Opinión
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Memorias históricas compartidas
E

l Palacio del ex Arzobispado fue sede el 25 de junio de la presentación del número 3 de la Revista 20/10, Memoria de las Revoluciones en México, auspiciada por RGM Medios.

Pareciera que los distinguidos presentadores invitados no leyeron a fondo algo de lo que el volumen contiene y por eso emito un comentario, pues en ese panel, sólo el director de la publicación, el historiador Carlos Silva, se refirió, aunque de pasada, a los contenidos ofrecidos.

No dudo que Javier Garciadiego, así como María del Refugio González, le hayan echado el ojo al ejemplar, complaciéndose, como nos sucede a muchos, con la variedad y belleza del material ilustrativo, con la acertada compaginación entre imágenes y textos y con la elegante elección ilustrativa de las páginas de propaganda mediante fotografías de época.

Así, v.gr., el crédito a Aereoméxico consiste en un desfile de aereoplanos militares que se llevó a cabo en 1921 a un costado de la Catedral Metropolitana, y el que corresponde a la Secretaría de Educación Pública es el aula de una escuela rural en Milpa Alta, ca. 1925, a las ocho de la mañana.

Leí de antemano los artículos sobre cuestiones artísticas; el de Salvador Rueda Smithers refiere el robo fallido en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1914) que abre con la reproducción de una deliciosa pintura de Mateo Herrera: Interior de la Academia de San Carlos, en tanto que El Fisgón refiere el suyo a El hijo del Ahuizote, pero también me adentré en otros textos.

El ensayo de Eric van Young Insurgencia y criminalidad en México 1810-1821 tiene su origen en la conferencia-homenaje que el autor deparó al historiador británico Eric J. Hobsbawm,  y el énfasis corresponde a los bandidos sociales. Éstos, un poco al estilo Robin Hood, son bandidos nobles, en tanto perpetran sus robos para repartir el botín principalmente entre los campesinos.

El bandidaje de tal índole no frecuentó nuestra historia, que es en cambio pródiga en bandidos más vulgares, delictivos y sin beneficio alguno para el campesinado o para las clases menesterosas.

Van Young hila con cuidado al comentar que el Ejército Insurgente con frecuencia amalgamó en sus filas a delincuentes y salteadores, que en algunos casos bien documentados cambiaron de chaqueta (perdonando la expresión), situación que propició el largo periodo implícito en las luchas independentistas con todo y los héroes de por medio. La contraparte refiere las ineptitudes e injusticias propias de las huestes del ejército realista.

Se diría que este tipo de colaboraciones ponen en relieve la escasa acuciosidad de la historia oficial, mediante minuciosos análisis.

El artículo de Jean Meyer sobre Lázaro Cárdenas, la cuestión religiosa y el petróleo en 1938 es muy pertinente. Entre otras ilustraciones va acompañado de una fotografía (Sinafo) en la que las tropas cristeras reciben la Eucaristía en los altos de Jalisco hacia 1929. Durante junio de ese año, recuerda el autor de La cristiada, ocurrieron los arreglos que restablecieron el culto favoreciendo una relativa paz a través de la tregua establecida.

Se reproduce la primera plana de Excélsior del jueves 10 de mayo de 1934. El cabeceo informa sobre la renuncia de Narciso Bassols a la cartera de educación y en la página opuesta varias mujeres de diversas clases sociales portan una bien elaborada manta en la que se lee: las madres de la Escuela Gertrudis Armendáriz (estado de Hidalgo) protestan ante el Primer Mandatario en contra de la educación sexual. Algunas de estas madres (de familia, no de investidura religiosa) son elegantes, van tocadas con sombreros de moda y calzan zapatos de tacón; otras son proletarias y las hay también indígenas, pero ninguna de las captadas en primera fila está descalza.

Meyer lanza una pregunta  resaltada en caracteres color bistre: ¿La caída de Calles tiene relación con la cuestión religiosa? Animo a los posibles lectores de esta nota a encontrar la respuesta y a apreciar el estupendo retrato del delegado apostólico en exilio: arzobispo Leopoldo Ruiz y Flores.

Al lado se reproduce la carta, con sello de la delegación apostólica, que el avezado diplomático eclesiástico dirigió al todavía jefe máximo: no es por adularlo, pero la verdad es que todo el mundo reconoce la firmeza de su carácter, sin embargo, María Santísima de Guadalupe (es el) único lazo de unión que ha estrechado y estrechará aún más nuestra nacionalidad. Conviene leer, además de ver la revista.