Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de julio de 2009 Num: 748

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Por qué menos es más
RICHARD MEIER

Esperábamos...
ANDREAS KAMBÁS

José Emilio Pacheco y los jóvenes
ELENA PONIATOWSKA

Carta a José Emilio Pacheco, con fondo de Chava Flores
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Michael Jackson (1958-2009)
ALONSO ARREOLA

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

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Cinexcusas
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La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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Descoyuntados

Hace tres años, el nombre de Gerardo Naranjo sonó fuerte en el ámbito cinematográfico debido a la muy agradable sorpresa que para el cine nacional significó la irrupción de Drama/Mex (2006), primer largometraje de ficción de este cinerrealizador oriundo del estado de Guanajuato. Estrenado en la Semana Internacional de la Crítica en el Festival de Cannes ese mismo año, luego de lo cual transitó por una cincuentena de festivales internacionales, ese primer filme naturalmente generó elevadas expectativas respecto de lo que Naranjo pudiese proponer de ahí en adelante. Apenas concluida tan prolongada ronda festivalera, el guanajuatense puso manos a la obra en Voy a explotar (2008), que sería su segundo largo, mismo que se estrenó comercialmente en estos días y que, según se vea, responde a dichas expectativas en mayor o menor escala.

Tal como lo hiciera en Drama/Mex, el director aborda una vez más el ámbito adolescente y vuelve a hacerlo privilegiando los puntos de vista que de ahí emanan. A diferencia de aquélla, de la que podría decirse que en ella se ejecuta una suerte de ejercicio coral, Voy a explotar ofrece desde un principio una mirada que se reconcentra en los dos personajes principales –llamados Maru (María Deschamps) y Román (Juan Pablo De Santiago)– y se dedica concienzudamente a exponerlos, en el más amplio sentido de la palabra: son ellos, a cuadro durante la mayor parte del tiempo, quienes llevan el peso de la historia; son ellos, en tanto personajes, quienes tienen a su cargo la responsabilidad de ser vehículos eficientes de una trama, portadores de una historia prediegética que explique sus respectivos trayectos hasta el punto en el que arranca la historia; son ellos, finalmente, en quienes actoralmente descansa la tarea de empatar con el espectador en éste o aquel plano, sea emocional, psicológico, etecé.


Gerardo Naranjo

Maru-Deschamps y Román-De Santiago son, pues, lo que una pareja protagonista ha sido y será siempre, cinematográficamente hablando; nada innovador se ha planteado aquí al respecto. La innovación, si quiere usarse tal palabra, consiste básicamente en dos recursos, que Naranjo hace funcionar juntos de muy buena manera: el primero, una anécdota reducida casi a la más mínima expresión, consistente en poco más que un “me voy de la casa” tan adolescente como el acné, sólo que aderezado con la sorpresa de que la fuga no es tal, en el sentido geográfico, pues Maru y Román sencillamente se esconden en la azotea de la vetusta casa paterna de él. Sorpresa rápidamente revelada en la cinta, puesto que el desarrollo ulterior –así como la efectividad dramática– depende por completo de que el espectador esté al tanto, desde luego que a diferencia del resto de los personajes, dados a la tarea de buscar a los adolescentes fugados.

El segundo recurso del director, loable como pocos, consiste en haber depositado su confianza en un par de adolescentes que no son una pareja de bonitos tipo Amar a morir, ni una bonita y un feo estilo Amarte duele, sino un par de simples y comunes feos, como hay tantos, que funcionan de maravilla en los papeles que se les asignaron, es decir, los de un par de jóvenes poco adaptados a su medio –escuela, familia–, bastante poco capaces de comunicarse, incómodos incluso consigo mismos, y que ya no son ni aquellos jóvenes airados que buscaban el cambio social y lo creían posible casi que a punta de puro escuchar Inti Illimani y Quilapayún, ni los típicos y poco definidos rebeldes sin causa que ponían en el copete, la moto y la chamarra de cuero sus esperanzas todas, y que tampoco parecen ser los simples neonihilistas noventeros que van acabando nada más en pasto del piercing, el más negro de los rímeles y el cabello largo cubriéndoles medio rostro.

CHAVIZA VS. MOMIZA

Acorde a estos tiempos, de Drama/Mex a Voy a explotar, Naranjo transitó del diálogo –mínimo pero existente– entre adultos y jóvenes, a la incomunicación prácticamente absoluta. La momiza de Voy a explotar, representada estupendamente por los padres de Román –Daniel Giménez Cacho en el papel de un antológico politiquillo con ínfulas y Rebecca Jones en un papel de madre valemadrista que le va estupendo–, no sabe ni entiende ni se da cuenta de nada pero, en una jugada magistral del director, esto es así porque, en el fondo, no hay nada que saber o entender, lo mismo para la chaviza que para la momiza, descoyuntados unos de otros, cada uno sumido en sus propio mundo insulso.

No será contado aquí, pero lástima el final elegido para una película osada y vigorosa.