Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Procampo y sus efectos perversos
C

uando se estudia el fenómeno migratorio es importante explicar y comprender por qué se produce, que fuerzas están en juego y cuáles son las condiciones que están favoreciendo este fenómeno, y partir de ese conocimiento para buscar la mejor manera de revertirlo. Llama la atención que hasta ahora, ningún país receptor se haya transformado en expulsor. Pero si se ha dado el caso contrario, España, Irlanda, Portugal, Grecia, Italia, como ejemplos. Por lo tanto, esta realidad permite afirmar que migración no es destino.

La migración de trabajadores en el contexto del sistema capitalista marca, en casi todos los casos, la diferencia entre ser un país desarrollado y uno subdesarrollado. Hablar de la migración como un fenómeno natural sería tanto como aceptar que esos países se encuentran determinados a continuar por esa vía. Por ello, profundizar en el complejo fenómeno migratorio no es un mero ejercicio intelectual, es una urgencia, pues permite penetrar las condiciones que impiden el desarrollo y promueven la migración.

La migración tiene que ser un fenómeno voluntario, no forzado por necesidades económicas, como sucede casi siempre. Es cierto que los trabajadores tratan de escapar de una inaceptable realidad económica, y esto es lo que enfatizan los países receptores y casi la convierten en causa única. Dejan de lado sus propias exigencias, como son escasez de contingentes internos, conflictos demográficos, necesidad de ampliar la oferta educativa, etcétera. Aplican procesos de flexibilización y desregulación laboral en aras de elevar la competitividad y las vacantes son cubiertas con trabajadores extranjeros. Dinamismo económico, bajo desempleo y enormes inversiones extranjeras directas, son algunas de las explicaciones que se encuentran en la base del factor de atracción.

Pero ¿por qué México, sigue manteniéndose como país expulsor de trabajadores, sin importar el color de los partidos en turno? La respuesta de las diferentes administraciones es que el país está determinado por su vecindad con Estados Unidos; siempre hay factores exógenos a los cuales echar la culpa de los conflictos: crisis, armas para los narcos, etcétera, dejando de lado su propia responsabilidad. Se les olvida que los gobiernos tienen la posibilidad de optar por un conjunto de alternativas y sus decisiones determinan el destino del país y por tanto de sus trabajadores.

Por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado en 1994 por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, que según sus defensores sería la clave para el desarrollo del país, por la gran cantidad de inversión extranjera directa que se recibiría y gracias a ella la migración se revertiría. El propio Salinas afirmaba que en lugar de exportar fuerza de trabajo exportaríamos jitomates. Se puso en marcha el Procampo cuyo objetivo era transferir recursos para apoyar a los productores rurales, mejorar la competitividad interna y externa, elevar el nivel de vida de las familias rurales y modernizar el sistema de comerialización.

Los objetivos no se cumplieron, pues como señala Mauricio Merino, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), el programa terminó en el mejor de los casos como un programa asistencial para los minifundios. La causa por la cual el programa fracasó, es que el dinero se repartió en forma totalmente desigual, pues 20 por ciento de los productores con mayor extensión de tierras recibió 80 por ciento de los recursos, y la inmensa mayoría de campesinos debió conformarse con un subsidio menor a 700 pesos anuales. De esta forma el Procampo se convirtió en un medio utilizado por el Estado mexicano para mantener vigentes sus redes políticas en el medio rural del país afirma el investigador.

Los periodistas Ignacio Alvarado y Evangelina Hernández, que han publicado una serie de artículos con el mismo tema en el periódico El Universal, concluyen que a pesar de los 171 mil millones de pesos ejercidos por conducto de Procampo, el programa fracasó en su propósito de fortalecer a productores de granos y oleaginosas ante la apertura total de la frontera para la importación de alimentos.

Al analizar el padrón destaca que quienes se beneficiaron fueron políticos, gobernantes, funcionarios públicos vinculados con la operación del programa y familiares de todos ellos. Es decir, como señala Jonathan Fox de la Universidad de Santa Cruz de California, Procampo ha reforzado la desigualdad entre productores grandes y pequeños.

Por la decisión de un gobierno empeñado en firmar un tratado comercial para el cual el país no estaba preparado, ni lo está ahora, después de 15 años, junto con la perversión y corrupción del Procampo, México enfrenta un campo devastado, el disparo del flujo migratorio de campesinos, pérdida de autosuficiencia alimentaria y despoblamiento de las comunidades al quedarse en ellas sólo ancianos y niños.

No tomar en cuenta el enorme y extraordinario potencial de la población –que es finalmente la riqueza de un país– al elegir la estrategia de firmar el TLCAN profundizó nuestro camino hacia la subordinación y el subdesarrollo, pero si bien es cierto que los gobiernos son responsables de los fracasos económicos y sociales, no es menos cierto que es importante que la sociedad juegue un papel más decisivo, pues de lo contrario parecería que lo avala.