Opinión
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Vasconcelos hoy
S

e cumple en este año medio siglo de la muerte de José Vasconcelos, mexicano ilustre que dejó en nuestra historia una marca imborrable; fue sin duda y principalmente un intelectual que escribió lo mismo sobre derecho, arte, literatura y sociología, pero fue también un hombre de acción que participó destacadamente en varias etapas de nuestra historia.

Fue maderista y, por tanto, desde su posición de abogado y de académico participó en la Revolución Mexicana; Francisco I. Madero le encomendó diversos encargos, el más importante como agente del caudillo en Washington.

Cuando Victoriano Huerta consumó en 1913 la traición en contra de Madero y lo asesinó junto con José María Pino Suárez, Vasconcelos no dudó en unirse al movimiento constitucionalista encabezado por Carranza, quien le encomendó en Europa y en Estados Unidos algunos encargos, todos cumplidos cabalmente.

Fue, posteriormente, un severo crítico de Carranza y culminó su carrera de revolucionario en los gobiernos de Adolfo de la Huerta, quien lo designó jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes, y más tarde, bajo la presidencia de Álvaro Obregón, tuvo a su cargo la Secretaría de Educación Pública, desde la cual, en muy corto tiempo, impulsó una obra cultural que transformó el ambiente intelectual de México y trascendió a Latinoamérica; no ha sido gratuito el título que se le dio entonces de Maestro de América.

Terminada su gestión, decepcionado de los gobiernos autoritarios y militaristas en los que había colaborado con espíritu libre y civilista, se dedicó a su trabajo intelectual sin dejar de participar en política; su momento culminante es la campaña por la presidencia de la República, ya como un opositor a los regímenes revolucionarios, a los que fustigó durante su brillante campaña, en la que fue seguido por los jóvenes más destacados de su tiempo.

Ante la elección de Estado que llevó a Pascual Ortiz Rubio a la presidencia, denunció el fraude electoral como una farsa de la que acusó al gobierno de Plutarco Elías Calles por el uso ilegítimo de recursos oficiales y por la corrupción que se había asentado en los niveles más altos de la administración.

Promulgó su Plan de Guaymas, en el que se designó única autoridad legítima, rememorando la revolución maderista de 1910 y convencido de que el pueblo se levantaría en armas en su favor, como lo hizo en contra de la dictadura porfirista. Al no obtener respuesta a su llamado a las armas, se exilió durante algún tiempo y volvió a México a seguir escribiendo sobre diversos temas; murió en 1959.

Como alguna vez dijo su yerno Herminio Ahumada, Vasconcelos fue un hombre que unió la acción al pensamiento. Su influencia en el México de su tiempo ha llegado hasta nuestros días.

Es autor del lema Por mi raza hablará el espíritu, dedicado a la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que fue eminente rector; como secretario de Educación Pública impulsó muchas campañas que dejaron honda huella: una fue la de alfabetización del país, con sus brigadas de maestros y voluntarios que recorrieron toda la República. Asimismo promovió la lectura con ediciones cuidadosas y al alcance de la gente por su precio, letra grande y número de ediciones: son los famosos libros verdes de Vasconcelos que todavía se encuentran en muchas bibliotecas públicas y privadas, considerados siempre como ejemplares especialmente apreciados.

En política alentó la participación de los ciudadanos independientes en la oposición; sin duda fue un inspirador indirecto del antiguo partido de Acción Nacional, aquel que luchaba por la democracia, por el respeto a la dignidad humana y por principios de justicia social. No hay que olvidar que Vasconcelos fue maderista y que Gómez Morin, fundador del PAN en 1939, había sido colaborador de Vasconcelos y partícipe en su campaña opositora, 10 años antes.

Quienes asisten hoy a los grandes estadios deportivos deben saber que el primer estadio para practicar el atletismo y otros deportes fue construido, hace apenas un par de generaciones, cuando Vasconcelos era secretario de Educación Pública en lo que es ahora el conjunto habitacional Benito Juárez, a un lado de la actual avenida Cuauhtémoc, en ese entonces Calzada de la Piedad.

Mucho logró sin duda cambiar en México este intelectual de primera línea: impulsó el muralismo, la música mexicana, la literatura, la generalización de la enseñanza a todas las clases sociales, el deporte y el reconocimiento de México en el mundo. Capitaneó a un grupo de jóvenes profesionistas y estudiantes que dieron en su momento un alto y valioso contenido a la Revolución Mexicana; sin embargo, el impulso ha sido frenado y traicionado frecuentemente.

Aún estamos en espera de que se cumplan todos los sueños de José Vasconcelos; tenemos otra vez a los militares en las calles, la democracia padece los mismos atropellos y mistificaciones que en 1929 y los gobernantes, con todo y sus maestrías y doctorados, encarnan la misma violencia y el mismo militarismo autoritario, la misma codicia y la misma desvergüenza que Vasconcelos combatió.