Opinión
Ver día anteriorSábado 4 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los innegables avances democráticos
M

ucho ha avanzado nuestro país en materia de democracia, desde los tiempos en que el presidente en turno decidía quien le habría de suceder en la silla presidencial, utilizando el entretenido juego de los tapados, con el que lograba ocultar por el tiempo necesario a su elegido, haciendo creer que varios tenían la posibilidad de sucederle y que sería el partido el que finalmente tomaría la decisión.

Desde luego no era la única imposición, había otras de menos jerarquía incluyendo las de los gobernadores, senadores y diputados del partido, de hecho, viendo lo que sucede hoy, me imagino que aquella no era una ocupación divertida para el gran tlatoani, conociendo la calidad de los personajes que aspiran a todo este tipo de puestos. Me imagino que el señor de Los Pinos debía cumplir estas responsabilidades propias de su cargo con bastante enfado, tratando de cumplir compromisos con los sectores del partido y con otros intereses de los diferentes grupos políticos en turno, para llevar la fiesta en paz.

Es cierto decir que algunos presidentes no pudieron imponer a sus candidatos preferidos, tal fue el caso de Miguel Alemán y Carlos Salinas de Gortari, cuyas preferencias se inclinaban de manera bastante clara por Miguel Alemán y por Carlos Salinas respectivamente; el primero, al ver que no se podría salir con la suya, se inclinó por un primo suyo, bastante limitado por cierto, llamado Fernando Casas Alemán, que tampoco fue bien aceptado por diversos sectores y personajes políticos, por lo que el entonces presidente se vio forzado a optar por su secretario de Gobernación, Ruiz Cortines. En el caso de Salinas, sus segundas opciones, Luis Donaldo Colosio y Manuel Camacho Solís, tampoco fueron aceptadas por sus colaboradores cercanos, el primero cuando fue eliminado a balazos, el segundo, cuando esos mismos colaboradores lo responsabilizaron del crimen.

En tiempos modernos las cosas han sido diferentes; tomemos por ejemplo, el caso de Fox, que más que imponer al siguiente presidente, estaba más bien pensando, según se sabe, en abdicar en favor de su esposa, lo cual es totalmente diferente. Lo que sí es un hecho es que viéndose imposibilitado para imponer a su favorito, Santiago Creel, se le ocurrió imponer exitosamente a Andrés Manuel López Obrador, como candidato del PRD en una forma realmente ingeniosa: amenazando con desaforarlo para meterlo a la cárcel. El éxito sobrepasó todas las expectativas, convirtiendo a López Obrador, de figura secundaria, en el hombre idóneo para la presidencia, una especie de mesías, con varios millones de fans.

Ya metido en esa historia, su siguiente paso fue dejarse llevar por la sabia mayoría de su partido, darle el visto bueno al hombre seleccionado por las cúpulas del mismo y ofrecerle todo su apoyo para lograr una elección de Estado, utilizando todos los mecanismos de poder a su alcance, para imponer al nuevo presidente. Para esto colaboró el PRI con bastante responsabilidad, substituyendo las antiguas decisiones del presidente en turno, por otra en la que el presidente del partido, designó como candidato al presidente del partido, sin tomar en cuenta sus nulas posibilidades de éxito. La imposición del presidente de la República en 2006 fue un caso desde luego aislado. Los procesos electorales para designar candidatos a las gubernaturas, presidencias municipales y puestos del Congreso ya no son definidos por un sólo hombre, ahora son seleccionados por las cúpulas de los partidos, que se desgreñan entre sí para lograr el acomodo de grupos y lealtades, para lanzarlos a las campañas políticas, bastante distintas a las que se hacían hace 30 o 40 años.

En aquellos tiempos las campañas políticas se hacían sabiendo quién iba a ganar y quien iba a perder y eso no tenía chiste, pero ello, las campañas se equilibraban con algo de incertidumbre en lo que sucedería después de ellas, esto les devolvía su atractivo, ello era especialmente interesante en el caso de las campañas presidenciales y por las gubernaturas, porque en esas campañas se escuchaban proyectos novedosos, se discutían ideas, el país entero se daba la oportunidad de soñar un poco y de generar una esperanza de cambio. El tiempo de una campaña presidencial, permitía hacer diagnósticos del estado de la República en sus diferentes ámbitos, por parte de especialistas que esperaban conquistar al candidato con sus ideas y proyectos, la atención pública se centraba en lo que sucedía en la campaña, porque allí se definía el futuro inmediato de la nación. En menor grado, algo similar ocurría en las campañas a las gubernaturas.

Hoy en cambio las campañas son mucho más divertidas, porque ya no requieren perder el tiempo en cosas tan aburridas como pensar en el futuro del país, o en resolver determinados problemas, cuando sabemos que eso lo resuelve el mercado y en última instancia lo deciden en otros países por nosotros. De esta manera, las promesas de los candidatos se las puede llevar el viento y a quién le importa, lo que interesa es que los eslogans y la presencia de los candidatos sean atractivos, algo así como Peña Nieto, dicen las mujeres. A mí lo que más me gusta es la frase inventada por los publicistas del PRD. ¡así sí!, que importa de que hablen, si así sí. Seguramente por eso, en algún momento Winston Churchill dijo que La democracia era la peor forma de gobierno, excepto todas las demás. Ofrezco una disculpa por haberme distraído de mi tarea de seguir planteando mi propuesta de proyecto de nación.