática, sin fundamentos pero agresiva, que anuncia cosas peores por venir.