Sociedad y Justicia
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En riesgo, hábitos de monjas liberales en EU

Investiga el Vaticano si su estilo de vida, actividades u opiniones son demasiado modernos

The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 27 de julio de 2009, p. 44

Nueva York, 26 de julio. Se podría decir que las monjas estadunidenses tienen los hábitos en riesgo, a la vista de dos investigaciones que lleva a cabo el Vaticano para determinar si adscriben estilos de vida y opiniones demasiado modernas. Excepto que muchas ya no usan hábito. Visten ropa común y corriente, incluso jeans.

Muchas monjas estadunidenses se han alejado de la vida del claustro y se dedican a profesiones como la enseñanza, el derecho y el trabajo social. Pero el Vaticano parece sentir que se han alejado demasiado del camino tradicional.

En marzo hubo un disparo de advertencia, cuando la Conferencia de Obispos Católicos emitió un decreto en el que señalaba a los religiosos que debían dejar de practicar el reiki, antigua técnica curativa japonesa que cada vez más monjas ejecutan, basada en la imposición de manos y muy alejada del enfoque tradicional de Roma.

La presión sobre las monjas, cuyo número en Estados Unidos se ha reducido en las cuatro décadas pasadas de 180 mil a 60 mil, ha crecido desde que el Vaticano ordenó una llamada visita apostólica. Se trata de una investigación formal, con entrevistas y cuestionarios, sobre las actividades de las instituciones religiosas de mujeres. La comisión es encabezada por Mary Clare Millea, religiosa estadunidense que vive en la capital italiana.

Ahora también el Vaticano ha ordenado una evaluación doctrinal sobre el curso que sigue una agrupación de órdenes religiosas en Estados Unidos llamada Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas, la cual al parecer no sigue las directrices en temas como la primacía de Roma.

Es probable que algunas monjas hayan irritado a la Iglesia romana con sus puntos de vista sobre la ordenación sacerdotal de mujeres y el celibato de los religiosos. El cardenal Franc Rode, encargado de las órdenes religiosas en el Vaticano, quien ordenó la visita, se quejó el año pasado de las monjas que han optado por conductas que las llevan fuera de la Iglesia.

Tal vez más famosa que cualquier otra monja estadunidense (aparte de Whoopi Goldberg en la pantalla) sea la hermana Helen Prejean, cuya campaña contra la pena de muerte fue celebrada en la cinta Dead man walking.

Prejean escribe un nuevo libro, llamado River of fire (Río de fuego). En la entrada más reciente de su blog –también aparece en Twitter y Facebook– señala que hará un recuento de cómo evolucioné de ser una monja alejada del (malvado) mundo, que sólo salía del convento para dar clases y después regresaba corriendo a la seguridad del claustro.

Otras monjas también expresan inquietud por el nuevo escrutinio de Roma. La hermana Mary Traupman, de Pittsburgh, dejó el convento hace mucho tiempo, pero se mantiene fiel a su fe, al ejercer de abogada. Aún recuerda sus años de lucha contra las restricciones del hábito. “Todo eso a causa de la Iglesia romana –dijo esta semana–, y ahora nos somete a investigación.”

Algunas monjas se niegan a cooperar. La hermana Sandra Schneiders, quien enseña teología en Berkeley, declaró a The New York Times que las autoridades vaticanas han perdido el pulso de los tiempos. Sencillamente nuestra visión de la vida y la que ellos tienen de nosotros como fuerza de trabajo no están en el mismo planeta, aseveró. Y en un mensaje de correo electrónico enviado a sus colegas, filtrado a los medios, advierte que los investigadores deben ser tratados como huéspedes sin invitación.

La hermana Millea asegura que esos temores son exagerados. Es una oportunidad de revalorarnos, afirma. Pero Catherine Pepinster, directora del semanario católico The Tablet, no está de acuerdo. “Una visita sugiere una inspección, como si las monjas no pudieran mantener su propia casa en orden –expresó. Por eso entiendo el temor de las monjas de que un viento helado sopla sobre ellas desde Roma.”

(c) The Independent

Traducción: Jorge Anaya