Opinión
Ver día anteriorSábado 1º de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Las máquinas
E

l capitalismo, desde que es, es una aberración de la naturaleza. Fue engendrado en vientre de hombre que parió sin dolor y su sexo fue varón. Se hizo adulto alimentado y criado por el hambre de las y los pobres rurales. A partir del siglo XV en toda Europa la necesidad de manos cautivas para manufacturar bienes intercambiables se resolvió mirando hacia el campo. Se inició el cercado de las tierras comunales que abastecían a los campesinos y campesinas sin posesiones. Fueron valladas y entregadas, por ejemplo en Inglaterra, a las ovejas de los Señores y así, por un lado producir lana para la exportación y por el otro reubicar a muchas familias campesinas en las ciudades, donde se harán hombres y mujeres de provecho. Son los primeros asalariados por salarios de subsistencia. Cuantos más pobres en una nación más riqueza generarían. En América resolverían con los esclavos –negras y negros.

El capitalismo necesita quien lo cuide y mantenga, y para ello se sirvió desde bien pronto del régimen patriarcal. El capitalismo más macho, más potente, el que más triunfa será aquel que disponga de más mano de obra barata, el que no tenga reparos en recortar los derechos sociales y laborales de quien tenga que hacer los peores trabajos: las mujeres, las pobres entre los pobres.

Los romances del patriarcado y el capitalismo alumbraron dos hijos (varones): el capitalismo corporativo y el capitalismo doméstico. El triunfador de la familia, el emprendedor, el aventurero y empresario, es el capitalismo corporativo que opera desde las maquilas, femenino plural. Según la Real Academia de la Lengua –nombre femenino para una institución de hombres–, las maquilas son fábricas destinadas a la producción de manufacturas textiles para su exportación. Eufemismo de prisiones principalmente de mujeres, niñas y niños, regularizadas para evadir toda legalidad. Evadir impuestos que no pagan, evadir la legislación laboral que no atienden y evadir los compromisos medioambientales que nunca adoptaron. En países como Bangladesh, India, China, México u Honduras las mujeres son el 85 por ciento de la mano de obra en las zonas francas orientadas a la exportación. Están empleadas en los sectores textiles, de plástico, farmacéuticos, electrónica e informática. A las mujeres se les paga entre un 20 y un 50 por ciento menos que el sueldo de los hombres.

El capitalismo doméstico es el segundón de la familia, un papel sin prestigio, como ningún prestigio acumulan las mujeres con el trabajo doméstico en el hogar. Es el hijo currante que se necesita para perpetuar y naturalizar el rol de las mujeres como cuidadoras gratuitas del hogar y recortar las ayudas sociales de los estados. Las mujeres son los hospitales y asilos de las familias y las comunidades. Las mujeres son la seguridad alimentaria de las familias y las comunidades. Mujeres, en definitiva, cuidadoras del capital, masculino singular. El capitalismo doméstico se preocupa de las mujeres y para ellas inventó una serie de máquinas. Máquinas femeninas para mujeres: la cocina, la licuadora, la batidora, la nevera, la escoba, la fregona, la aspiradora, la lavadora, la secadora, la plancha. Máquinas masculinas para mujeres: el lavavajillas, el horno, el microondas. ¿Para ellas? En realidad máquinas creadas para las mujeres en su existencia de ser para otros, masculino plural. Quien lava nunca fue el lavador, siempre fue la lavadora, y así llamamos a la máquina de lavar. ¿Será porque sí que las máquinas son las y no son los máquinos? Será.

Será que son mujeres prescindibles. Se prescinde si una maquina puede hacerlo más barato. Donde había expendedoras hoy tenemos máquinas expendedoras. Es la ley del mercado. Se prescinde en el primer brote de una crisis. Sólo en Centroamérica el año 2008 provocó la pérdidda de 51.538 puestos de trabajo, de los cuales un 75 por ciento son obreras. La mano de obra femenina la más golpeada por la crisis. Es la ley patriarcal, y el capitalismo en régimen patriarcal tiene un mandato para las mujeres: convertirse en súper máquinas. Máquinas para servir, cuidar y sufrir.

*Ex Director de Veterinarios Sin Fronteras.

Colaborador de la Universidad Rural Paulo Freire