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Testimonios de la barbarie, del artista colombiano, incluye óleos y dibujos

Exposición de Botero tiene última escala en el Museo de Arte de Tlaxcala

Desde 1999 refleja en sus obras la magnitud de la violencia que agobia a su país

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Escultura de Botero, incluida en la muestra que se presentó en Jalapa, VeracruzFoto Francisco García Noriega
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Otra de las esculturas del artista colombiano mostrada en JalapaFoto Alejandro Pavón Hernández
 
Periódico La Jornada
Jueves 30 de julio de 2009, p. 5

La última escala de la exposición del pintor colombiano Fernando Botero, Testimonios de la barbarie, cuya temática gira alrededor de la violencia, tiene como sede el Museo de Arte de Tlaxcala.

La muestra que se exhibe en el recinto de Plaza de la Constitución 21, Centro Histórico de esa ciudad, concluirá el 4 de octubre.

Antes se montó en Ciudad Victoria, Tampico y Jalapa, e incluye 25 óleos y 36 dibujos realizados por el artista entre 1999 y 2004, provenientes del Museo Nacional de Colombia (MNC), ya que Botero los donó a ese recinto.

Botero, escribe María Victoria de Robayo, directora del MNC, con mucha razón, pensó que esta serie de obras jamás podría ser objeto de comercialización y que, por tanto, sólo podrían pertenecer al pueblo colombiano para que, conociendo a fondo este tenebroso periodo de nuestra historia, no se vuelva a repetir.

Después de mostrarse en varios museos de Colombia, la exposición viajó a diferentes ciudades de Sudamérica, Centroamérica y España, antes de llegar a México.

La cotidianidad de Colombia no ha estado ausente de la obra de Botero, a pesar de que no reside en su patria. En sus pinturas evoca las casas, los pueblos, los paisajes, los personajes y las costumbres de un mundo amable. Pero, como dice el famoso artista por sus figuras robustas, Colombia también tiene esa cara terrible de la violencia.

En Testimonios de la barbarie el tema se aleja del concepto de arte como productor de placer, en vista de la magnitud del drama que vive Colombia, llegó el momento en el que sentí la obligación moral de dejar testimonio sobre un momento tan irracional de nuestra historia, ha dicho Botero.

El tema de la violencia en su obra, no obstante, tiene sus antecedentes. En los años 60 del siglo pasado Botero realizó un mural para el Banco Central Hipotecario, Masacre de los inocentes y el secuestro. En 1973, a la manera de una naturaleza muerta, pintó Guerra, en la cual amontona militares, sacerdotes, mujeres y niños como si se tratara de un campo de batalla. También mostró interés por extraer historias de los periódicos, como es el caso de los cuadros Las noches del doctor Mata, Teresita la descuartizada (ambos de 1963) y El asesinato de Rosa Calderón (1970).

A partir de 1999, recrea en pinturas la dramática situación de Colombia. Pinta cuadros como vestigios de una etapa, en los que recoge el folclor oscuro por medio de la representación de la muerte de Pablo Escobar o del retrato de Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo. Estas son formas de crónica que se remontan a la creencia de Botero de que el realismo no se expresa en arte político, sino en un compromiso entre lo que vemos y lo que sabemos.

Aunque no se incluyen en la exposición, los abusos cometidos en las cárceles iraquíes motivaron a Botero a realizar una serie de obras al respecto.