Opinión
Ver día anteriorJueves 23 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Contrastes
M

ientras los funcionarios gubernamentales se vanaglorian del resultado de sus políticas, la información los desmiente con contundencia. La Cepal publicó que los resultados de cierre de este año para América Latina serán peores de lo previsto, ya que su producto se reducirá en 1.9 por ciento. En su estimación de marzo pasado había proyectado una disminución de sólo 0.3 por ciento. Este empeoramiento se asocia a que México tendrá una contracción mucho más severa de que se esperaba hace unos meses, del orden de -7 por ciento, y a que Brasil también decrecerá, aunque sólo -0.8 por ciento. De nuevo en la región latinoamericana México destaca: en al auge de 2003-2008 por haber tenido las menores tasas de crecimiento, y en la recesión actual por ser la economía que más se contraerá.

Otra información relevante, presentada por el Inegi, es la Encuesta Ingreso-Gasto de los Hogares para 2008. El impacto de la crisis actual no se recoge en esta encuesta, ya que fue levantada hace más de un año cuando los síntomas de la recesión apenas empezaban a ser perceptibles. El dato duro es que los seis primeros deciles, esto es, el 60 por ciento más pobre de la población total del país, recibieron en 2008 el 26.7 por ciento del total del ingreso nacional, cuando en 2006 habían recibido 27.6 por ciento; en contraste, el último decil –el 10 por ciento rico– percibió 36.3 por ciento del total de los ingresos, cuando dos años atrás tenía 35.7 por ciento.

Así que, incluso antes de los momentos más duros de la crisis actual, para el grueso de la población se redujo su participación en el ingreso nacional en casi un punto porcentual, mientras los ricos la aumentaron. Al examinar la evolución de cada una de las diez partes en las que se divide la población, se aprecia que del decil I al VIII, es decir, 80 por ciento de la población, en 2008 percibieron menos ingresos en términos reales que en 2006; en cambio, los deciles altos, el IX y X, percibieron prácticamente lo mismo. El ingreso promedio nacional de un hogar pasó de 12 mil 433 pesos en 2006 a 12 mil 231 en 2008, lo que indica que en entre 2006 y 2008 el país en conjunto perdió, pero perdieron más los pobres.

Se ha hecho público que, además, en el primer semestre de 2009 el PIB se redujo 9 por ciento, lo que augura una caída anual mayor que la proyectada por Cepal. Sin embargo, el gobierno señala que ha logrado contener la crisis y que vamos por el camino correcto. Además de la irresponsabilidad de esta afirmación, la información oficial da cuenta de que 2 millones 400 mil personas no logran conseguir empleo, aunque se dedican de tiempo completo a ello; da cuenta también de que las remesas que envían nuestros migrantes a sus familias se han reducido 11 por ciento en los primeros cinco meses del año, y que algunos han dejado incluso de enviarlas.

La crisis mundial ha golpeado a través de la disminución del volumen y de los precios de las exportaciones, de la destrucción de riqueza y del deterioro de las expectativas de familias y empresas. El gobierno pudo paliar temporalmente la reducción del precio del petróleo por la cobertura comprada por Hacienda, pero pronto se sentirá el impacto completo de esa retracción, afectando aún más a la economía nacional. La destrucción de riqueza provocada por la crisis financiera ha tenido también impactos sensibles, pero lo realmente desastroso es el reconocimiento de que las expectativas son cada vez más sombrías. La visión generalizada es que el gobierno está perdiendo las batallas que decidió dar, pero las que no se atrevió a enfrentar están causando mucho más daño.

Una batalla central que eludió es la defensa de las condiciones de vida de la población. Por más discursos y frases huecas, lo que está claro es que los gobiernos panistas desperdiciaron una oportunidad extraordinaria para mejorar sensiblemente la calidad de vida de los mexicanos. El contraste entre la posición que debiéramos tener en el mundo con la que tenemos, así como lo que debiéramos haber logrado internamente, obliga a concluir que la crisis no sólo no se contuvo, sino que se desbordó por su enorme incapacidad.