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Ya se ven fisuras en las fuerzas armadas

Oficiales jóvenes toman distancia de los políticos

En cuanto el ejército deje de apoyar al golpista Roberto Micheletti, Manuel Zelaya va a retomar su cargo en Tegucigalpa. Conspiró con la oligarquía y con un grupo de políticos ambiciosos para dar el golpe, afirma el funcionario

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En aras de volver a la normalidad, pienso que hay que dejar a un lado el tema de la consulta. Ahora es más importante el regreso del presidente, expresa Marlon BrevéFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Lunes 3 de agosto de 2009, p. 27

El ministro de Educación del gabinete depuesto de Honduras, Marlon Brevé Reyes, asegura que el presidente Manuel Zelaya va a regresar a su cargo en Tegucigalpa en el momento en que el ejército deje de apoyar al mandatario golpista Roberto Micheletti. Y analizando con La Jornada algunas señales que se han dado en su país, concluye que ya se vislumbran fisuras en la institución castrense.

Entre los oficiales jóvenes hay quienes ven críticamente que existan sectores que atribuyan a las fuerzas armadas la responsabilidad del golpe de Estado. Por eso empiezan a desconfiar de los políticos, a tomar distancia. Y según hemos sabido, se han acercado a Washington y están dialogando más con el gobierno de Estados Unidos.

Brevé se encuentra en México y se reunirá el martes con el mandatario derrocado. En su antiguo puesto despacha ahora el ministro de facto Santos Elio Sosa, quien enfrenta un paro de actividades docentes por las protestas antigolpistas del movimiento magisterial.

En entrevista, describe el momento que atraviesan las negociaciones para el restablecimiento del estado de derecho en su país. “El presidente Zelaya –afirma– aceptó de buena fe entrar a la iniciativa de la secretaria de Estado estadunidense, Hillary Clinton, para dejar en manos del presidente Óscar Arias la negociación. Ella le aseguró que todo sería cuestión de horas o días.

–Y no ha sido así. Ya pasó más de un mes.

–Así es. Cada día de demora, cada retraso, debilita la presidencia constitucional. Arias subrayó desde el principio que la esencia de la negociación es la restitución del presidente, pero empezó a ampliar los plazos. Esto nos afecta internamente, porque la campaña mediática continúa.

“Arias construyó primero una propuesta de siete puntos con el visto bueno de Estados Unidos. Nos obliga a negociar, como gobierno constitucional, con los golpistas. En aras de encontrar la salida, aceptamos. Pero el régimen de facto no acepta el primer punto, que es la restitución de Zelaya.

“Eso desespera al presidente Zelaya y a los hondureños. Hay que tomar en cuenta que la resistencia en Honduras es del pueblo-pueblo, pobres, maestros, trabajadores y estudiantes. Gente que inclusive antes criticaba al mandatario, hoy está en las calles exigiendo su regreso. Arias cita a una tercera ronda y cambia su propuesta original agregando más insumos del régimen de facto que del nuestro. Presenta sus 10 puntos ya como el Acuerdo de San José. La semana pasada venció el plazo para que Micheletti respondiera, y no lo hizo.”

–Hay quienes ven la mano de Estados Unidos detrás del golpe.

–El lunes de la semana pasada el portavoz del Departamento de Estado pronunció directamente su desconocimiento al gobierno de Micheletti. Súmele a eso la cancelación de visas a cuatro funcionarios del gobierno de facto.

–¿Cree que la ambigüedad de Estados Unidos contribuye al fortalecimiento del gobierno golpista?

–Al menos les ha permitido irse consolidando. Hay que reconocer que el gobierno de Obama está muy presionado. La vía diplomática va a tomar tiempo, pero cada día que pasa le resta tiempo al presidente Zelaya.

El Plan Arias, con condiciones inaceptables

–También acerca a Honduras al escenario de ir a elecciones en un contexto de golpe de Estado.

–El plan de Arias plantea adelantar las elecciones a octubre en vez de noviembre. Pero ya el tribunal supremo resolvió que es anticonstitucional. Propone también una amnistía para nosotros, en el supuesto de que traicionamos a la patria; amnistía para los golpistas y un gobierno de reconciliación, donde el presidente Zelaya acepte que otros partidos políticos le nombren ministros en su gabinete. La pregunta es si Zelaya va a aceptarla. El pueblo está exigiéndole que no acepte un gobierno compartido, que no acepte la amnistía a los golpistas. Y parte del pueblo le está pidiendo que no renuncie a la consulta popular. Personalmente pienso que, en aras de volver a la normalidad, dejemos la consulta a un lado. Ahora es más importante restituirlo. Pero sí estoy en contra de permitir que los golpistas participen en el gabinete.

–El ejército hondureño es hechura de Estados Unidos. ¿No sería factible destrabar el proceso si Estados Unidos les envía un ultimátum?

–Se está haciendo, pero detrás de las cortinas. Washington está presionando a la Junta de Comandantes. Lo demuestra el hecho de que la semana pasada salieron dos comunicados de las fuerzas armadas que, si se leen atentamente, denotan ya una fisura. Los dos tienen la misma fecha, pero son contradictorios. Uno es institucional. El otro, redactado aparentemente por otros oficiales, dice que si se firma el Acuerdo de San José ellos lo respetarían. Y esto contradice las declaraciones del jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Romeo Vásquez, de Micheletti y de su canciller, de que ellos no aceptaban el regreso de Zelaya.

–¿Esta oficialidad disidente respetaría el retorno de Zelaya?

–No dicen retorno, sino Acuerdo de San José. Pero ahí está implícito el retorno de Zelaya.

–¿Qué papel tienen las fuerzas armadas en Honduras en el proceso golpista?

–El ejército hondureño se desprestigió mucho en los 80, principios de los 90, a causa de su apoyo a la contra nicaragüense, por aceptar las bases estadunidenses, por los desaparecidos que hubo esos años. Esto cambió con el gobierno liberal del presidente fallecido Carlos Roberto Reyna. Se le quitó poder al estamento castrense. Las nuevas generaciones de militares habían logrado limpiar la cara al ejército.

Fisuras verde olivo

–Quizá lo que hace falta no es un cambio de imagen, sino una transformación estructural, una ruptura con el pasado.

–Sí. En lugar de ello, conspiraron con la oligarquía económica y con un grupo de políticos ambiciosos para dar el golpe.

–¿El general Romeo Vásquez y su entorno son una fuerza dominante dentro del Ejército?

–Ellos dicen que la Junta de Comandantes está graníticamente unida. Pero no estoy seguro si las generaciones de más abajo –coroneles, tenientes coroneles, capitanes– están con ellos. Zelaya tenía que haber dado de baja a Vásquez, porque había cumplido su ciclo como jefe del Estado Mayor Conjunto. Confiaba en él y le amplió su periodo. Esto causó molestia en las siguientes generaciones, porque bloqueó el proceso de los ascensos.

Si ahora acatan el Acuerdo de San José, permitirían una salida no deshonrosa de la Junta de Comandantes. Y permitiría el ascenso de otras generaciones. Ojalá después de la restitución del presidente Zelaya venga una depuración de liderazgo. Tendrá que renovarse la Junta Directiva.

–Entonces, ¿considera que el ejército no fue una fuerza motor del golpe?

–Ahora es el brazo represor del mandatario de facto. Pero si Estados Unidos sigue presionando, ellos se van a plegar al acuerdo. En teoría.

Antes del golpe –un jueves, el golpe fue el domingo–, el presidente se reunió con la Junta de Comandantes. Como le dijeron que no iban a acatar su orden (de apoyar la consulta), él los destituyó verbalmente. Al día siguiente el Congreso y la Corte los restituye. En ese momento las fuerzas armadas rompieron su supuesta neutralidad y se van con los que están promoviendo el golpe.

–Finalmente, ¿cómo ve a Estados Unidos. Con o contra los golpistas?

–El problema es que Barack Obama puede tener la idea de no querer involucrarse en un golpe de Estado, pero hay inercias en el sistema estadunidense. Hay personajes que han aparecido, empezando por Otto Reich. ¡Esa película ya la vimos!