Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de agosto de 2009 Num: 752

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Naturaleza muerta
ORLANDO ORTIZ

Un condenado a cadena perpetua medita
STELIOS YERANIS

Pavana para Ulalume González de León
(1932-2009)

ELENA PONIATOWSKA

El espíritu neoclásico de Eduardo Lizalde
DIEGO JOSÉ

Juan Manuel de Prada: el poder de las palabras
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Ana García Bergua

Un premio

Pongamos un ganador de premio: Diógenes Salcedo, por decir un nombre. Un día, Diógenes Salcedo escribe un libro y saca premio de primera novela o de último libro de poesía o cuarto de ensayo, es igual, que se puede llamar Las cosas invisibles. Salen entonces las reseñas de título cómodo, por ejemplo: “Un hombre invisible llamado Diógenes Salcedo” o “Diógenes Salcedo y la invisibilidad de las cosas”, y otros más ingeniosos: “De cosas invisibles y otras cosas. Sus amigos escribirán, por ejemplo, “La lámpara de Diógenes”, aludiendo a que lo conocen desde que paseaba por el Parque México con una linterna. Luego vienen las entrevistas por el premio, que por lo general traen las frases más inspiradas dichas por Diógenes al reportero, ya sea en un café o en las oficinas de la editorial que publicó el libro: “Lo invisible es lo más real: Diógenes Salcedo.” Un periódico aguerrido publicará algunas de sus opiniones extraliterarias: “A este gobierno le vale madres la cultura y la vuelve invisible: Salcedo”; otro, de tipo cínico iconoclasta, sus frases desusadas: “No escribo por aspiraciones estéticas ni por ganas de expresarme, sino para matar el pinche aburrimiento: Salcedo.” Una de estas frases puede irse repitiendo por el ciberespacio hasta alcanzar el absurdo y llegar un día, por ejemplo, a Yahoo, en forma de receta médica: “Se ha descubierto que escribir es bueno para matar el aburrimiento.”

Mientras tanto, Diógenes, según su carácter, batallará con el premio en otros terrenos. Por ejemplo, soportará la envidia de sus amigos y conocidos con estoicismo y un buen día confesará que, después de año y medio, no ha logrado cobrar el premio por causas burocráticas o porque el funcionario del estado que se lo dio desapareció. En caso de que sí se lo paguen a tiempo y todo, si es premio nacional hay dos posibilidades: la primera, que se lo beba en tiempo más o menos rápido, según la cantidad de amigos que lo acompañen a la cantina. La segunda, que lo meta al banco esperando que le dure lo más posible y que se le acabe más pronto que tarde. En ese caso, soportará la envidia de sus amigos y colegas con rencor. Les dirá, por ejemplo: esta casita la compré con el premio (cosa que no será cierta), sólo por verlos rabiar una vez más. Los más admirables pagarán con el premio la escuela de sus hijos, los costos de una enfermedad, las vacunas de su perro o un viaje inolvidable y seguirán, animosos, viendo qué más les depara la vida: quizá un premio lleve a otro premio y a otro premio.

Si el premio es trasatlántico, aquello será la apoteosis: habrá que esperar artículos en periódicos de España, de Argentina, de Colombia y, si hay suerte, de Francia. Para Inglaterra y Estados Unidos hay que hacer unos méritos impresionantes y Diógenes Salcedo no los ha alcanzado (pongamos que es más o menos joven). Los titulares de los periódicos no variarán mucho; en todo caso dirán: “¿Pero quién es Diógenes Salcedo? O “¿Quién le teme a Diógenes Salcedo?”, además de los consabidos “Diógenes Salcedo y la invisibilidad de las cosas” y “Un hombre invisible llamado Diógenes Salcedo.” Alguien escribirá “La cosa invisible de Diógenes Salcedo”, título que en México se puede prestar a malas interpretaciones y que aquí se ha evitado cuidadosamente, pero ¿qué tal “Las libertades invisibles de Diógenes Salcedo”?; ahí tenemos un suplemento de fama internacional. Las editoriales sacarán sus viejos libros con un cintillo: “Diógenes Salcedo, Premio Vereda Tropical 2009” , y cada que aparezca una noticia con su nombre, de plano se omitirá su nombre: “El galardonado con el Premio Vereda Tropical 2009 opina que la ciudad está muy contaminada y hay que poner filtros en las chimeneas” (a estas alturas, le preguntarán su opinión sobre cualquier cosa). Con un premiazo así, Diógenes Salcedo recorrerá el mundo, dará conferencia tras conferencia y aprovechará para renovar un guardarropa algo raído por culpa de los sacrificios literarios. Si bebe, se acabará el premio en whisky y Merlot. Si no, invertirá el premio y sí podrá decirle a sus amigos: esta casita me la compré con el premio. Los amigos rabiarán igual, pero se dejarán invitar a las fiestas de Diógenes y se beberán su vino. Al final, Diógenes confesará: estoy harto del pinche premio, no he podido sentarme a escribir por culpa de tanta cosa y tanta entrevista, y hasta volví a caer en el alcoholismo (esto último lo escribo porque ya hasta envidio a Diógenes Salcedo). Eso sí, que no olvide poner el premio en el currículum: es en lo único en que se fijan.