Opinión
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Astillero

(Casi) todos pierden

El retorno de los brujos

Se cumple profecía bimbo

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EN LA URNA. El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, al emitir su voto durante la jornada electoral del domingoFoto Notimex
E

l cuento más corto de la política mexicana: cuando despertó, el PRI había vuelto. Dinosaurismo reciclado mediante el proyecto de exportación de mapaches que llevó a Enrique Peña Nieto a convertirse en el mecenas electoral de varias entidades, aunque, candil de la República y oscuridad del estado de México, en el propio corral del copete gaviotón habría exhibición de catálogo de las mañas, abusos y delitos que se cometen en el Nuevo Fraude Patriótico, el que dice pelear contra la derecha felipista para imponer el Retorno de los Brujos Alquimistas y Gastalones.

La resurrección del PRI tramposo es la derrota del calderonismo bisoño (y de la izquierda dividida y confusa, pero de ello se hablará párrafos más delante). El dueto de cantantes trágicos integrado por Felipín y Germanzón no supo ni siquiera interpretar con buen oficio los tangos internos. En Nuevo León, por ejemplo, Los Pinos impuso a Fernando Elizondo, dividiendo al panismo estatal y abriendo el camino para la continuidad de Salinas y Nati. Y los gobernadores priístas de Sonora, Campeche y Colima mantenían anoche en empate los sueños expansionistas de la banda políticamente infantil de Los Pinos, que a estas alturas podría ser llamado Las Penas. En Querétaro y San Luis Potosí, que son otros de los portafolios de inversión del montielista Quique Precandidato, el tricolor habría recuperado terreno, gane o pierda específicamente esas gubernaturas.

Ni siquiera en el San Lázaro soñado tuvo éxito el felipismo (que para soltar lastre del buque a pique deberá echar a los tiburones al pendenciero Martínez). Según los primeros resultados disponibles, el PRI y el Partido Verde Teledictadura (Pa’verte) formarían la mayoría de la Cámara de Diputados (falta ver la manera en que se repartan las plurinominales para determinar si llegan a tener la mitad de las 500 curules), de tal manera que el calderonismo ha cumplido las profecías trágicas de Mister Bimbo (mejor conocido como el señor Servitje): el ocupante de la casa gubernamental del rumbo de Chapultepec tendrá un derrumbe político virtual, incapacitado para impulsar reformas o diseñar políticas, atado a una bancada conjunta (el PRI futurista, el Verde centavero y las atrincheradas Televisión Azteca y Televisa) que le venderá carísimos los favores legislativos. Pobrecito señor presidente, dijo el gran panadero para describir a quien se mantiene al frente del aparato institucional mexicano, en palabras que hoy cobran vigencia.

En el nuevo diseño de la casa del horror político ha tenido buena responsabilidad la izquierda, dividida cuando menos en dos segmentos: los chuchos colaboracionistas y el lopezobradorismo indeciso y electorero. Los primeros han visto bajar sus números financieros oficiales (menos votos, menos recursos económicos disponibles), pero tendrán múltiples vías de compensación (el crimen, paga). El movimiento de los cívicamente resistentes, por su parte, se ha perdido en la defensa de siglas presuntamente necesitadas de salvavidas y ha dejado correr el tiempo sin decidirse a romper con las formas funestas del perredismo institucional, permitiendo que la guerra de desgaste en su contra haga efecto y sin ofrecer alternativas confiables al electorado proclive a una lucha de verdadera izquierda. El resultado concreto que se ha visto en los números oficiales de la elección de ayer es la pérdida de peso numérico y político de la izquierda, frente al avance del priísmo ideológicamente amorfo, pero electoralmente eficaz. Triste espectáculo será ver al lopezobradorismo participar en las próximas tertulias manipuladas que buscarán reconciliar a las partes perredistas en pugna, en un anunciado esfuerzo de arreglos en la intimidad que pretenden reinstalar en el mismo carril negociado a los Chuchos, al movimiento encabezado por AMLO y a los Cárdenas, con el jefe de esta Familia Michoacana como garante de los pactos unitarios y con la posibilidad de que alguien de la familia, el padre o el hijo, se asomen como aspirantes a conducir la nueva etapa de la izquierda electoral reunificada.

Casi todos pierden. Porque los ganadores oficiales (el PRI) se han reinstalado en el foro político mediante las armas tradicionales del uso de dinero blanqueado proveniente de los ámbitos público y privado y porque el proyecto de futuro es el pasado, que ejemplifica muy bien la fuente de inspiración de Peña Nieto, que ha sido Arturo Montiel (y, si el gallo fuera Manlio Fabio, aún más oscuro sería el pasado ofrecido como futuro). Porque el panismo calderonista también usó recursos públicos e involucró la figura del ocupante de Los Pinos y no pudo remontar el castigo a su mal ejercicio trienal y a la deslumbrante incapacidad política del equipo de gobierno. Porque la presunta izquierda electoral retrocedió en términos estadísticos, pero también en cuanto a presencia y proyecto, desaparecida entre el gandallismo chucho y la indefinición pejiana. Porque en todo el país hubo violencia explícita y latente, operativos abiertos o encubiertos de adulteración del voto, presencia amenazante del narco y un alejamiento ciudadano de las urnas que muestra cuán lejos está la institucionalidad retórica de las verdaderas preocupaciones sociales. ¿Y el voto nulo? Quedó en una expresión de desahogos sin continuidad (algunos oportunistas tratarán de apropiarse de esos logros), en reclamos escritos ingeniosos, con un crecimiento notable en términos absolutos (es posible que haya sido el doble que la elección anterior), pero poco significativo si se toma en cuenta la intensa campaña de promoción de esa idea que se hizo en diversos espacios (no sólo desde trincheras civiles auténticas, sino desde foros oficialistas): si ése es el tamaño de la irritación cívica que no encuentra salidas nominales, o ésta es menos de lo que se supone o sucedió que la misma gente declaró nula la campaña por el voto nulo.

Y, mientras los lectores son generosos con estos apuntes dominicales hechos a un par de horas de que las urnas hubieran cerrado, y con muy pocos resultados preliminares a la vista, ¡hasta mañana!