Cultura
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La agrupación se fundó en 1884, y hoy día no tiene sede, instrumentos ni partituras

En grave descuido, la Orquesta Típica de la Ciudad de México

Las carencias no son tan graves, señaló Eduardo Clavé, funcionario de Cultura del GDF

 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de julio de 2009, p. 7

La Orquesta Típica de la Ciudad de México (OTCM), una de las agrupaciones musicales más antiguas del país, subsiste desde hace muchos años en condiciones deplorables, sin una sede fija, sin estabilidad laboral ni sueldos decorosos para sus integrantes.

Así denunciaron miembros de dicho conjunto, quienes en entrevista con La Jornada detallaron los problemas que deben enfrentar, los cuales, según ellos, eventualmente podrían causar la desaparición de la orquesta, fundada en 1884.

Ya en 2005, los integrantes de la OTCM habían denunciado ante las autoridades capitalinas el mal estado en que se encontraba la agrupación, lo que los llevó a suspender actividades por más de dos años y medio, tiempo en el que se declararon en asamblea permanente.

Luego de varias rondas de negociaciones, en medio de las cuales se llegó a temer por la subsistencia del grupo, los atrilistas volvieron a los escenarios hace alrededor de un año y medio.

En ese momento, y debido a la presión que ejercieron los músicos, las autoridades lanzaron una convocatoria para sustituir por concurso de oposición a los miembros que ya se habían jubilado o retirado, y otorgar esos lugares como plazas definitivas, luego de un periodo de observación de medio año.

Sin embargo, esas condiciones nunca se cumplieron, y desde entonces hay 43 personas –la mayoría jóvenes– que laboran en la orquesta con contratos temporales de seis o siete meses, a quienes además se les paga con retraso o de manera incompleta, explicaron miembros de la OTCM, quienes solicitaron el anonimato.

No hay condiciones para ensayar, no hay sede fija, ni partituras, ni promoción, ni instrumentos. Siempre nos dicen que no hay recursos, por problemas administrativos, y no sabemos cómo resolverlos o a quién dirigirnos. Nosotros queremos hacer un trabajo digno, pero no se puede, lamentó uno de los músicos inconformes.

La orquesta, surgida con la intención de rescatar obras e instrumentos mexicanos tradicionales, como el salterio, el bandolón o la marimba, ahora tiene que deambular de un lado para otro en busca de lugares de ensayo, y sin tener plena seguridad de que recibirán íntegramente su sueldo de 5 mil 200 pesos al mes.

Pese a tener un repertorio de más de 900 obras, muchas de las cuales fueron escritas ex profeso para la OTCM, las autoridades no le dan el lugar que se merece. Hemos solicitado que se le declare patrimonio cultural del país, porque cumplimos con todos los requisitos, pero nadie nos ha hecho caso, tercia otra de las integrantes de la orquesta.

El descuido de la agrupación es tal, aseguran, que incluso su colección de partituras está en riesgo por negligencia, ya que nadie se ocupa de ponerlo en orden, lo que ha permitido el extravío de archivos únicos. La gente está a punto de claudicar, y el nivel de la orquesta ha bajado mucho, lamentan.

Han recuperado su dignidad

En respuesta a dichos señalamientos, el director de divulgación de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (GDF), Eduardo Clavé, aseguró que a partir de esta administración se le empezó a brindar un mejor trato a la OTCM, si bien admitió que todavía persisten muchos problemas y rezagos.

Antes de la llegada de Elena Cepeda de León a nadie le interesaba la orquesta, pero su gestión hizo que recuperaran la dignidad. Hay interés especial de la secretaria por que vuelvan a tocar, aunque todavía tenemos muchos problemas por el presupuesto.

El funcionario aceptó que ha habido dificultades para otorgarle al conjunto un espacio de ensayo, pero dijo que ese problema estará resuelto en septiembre, y consideró que las carencias no son tan graves, a pesar de la terrible cortedad de recursos.

Clavé estimó que al lidiar con el ego de varios artistas siempre hay problemas, pero también consideró que es justo y normal que los músicos alcen la voz.

No sólo estamos en la disposición de escuchar a los inconformes, es nuestra obligación. No hay la menor intención de dañarlos, al contrario, ahora sí los estamos atendiendo.