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Ver día anteriorJueves 6 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Y yo por qué?
D

icen algunos que Vicente Fox pasará a la historia porque derrotó al PRI, pero lo que en realidad le aseguró esa entrada es su famosa respuesta ¿Y yo por qué? a los damnificados en Cancún que le pe-dían ayuda, y que repitió cuando se le preguntó si no pensaba intervenir para castigar a Ricardo Salinas Pliego, luego de que este gran insolente envió a sus guardaespaldas a ocupar las instalaciones de Canal 40. Entonces muchos pensaron que la reacción de Fox era típica del ranchero remiso que siempre ha sido. Sin embargo, su actitud también reflejaba la firme convicción de que el mejor gobierno es el que menos gobierna, cuyo máximo exponente se llama Ronald Reagan. (Según sus biógrafos, cuando era presidente de Estados Unidos, Reagan llegaba a la oficina a las 12 pm, y se retiraba a descansar a las cuatro de la tarde, después de la siesta, convencido de que el gobierno tenía muy poco que hacer, pues todo era responsabilidad de los individuos.)

En términos de acción de gobierno, el continuismo aqueja a la administración calderonista, que sólo cree en las funciones básicas del Estado liberal: la defensa del orden público, en la que ha concentrado todos sus recursos. Las secretarías de Seguridad Pública, de la Defensa Nacional y de Marina agotan su presupuesto, a diferencia de la mayoría de las dependencias oficiales. El subejercicio presupuestal que reportan las secretarías de Estado es una señal inequívoca de inactividad, pues ¿de qué otra manera podemos interpretar disponibilidades presupuestarias que resultan del incumplimiento de las metas contenidas en los programas de gobierno? Parece increíble que en este país nuestro de carencias, el gobierno se dé el lujo de no gastar dineros públicos que han sido debidamente asignados por el Congreso.

Algunos ven en esta aparente indolencia gubernamental incapacidad profesional, ausencia total de ideas y de creatividad. Otros más atribuyen pasividad a los efectos perversos de la Secretaría de la Función Pública, que no ha servido para combatir la corrupción, sino que se ha convertido en un monstruo que entorpece los procesos administrativos con cientos de exigencias banales, y que ha sembrado el pánico entre los funcionarios porque ha sido utilizado para venganzas burocráticas –o políticas–. Los procedimientos y el comportamiento de esta secretaría son en ocasiones tan irracionales y arbitrarios que han ahuyentado a muchos jóvenes profesionistas de la función pública; y no son pocos los funcionarios probos que se niegan a tomar decisiones, lo que implica firmar documentos, porque se sienten amenazados por los caprichos de los contralores.

No obstante, a mi manera de ver la base de la inactividad del gobierno es, en primer lugar, de índole ideológica. El partido en el poder sostiene una tradición antiestatista que se inspira en una gran desconfianza al intervencionismo estatal y al gasto público. Por ejemplo, la renuencia del gobierno a apoyar actividades culturales y científicas se funda en la convicción de que esas actividades no corresponden al Estado, pues, a sus ojos, el intervencionismo en este terreno se traduce en control ideológico. Esta posición rompe con la arraigada tradición del mecenazgo estatal que apoyó el rico y diverso desarrollo del mundo de las artes y de las ideas en el México del siglo XX. No obstante, los panistas nunca lo han visto así. De ahí que en agosto de 2007 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) sólo hubiera ejercido el 24 por ciento de su partida anual, lo cual significó la reducción de recursos para 2008, no obstante la persistente escasez que afecta a este sector; en el Canal 22 el subejercicio era de 70 por ciento del presupuesto asignado. Es tal vez esta misma miopía la que ha bloqueado la elaboración de un buen programa conmemorativo de la Independencia y de la Revolución.

El anuncio del presidente Calderón de que se pondría en marcha un gran programa de infraestructura destinado a paliar los efectos de la crisis económica sugirió que en coyunturas difíciles, los panistas estaban dispuestos a modificar sus posturas. Lo prometido era un alivio a la severa crisis económica o al problema gravísimo del desempleo, para no mencionar su significado en términos de problemas de largo plazo, cuyas soluciones están pendientes desde hace nueve años, si no es que décadas. Supusimos que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes entraría en febril actividad; sin embargo, es precisamente ésta la que concentra 60 por ciento del subejercicio registrado en el primer trimestre del año (La Jornada, 03/8/09).

En términos de intervención pública la rápida y acertada reacción del gobierno al virus A/H1N1 fue irreprochable, pero parece detenerse ahí. Incluso, cuando se inició esta emergencia se señaló que el subejercicio en el sector salud había afectado el funcionamiento inmediato de los centros de vigilancia epidemiológica y de prevención de riesgos sanitarios. Peor todavía, en el primer trimestre del presente año, se había subejercido 90 por ciento del presupuesto destinado a los programas de combate a la pobreza (La Jornada, 25/5/09).

Estos porcentajes de disponibilidades presupuestarias no son prueba de prudencia ni de frugalidad gubernamental, y son sorprendentes sólo para quienes olvidan que el PAN es un partido de derecha. Los panistas rechazan indignados esta identificación, pero para responderles basta mirar los presupuestos que han ejercido sus gobiernos, que parecen movidos por la pregunta existencial foxiana: ¿Y yo por qué?