Opinión
Ver día anteriorSábado 8 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cumbre sin expectativas
L

a cumbre de mandatarios de América del Norte, que se inicia mañana en Guadalajara con la presencia de los gobernantes de México, Felipe Calderón; de Estados Unidos, Barack Obama, y de Canadá, Stephen Harper, se desarrollará, en lo general, en un clima de pocas expectativas con respecto a los temas de interés particular para nuestro país.

Debe señalarse, por principio de cuentas, el papel poco central que presumiblemente tendrá en esta cumbre el asunto de la migración, no obstante la procedencia de avanzar en un acuerdo que legalice a los cerca de 12 millones de mexicanos que viven y laboran en la nación vecina, lo cual no sólo resultaría conveniente para nuestro país: Washington mismo debería ocuparse de incorporar legalmente la mano de obra mexicana a su mercado laboral, a efecto de evitar que su economía sufra un colapso en materia de competitividad y lograr una pronta recuperación y un buen desempeño en el mediano y largo plazos. Por añadidura, es significativo que la cumbre de América del Norte tiene lugar en un contexto en que las relaciones entre México y Canadá se encuentran ensombrecidas por la intempestiva decisión del gobierno de Ottawa de imponer visas a los visitantes mexicanos, lo cual generó un comprensible descontento entre connacionales y algunos sectores de la economía canadiense que se vieron afectados. Estos hechos, en conjunto, abonan a un sentir de retroceso, más que de avance, en el asunto de la migración regional.

En el aspecto económico reviste especial relevancia el tema del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, un convenio que ha atado a nuestro país a una situación por demás injusta; ha promovido, en conjunto con el retiro gradual de los subsidios al agro por parte de las autoridades mexicanas, el empobrecimiento sostenido de los habitantes de los entornos rurales y el abandono de éstos; ha incentivado el desmantelamiento de conquistas sindicales y el recrudecimiento de las políticas de contención salarial. Adicionalmente, el TLCAN ha exponenciado la dependencia que la economía nacional acusa con respecto del país vecino, lo que lo convierte en el conducto que transmite las consecuencias negativas de procesos de recesión como el que hoy vive Estados Unidos, con la salvedad de que aquí las consecuencias sociales cobran mayores dimensiones a razón de las diferencias que existen entre ambas naciones en materia de salarios y calidad de vida.

Todos estos elementos harían deseable y necesaria la apertura de un canal de renegociación del TLCAN. Esto último, sin embargo, no tendrá lugar en Guadalajara: el propio Obama –quien en campaña expresó duras críticas al acuerdo de comercio trilateral– desestimó ayer la posibilidad de reabrir dicho mecanismo, porque estamos aún en medio de una difícil situación económica y necesitamos estar seguros de que la economía será más estable en los próximos meses antes de tener una discusión sobre comercio.

En el ámbito de la lucha contra el crimen –el otro tema central en la agenda–, no puede soslayarse que la reunión de Guadalajara se da en el marco de una oleada de violencia en México que hace obligado pensar un viraje en la política de seguridad de las autoridades nacionales, pero también de las de Estados Unidos, el principal consumidor de sustancias ilícitas; proveedor de armas y precursores químicos para los grupos de narcotraficantes al sur del río Bravo, y un país cuya presión ha involucrado a México desde hace décadas en una guerra sin rumbo contra los cárteles de la droga.

No obstante, en el momento actual ambos gobiernos se muestran más proclives a profundizar la actual política de seguridad antes que a modificarla. Al día de hoy Washington continúa sin abandonar la tradicional lógica policial-militar con que intenta explicar y combatir fenómenos complejos como el de la delincuencia organizada y la inseguridad, y a pesar de que su presidente ha admitido parte de la responsabilidad que corresponde a Estados Unidos en el desarrollo del fenómeno del narcotráfico –lo cual marca una diferencia notable con respecto a sus antecesores– el reflejo de tal reconocimiento en los hechos continúa siendo asignatura pendiente.

En suma, y a pesar de que la circunstancia actual hace necesario comenzar a reordenar la agenda con los países de la región y enfrentar así de mejor manera las problemáticas que enfrenta nuestro país –y que involucran de una u otra manera a las naciones vecinas–, no hay razón para suponer que eso vaya a suceder durante el cónclave a realizarse en la capital jalisciense.