Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de agosto de 2009 Num: 752

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Naturaleza muerta
ORLANDO ORTIZ

Un condenado a cadena perpetua medita
STELIOS YERANIS

Pavana para Ulalume González de León
(1932-2009)

ELENA PONIATOWSKA

El espíritu neoclásico de Eduardo Lizalde
DIEGO JOSÉ

Juan Manuel de Prada: el poder de las palabras
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Directorio
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Luis Tovar
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Las partes y el todo (II Y ÚLTIMA)

No sería justo sostener que el referido conjunto de los personajes que pueblan Todo incluido se halla en su totalidad, y de tiempo completo, instalado en el estereotipo. El defecto no es, por lo tanto, definitivo, pero la muy acusada intermitencia de seres –es decir, personajes– que por momentos logran exhibir cierto volumen de realidad para pronto desbarrancarse hasta el sótano de ser meros cartones, distrae de la trama, confunde, llega a ser irritante y acaba por echarlo a uno del indispensable y mínimo acuerdo ficción-espectador, acuerdo en ausencia del cual toda posible virtud del filme pasa desapercibida o, en el menos malo de los casos, no alcanza para que dicho filme detenga su caída. A esto se añádase el disparejo desempeño histriónico del que se habló aquí antes, y el resultado final es una rompecabezas imposible de armar. Van como ejemplos los siguientes: Jesús Ochoa, verosímil a suficiencia –aunque no de tiempo completo– en su papel del padre de la familia que fue a vacacionar al Caribe, puesto a interactuar con la Usnavy encarnada en una Maya Zapata obligada a “sacar” un acento de cubana o puertorriqueña con el que, evidentemente, nunca logró sentirse cómoda, de a ratos acceden a eso que algunos llaman “química” y hacen que su relación funcione, pero de inmediato, a consecuencia de la gruesa brocha con la que sus caracteres fueron trazados, vuelven a extraviarse en los sargazos de aquello supuestamente “lógico” para el personaje que están representando. Por su parte, Valentina Vargas, en el papel de madre, puesta en los momentos realmente importantes de dicho personaje junto al galancete-ligador que se perfila en la humanidad de Jaime Camil, desembocan en una conjunción indigesta como pocas: la falta de matices de ella con los tics de él. Y así y así...


Maya Zapata

LA CRISIS DE LA CRISIS

Pareciera que a los guionistas y al realizador de Todo incluido se les quedó grabado, como a fuego, cierto dogma cinematográfico según el cual si la historia que se cuenta no “cambia radicalmente y para siempre” la vida de los personajes, entonces “no hay película”, o lo que es lo mismo, “a nadie le va a interesar”, quedará tan “plana” que nadie, luego de verla, podrá o querrá recordarla. Más allá de que dicha máxima tiene mucho de cuestionable, sobre todo si se le asimila a rajatabla, el hecho es que Ortúzar, el director, tuvo entre manos material de sobra para ejecutar algo valioso pero, a juzgar por los resultados, a la hora buena no supo qué hacer con todo ello. O quizá el problema viniera desde antes, es decir desde el guión, desde la concepción misma de la historia, la forma de bordarla y de abordarla.

Hay una riqueza obvia y altamente explotable en el planteamiento básico, según el cual un grupo de personajes llenos de amor-odio entre ellos son obligados por las circunstancias a permanecer juntos en un momento y un lugar dados. Ejemplos hay de sobra, guardadas las desproporciones, desde El ángel exterminador hasta La gran comilona. Lo mismo vale decir para el segundo rasgo en importancia en este sentido: que dicho grupo de personajes reunidos a fortiori forman una familia. Las infinitas posibilidades dramáticas al respecto también han sido exploradas a raudales; piénsese sólo en un filme reciente como lo es Little Miss Sunshine.

El tema de fondo en Todo incluido pareciera ser la incomunicación, o al menos eso es lo que puede colegirse entre el laberinto de disparidad actoral, personajes que cobran y pierden volumen, etecé. Incomunicación preexistente que, de manera lógica y predecible, hará crisis precisamente en el tiempo y el espacio del confinamiento forzoso. No pareciera hacer falta nada más que lo anterior para lograr que el coctel explote, y sin embargo a los hacedores del filme les pareció necesario que a una bastante típica “situación límite”, de ésas que, se insiste, “cambian tu vida para siempre” se le añadieran excesos que no se sabe si considerar a manera de metáfora o de símbolo, o de plano como evidencias de lo que se dijo hace siete días aquí: autotraición del realizador, impericia para darse cuenta de que bastaba con mucha menos tinta, o convencimiento íntimo de que así quedó bien, que la colección de previsibles situaciones puestas a modo para que los previsibles personajes hagan lo que “deben” hacer, no eran lo suficientemente claras para dar a entender que se trata de una crisis de comunicación familiar, y por eso, por dar el peor ejemplo –que no el único--, había que ubicarlo todo en una playa “paradisíaca” pero a mitad de un huracán para que se entienda, a nivel conceptual y no sólo anecdótico, que hay una crisis. Con tanta obviedad, ni falta que hacía.

Lo que pareciera estar en crisis es, más bien, la forma como cierto cine mexicano actual suele plantearse la idea misma de crisis, sea ésta del tipo que sea.